El Gobierno se replantea el escenario para evitar la agonía parlamentaria: menos decretos y más leyes
El ‘superpleno’ del miércoles deja lecciones y desgaste para todos, aunque el presidente se queda con el resultado
No fue una jornada parlamentaria más. Era la primera gran prueba de fuego de la nueva mayoría después de la investidura. Y estuvo muy cerca de descarrilar por completo. Lo hizo parcialmente, con la derrota del decreto del subsidio de desempleo, que Podemos decidió tumbarle a Yolanda Díaz, la sucesora designada por Pablo Iglesias que ahora la ha convertido en su enemiga a batir.
En el sector socialista del Go...
No fue una jornada parlamentaria más. Era la primera gran prueba de fuego de la nueva mayoría después de la investidura. Y estuvo muy cerca de descarrilar por completo. Lo hizo parcialmente, con la derrota del decreto del subsidio de desempleo, que Podemos decidió tumbarle a Yolanda Díaz, la sucesora designada por Pablo Iglesias que ahora la ha convertido en su enemiga a batir.
En el sector socialista del Gobierno había euforia porque se habían salvado cuatro de cinco votaciones, entre ellas dos decretos decisivos. Y porque el PP se había quedado con la miel en los labios de una gran derrota de Pedro Sánchez, un fracaso total del Gobierno que llevan años esperando pero que nunca llega, unas veces por carambola ―como la reforma laboral en la legislatura pasada―, otras porque la realidad destroza casi todas las encuestas ―como en las elecciones de julio― y otras, como el vertiginoso miércoles en el Senado, porque grandes cesiones, en este caso a Junts, permiten sacar adelante los decretos.
Sánchez y su equipo de confianza sabían desde las 15.30 que habían pactado con Junts una abstención, y que finalmente los independentistas catalanes habían optado por no votar, pero en La Moncloa no tuvieron claro qué había pasado en la votación telemática hasta poco antes de que se diera a conocer, porque siempre hay sorpresas. De hecho, hubo un error de un diputado de la mayoría, Gerardo Pisarello, que forzó un empate y obligó a repetir tres votaciones. El PP cometió otro error: pedir votación por llamamiento, porque ahí ya no había riesgo de errores, que con el telemático son relativamente frecuentes, y eso garantizó el éxito del Gobierno e incluso le permitió votaciones más cómodas, porque Junts apoyó el techo de gasto en la repetición ―no se abstuvo― y salió con 178 votos.
Pero por debajo de esta exhibición de entusiasmo, que llevó incluso a un aplauso atronador a Pedro Sánchez, como en los días de grandes éxitos, diversos dirigentes del Gobierno y del PSOE, y también varios diputados de la mayoría de distintos partidos, reclamaban una autocrítica, pararse a pensar para evitar más jornadas agónicas como esta. A pesar del éxito final, durante todo el día el Gobierno dio una imagen de debilidad extrema, a expensas de una decisión de Junts que los independentistas ocultaron hasta el final, haciendo sufrir a todos los diputados de la mayoría y disfrutar a los de la oposición, que ya paladeaban un fiasco absoluto del Gobierno, el fin de la baraka de Sánchez.
No es previsible que se repitan jornadas así. La Moncloa concentró en un día cinco votaciones arriesgadas y tres decretos con decenas de pequeñas reformas que tenía pendientes del último año, en el que Sánchez adelantó las elecciones y estuvo varios meses en funciones, sin poder aprobar nada. Había compromisos europeos, promesas pendientes, ayudas que decaían, y reformas que La Moncloa decidió colocar en un solo día jugando muy fuerte. Si salía mal, no iba a caer el Gobierno ―eso solo pasaría con una derrota en los Presupuestos, como en 2019, y tal vez ni siquiera— pero sí iba a quedar tocado. Salió casi bien ―solo falló finalmente Podemos, aunque la reforma del subsidio se volverá a tramitar en breve―, pero en La Moncloa no han quedado ganas de repetir y darle más bazas a la oposición.
