Cómo una pugna PP-PSOE por 21 escolares en un pueblo lejano de Huesca acaba en los juzgados y ganan los niños

Los menores acudían a un colegio en la localidad de Caneto organizado por sus padres, que el nuevo Gobierno popular trató de cerrar por decisión administrativa contra la opinión de la justicia ordinaria

Clase en la escuela de Caneto, el pasado 12 de enero, cuando ya la escuela estaba oficialmente clausurada.Pilar Tardio

El Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) falló este viernes a favor de las familias de los 21 niños de Caneto, una pedanía de Huesca perdida en la comarca del Sobrarbe, a la que el Gobierno de Aragón (PP) cerró su escuela “por irregularidades administrativas” y tras argumentar “que no existía” por no estar inscrita oficialmente. Desde el pasado 7 de noviembre, cuando se produjo el cierre, los 21 menores de educación infantil y primaria han permanecido en ...

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El Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) falló este viernes a favor de las familias de los 21 niños de Caneto, una pedanía de Huesca perdida en la comarca del Sobrarbe, a la que el Gobierno de Aragón (PP) cerró su escuela “por irregularidades administrativas” y tras argumentar “que no existía” por no estar inscrita oficialmente. Desde el pasado 7 de noviembre, cuando se produjo el cierre, los 21 menores de educación infantil y primaria han permanecido en un limbo que se ha convertido en todo un símbolo de la lucha contra la despoblación, una piedra incómoda en el zapato del presidente autonómico, Jorge Azcón, y ahora su primera bofetada judicial. Con el cambio de Gobierno en Aragón, la escuela de Caneto se convirtió en un símbolo para la izquierda, que apoyaba mantener el colegio en su lugar.

Escolarizados sin escuela, estos menores siguieron acudiendo cada día a sus aulas, en medio del bosque, donde en estos meses han recibido las clases de los propios padres y de Nico, un recién licenciado en Magisterio y voluntario que ha acudido de lunes a viernes desde Zaragoza al conocer la situación en la que se habían quedado tras el cierre ordenado por la Consejería de Educación. Los informes oficiales utilizaron varios argumentos en contra: que el terreno no estaba declarado urbanizable o que la valla electrificada que los protegía de los jabalíes no era segura para los menores. Pero el tribunal los ha desestimado.

La historia de Caneto tiene de todo: la despoblación de la España vacía, carreteras imposibles en medio de un paisaje exuberante, un cambio de Gobierno y las dificultades para vivir al margen de lo oficialmente establecido y lo legamente homologado. Y su escuela inventada se ha convertido en una piedra en el zapato del Gobierno de Azcón, que ha acabado poniendo en entredicho la lucha contra la despoblación que enarbola también su Ejecutivo.

“Caneto es una luz en la oscuridad de la despoblación —dice Eduard Jubert, padre portavoz— porque en un lugar como el Sobrarbe con una densidad de población menor que en el Sahara, hemos venido una oleada de gente joven para vivir y rehabilitar el medio rural”. Este catalán de la periferia de Barcelona, dueño de una empresa de turismo de aventura, fue de los primeros repobladores de Caneto y ahora hace de portavoz del AMPA O Chinebro —como han bautizado su escuela— adonde lleva a sus hijos a pesar del cierre. Él, como el resto, no entiende esta medida, y la han acabado denunciando “por irregular” en el TSJA con un recurso contencioso-administrativo.

Tampoco Peña Pérez, otra de las repobladoras, trabajadora social de la comarca y madre, que ahora hace hasta de profesora ocasional. Fue de las últimas en llegar y lo hizo desde París, donde vivía con su marido —ingeniero que ahora va y viene— y sus dos hijos. “No es —asegura— una apuesta fácil, venir de la gran ciudad a la montaña donde se acaba la carretera, depender de placas solares, etc... es un arduo trabajo, pero hace tiempo que teníamos sobre la mesa esta propuesta y cuando tuvimos a nuestro último hijo y vimos que había un proyecto de escuela nos decidimos”.

Imagen de la ermita que acogió a los primeros niños como escuelaEva Pérez Sorribes

Como ellos, 14 jóvenes familias —la mayoría de descendientes de la zona— llegaron a partir del 2014 a este lugar perdido de la comarca del Sobrarbe que quedó despoblado en los años 60 cuando la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) construyó el pantano del Grado —en la confluencia de los ríos Ara y Cinca— y expropió este y otros núcleos rurales. A 50 kilómetros de la bella Ainsa, a 30 kilómetros de curvas de Graus y próximo al templo budista de Panillo, Caneto resucitó en 2014. Y de cero llegó a 50 habitantes, 21 de ellos niños, un milagro demográfico.

