Secuelas de la reflexión de Sánchez

La decisión del líder socialista de continuar agudiza las críticas de la oposición y deja dudas en el PSOE

Concentración de apoyo a Pedro Sánchez en Ferraz durante el Comité Federal del PSOE, en Madrid, el pasado sábado.Samuel Sánchez

La decisión de Pedro Sánchez de continuar en La Moncloa tras los cinco días que se tomó para reflexionar si le merecía la pena ser presidente del Gobierno ha tenido unas consecuencias inmediatas (y otras que con seguridad vendrán en los p...

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La decisión de Pedro Sánchez de continuar en La Moncloa tras los cinco días que se tomó para reflexionar si le merecía la pena ser presidente del Gobierno ha tenido unas consecuencias inmediatas (y otras que con seguridad vendrán en los próximos meses).

Más polarización. La fractura política que vive España, con bloques irreconciliables que solo se escuchan a sí mismos, se ha ensanchado más. Quienes pensaban que Sánchez es un tahúr político han visto reforzada su opinión y creen que, en una pirueta definitiva, ha utilizado a su familia para un fin personal. Quienes veían a un líder de primer nivel que ha estado a punto de un sacrificio injusto subrayan el lado humano de un político al que se le atribuía no tener fisuras. Si Sánchez pretendía abrir un debate sobre los límites del envilecimiento del debate político y los bulos, no hay ningún indicio de que lo vaya a lograr. Es más, todo apunta a que el PP y Vox endurecerán aún más su discurso.

Un PSOE en shock. La decisión de Sánchez de compartir la angustia personal que sentía por los ataques a su esposa, Begoña Gómez, ha sometido a una tensión máxima a la sociedad, que en el caso del PSOE ha llegado al paroxismo. El Comité Federal del sábado se convirtió en un acto de reivindicación de su líder con una épica discursiva hiperbólica. La crisis deja al menos dos derivadas internas. En primer lugar, el debate sucesorio en una organización que ya ha tenido graves traumas internos cuando ha abordado relevos en su dirigencia. En segundo lugar, el núcleo político más próximo a Sánchez (María Jesús Montero, Félix Bolaños y Santos Cerdán) conoció la decisión de su continuidad poco antes que el resto de los españoles, lo que no es síntoma de una confianza máxima.

Unos socios molestos. El anuncio de Sánchez de que meditaba dimitir causó un cierre de filas inmediato de todas las formaciones que sustentan al Gobierno de PSOE y Sumar. La resolución de la crisis ha provocado críticas, más evidentes en los partidos independentistas. Una vez que Sánchez ha hecho el diagnóstico de que España necesita una “regeneración”, sus aliados le urgen a tomar decisiones pronto, iniciativas que seguro serán polémicas en una legislatura ya muy compleja por la ley de amnistía.

Una regeneración imprecisa. Tras anunciar su continuidad, Sánchez aseguró sin más precisión que está dispuesto a abordar “la regeneración pendiente” de la democracia española. Llama la atención esta frase cuando el PSOE ha gobernado 27 de los 47 años de la reciente historia democrática y, por tanto, tiene una responsabilidad sustantiva en la situación actual. Es evidente que hay una asimetría en el embrutecimiento del debate político, con un PP que practica el todo vale cuando está en la oposición, pero la estrategia de la crispación no es unidireccional. Y abrir la espita de reformas legales que afecten a la arquitectura institucional (cambio de mayorías para la elección del Consejo General del Poder Judicial) o relacionadas con la prensa no parecen la mejor idea en un momento en el que los acuerdos transversales parecen imposibles.

Política en la calle. Esta semana Sánchez ha apelado a la sociedad, a la mayoría social y a las movilizaciones para la cruzada que quiere emprender contra la “máquina del fango”. El PP ha replicado con el anuncio de convocatorias de manifestaciones contra el Gobierno. Es decir, más política emocional lejos de los cauces institucionales.

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