A partir de ahora, según fuentes del Gobierno, habrá muchos menos decretos ―que son a todo o nada, y por eso es fácil que caigan con una mayoría tan justa― y más proyectos de ley del Ejecutivo o proposiciones de los grupos, donde es más fácil negociar enmiendas, pactar a varias bandas, y finalmente garantizarse con tiempo una votación sin agobios. Es difícil decir que no habrá ningún decreto más, porque puede haber urgencias, situaciones sobrevenidas y compromisos europeos, pero estas fuentes del Gobierno confirman que serán los mínimos imprescindibles, nada que ver con la anterior legislatura, donde se abusó abiertamente de ellos, primero en pandemia ―más justificado― y después fuera de ella, con muchas menos excusas.
Con Junts se ha visto una vez más que la desconfianza sigue siendo muy fuerte, y el riesgo de un patinazo es constante. Pero hasta ahora siempre han acabado entrando ―ya ha habido tres pruebas importantes, la Mesa del Congreso en agosto, la investidura de Sánchez en noviembre y esta votación―, mientras el problema más acuciante ahora es Podemos. En Sumar insisten en que intentaron hasta el final negociar con ellos y no quisieron ni acudir a la última reunión prevista. En la formación de Ione Belarra dicen que no se fiaban del compromiso de aceptar una enmienda suya porque podía no tener votos, querían algo más. Pero lo cierto es que la guerra de Podemos contra Díaz ya no es solo un problema para ella, sino para el Gobierno, al que no le sobra un solo voto.
En La Moncloa creen que Podemos se ha equivocado al elegir un tema tan sensible como el subsidio de desempleo, que no mejorará de momento por su decisión de votar no con el PP y Vox. Y están convencidos de que eso tendrá un desgaste que les hará reflexionar, porque el no es una bala que no puede usarse muchas veces, y menos si, como es el caso, todos tus aliados habituales ―ERC, Bildu― votan sí y hasta Junts lo hace, dejándote solo con la oposición, cuando los cinco diputados de Podemos fueron elegidos en una lista de Sumar que auguraba una coalición progresista. “Ha sido muy evidente que es un tema personal, no político, es un error”, resumen en el sector socialista del Gobierno, mientras Díaz hablaba abiertamente de “irresponsabilidad” y Ione Belarra la acusaba de no querer negociar. En cualquier caso, la mala relación entre Sumar y Podemos y las ganas de venganza de estos últimos preocupan en el PSOE.
Al margen de que admiten que jornadas como la del miércoles no deberían repetirse, en La Moncloa creen que el PP le ha vuelto a dar munición a Sánchez, como en la campaña electoral, al votar en contra de una revalorización de las pensiones, un asunto que fue decisivo en la última semana antes de los comicios, tras el error de Alberto Núñez Feijóo en la entrevista en TVE. Es algo que inmediatamente utilizó el presidente nada más acabar la votación, mientras Feijóo hablaba de “esperpento” y ahondaba en la “humillación” y dependencia total de Carles Puigdemont que presenta el Ejecutivo. Como siempre, con la idea de “hacer de la necesidad virtud”, Sánchez muestra a sus interlocutores una tranquilidad absoluta. Incluso aunque hubiera perdido, estaba preparado para ofrecer esa calma con la idea de que el Gobierno no iba a caer y se buscaría una solución. “Esto es una democracia parlamentaria, unas veces se gana y otras se pierde. ¡Menuda dictadura!”, bromean en el entorno del presidente con la idea de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, de que España se está convirtiendo en un régimen totalitario. El presidente volvió a jugar al límite, y de nuevo ganó en la última curva, aunque no han quedado muchas ganas de repetir la experiencia y todo indica que cambiarán cosas a partir de ahora, aunque nada evitará que haya más jornadas frenéticas, una constante en la política española desde el fin del bipartidismo.