Entonces, con el regreso de estas familias al pueblo, surgió la idea de crear una escuela “libre y con metodologías activas” y empezaron costeándola tras un crowfounding y alojándola en la ermita del pueblo, en medio de la plaza, adonde acudían dos profesores contratados por los padres. Pero la escuela inventada creció lo mismo que los costes, y acabó convertida en tres módulos de madera —idílicas cabañas en medio del bosque— dos de ellas financiadas por el Ayuntamiento de la Fueva del que depende Caneto y por la Diputación Provincial de Huesca y hasta con profesores públicos enviados por el Gobierno de Aragón a pesar de no tener registrada la escuela oficialmente, y estar en unas condiciones que no cumplía con la legalidad (RD132/2010): un terreno de la CHE calificado como no urbanizable o accesos sin pavimentar para vehículos de emergencias, como exponen varios informes desfavorables de la Unidad de Obras y Proyectos encargados por el servicio de Educación y firmados por arquitectos.

Pero todos, entonces del mismo signo político (PSOE), hicieron la vista gorda ante aquella escuela que no cumplía, pero que era toda una proeza contra la despoblación. Hasta que llegaron las elecciones de mayo y hubo cambio de gobierno. Eso y una carta de la directora del centro escolar de la Fueva, al que estaban inscritas las aulas de Caneto, alertando de la “peculiar situación administrativa de la escuela”, y en la que manifestaba “no estar dispuesta a volver a asumir responsabilidades”, destaparon la caja de los truenos.

Niños de la escuela de Caneto, durante una lección.Pilar Tardio

“Ha existido un espacio educativo inventado -dice el director general de Educación del gobierno de Aragón- que no tenía ninguna regulación, que era ilegal”. Luis Mallada alude a todo lo que no cumple el espacio, en mitad del bosque y que, según dice, puede suponer un peligro y una responsabilidad para la Administración. Pero no lo ven así en el Ayuntamiento de la Fueva, que también ha cambiado de color político (del PSOE a una Agrupación de Electores). El portavoz y concejal Carlos Espluga cuenta cómo el ayuntamiento ha hecho lo posible por buscar una solución. En 2019, de hecho, el consistorio presentó a Educación un informe en el que se certificaba que estos terrenos contaban con agua potable, energía eléctrica, red de saneamiento y telefonía e internet. También intentó tramitar el cambio de uso del suelo, de pastos a urbanizable, pero una denuncia contra su Plan General de Ordenación Urbana por un parque solar que nada tiene que ver, atascó esta modificación administrativa sine die, y así sigue. Aun así, Espluga es claro sobre el cierre: “los que conocemos la realidad geográfica de la zona y cómo son nuestras carreteras sabemos que donde mejor están los niños es en Caneto”. De la misma opinión fue la institución de Justicia de Aragón, defensor del pueblo en la comunidad, que sugirió -no tiene poder coercitivo- con un demoledor informe “la reapertura cuanto antes de las aulas, primando por el interés de los menores”. Y ahora ya, hasta el mismo TSJA les apoya.

Durante casi tres meses, Educación envió un autobús y concedió becas de comedor a los menores para que se desplazaran al CEIP Tierrantona de la Fueva, a 45 minutos por una pista forestal plagada de curvas y, en el día de elaboración de este reportaje, con nieve en los ribazos y sal esparcida para evitar el hielo. Todos estos días el autobús se ha ido de vacío. Y ahora, tras el fallo del tribunal, ya no tendrá que volver más.

Pero hasta las cautelares de este viernes, que obligan al Gobierno a reabrir lo que no pudo de facto cerrar, el asunto ha provocado toda una guerra política que llegó a destapar hasta supuestas coacciones de la ex directora provincial del Gobierno anterior a uno de los arquitectos firmantes de los informes técnicos para que apoyara, aun sin cumplir, la homologación de la escuela. El Ejecutivo de Javier Lambán hizo bandera de mantener escuelas abiertas en el medio rural, incluso con menos de seis alumnos, y el de Azcón ha querido hacer bandera de cumplir con la legalidad caiga quien caiga. Ayer, Caneto era una fiesta, la oposición pedía la dimisión de la Consejera de Educación y los niños, que no han permanecido ajenos al conflicto, recordaban los cuentos que habían escrito sobre lo ocurrido. En uno, un pato superhéroe salvaba su escuela.

El exterior de una de las cabañas que sirven de escuela en Caneto (Huesca).Eva Pérez Sorribes

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