Primo de Rivera será exhumado del Valle de los Caídos el lunes

El cuarto entierro del fundador de Falange será en el cementerio madrileño de San Isidro. La familia rechazó que los restos permanecieran en el mausoleo pero no en el lugar preferente que ocupaban hasta ahora

Tumba de José Antonio Primo de Rivera en el Valle de Cuelgamuros, en 2018.Inma Flores

El Gobierno ejecutará el próximo lunes, 24 de abril, la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange enterrado en el Valle de Cuelgamuros, antes llamado de los Caídos, según ha adelantado La Razón y ha confirmado este diario. La fecha elegida coincide con el 120 aniversario del nacimiento del líder falangista, el 24 de abril de 1903. Ya en 2010, el comité de expertos creado por el Ejecutivo de...

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El Gobierno ejecutará el próximo lunes, 24 de abril, la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange enterrado en el Valle de Cuelgamuros, antes llamado de los Caídos, según ha adelantado La Razón y ha confirmado este diario. La fecha elegida coincide con el 120 aniversario del nacimiento del líder falangista, el 24 de abril de 1903. Ya en 2010, el comité de expertos creado por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero propuso que fueran trasladados sus restos de la tumba donde se encontraban, en un lugar preeminente del monumento, junto al altar mayor, a una de las criptas o a otro lugar designado por la familia. Al contrario que Franco, cuyo traslado también recomendaron en su informe, los expertos establecieron que Primo de Rivera sí era una víctima de la Guerra Civil y podía permanecer en el mausoleo, aunque sin ocupar un lugar destacado. Tras meses de conversaciones con el Gobierno, la familia ha decidido llevar sus restos al cementerio madrileño de San Isidro. Este será el cuarto entierro del fundador de Falange. El ministro de la Presidencia y de Memoria Democrática, Félix Bolaños, ha asegurado este jueves que este es “un paso más en la resignificación del Valle para que no se homenajee ni enaltezca allí a ninguna persona ni ideología que evoque a la dictadura”.

José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, fue detenido en su casa el 14 marzo de 1936, al igual que otros dirigentes de Falange. Dos días antes, el 12 de marzo, varios falangistas habían tiroteado en Madrid al catedrático de Derecho y socialista Luis Jiménez de Asúa, uno de los redactores de la Constitución de 1931. Él se salvó, pero en el atentado, como recuerdan los historiadores Julián Casanova y Carlos Gil Andrés en Historia de España en el siglo XX, murió su escolta. La Dirección General de Seguridad ordenó entonces la detención de la junta política y la directiva nacional de Falange. El juez decretó su procesamiento por asociación ilícita y ordenó su encarcelamiento. Primo de Rivera fue a parar a la cárcel Modelo de Madrid, en la sección de presos políticos. Después fue trasladado a la prisión de Alicante, donde se encontraba cuando estalló la sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil. El 16 de noviembre de 1936 un tribunal lo interrogó sobre sus conexiones con los sublevados y la preparación del golpe. Primo de Rivera negó su participación en los hechos. El 18 de noviembre, los magistrados aceptaron la petición del fiscal, pena de muerte, y el 20 de noviembre, a los 33 años, fue fusilado. Su hermano Miguel fue condenado a cadena perpetua.

En esa época se produjeron varios intercambios de prisioneros, como el del propio Miguel Primo de Rivera, que fue canjeado por el hijo del general Miaja. Pero “la falta de cooperación de Franco garantizó que eso no ocurriera” en el caso del fundador de Falange, según el hispanista Paul Preston. El autor de El holocausto español explica en su biografía del dictador que “Franco necesitaba la Falange como mecanismo de movilización política de la población civil y como medio para crear cierta identificación con los ideales de los aliados alemanes e italianos. Sin embargo, si el carismático José Antonio Primo de Rivera hubiera aparecido por Salamanca, Franco nunca habría podido dominar ni manipular a la Falange como haría más tarde”. Pese a todo, tras el fusilamiento, “Franco aprovechó al máximo las oportunidades propagandísticas que se le presentaban, dispuesto a explotar la eterna ausencia del héroe, mientras en privado se alegraba de que no le incomodara con su presencia”. La noticia del fusilamiento llegó al cuartel general de Franco poco después de que ocurriera, y se publicó en la prensa republicana y en la francesa, pero, prosigue Preston, el anuncio de su muerte podría haber provocado que la jefatura de Falange se afianzara “en un momento en el que la propia posición de Franco estaba en vías de consolidación”. Sabiendo que le habían fusilado, Franco le contó a Serrano Súñer, su cuñado y amigo íntimo de Primo de Rivera, que probablemente lo habían entregado a los rusos. “Mientras se orquestaba un culto a la personalidad de Franco para proclamarlo como heredero de José Antonio, el Caudillo expresaba en privado su aversión por el jefe falangista”, afirma el hispanista. En una ocasión, llegó a afirmar tener pruebas de que Primo de Rivera “había muerto como un cobarde”.

El origen de las placas e inscripciones conmemorativas de “los caídos por Dios y por la Patria” que llenaron las iglesias, recuerda Casanova, es un decreto de 1938 que proclamó la fecha del fusilamiento de Primo de Rivera, “día de luto nacional”.

El 20 de noviembre de 1939, tres años después de su ejecución por los republicanos, el fundador de Falange fue exhumado en Alicante y trasladado a El Escorial, tumba de reyes. Una procesión escoltó el cuerpo durante el trayecto, de 10 días. “Las clases en escuelas y universidades eran interrumpidas para que maestros y profesores alzaran el brazo en el saludo fascista y gritaran: ‘¡José Antonio! ¡Presente!”, relata Preston. En Madrid, los restos fueron recibidos por altos mandos de los tres ejércitos y representantes de la Alemania nazi y la Italia fascista. En el monasterio de San Lorenzo de El Escorial también había coronas de Hitler y Mussolini. Este fue el segundo entierro de Primo de Rivera.

En marzo de 1959, poco antes de inaugurar el monumento con el que pretendía inmortalizar su victoria, Franco se dirigió por carta a los hermanos de Primo de Rivera: “Terminada la grandiosa basílica del Valle de los Caídos, levantada para acoger a los héroes y mártires de nuestra Cruzada, se nos ofrece como el lugar más adecuado para que en ella reciban sepultura los restos de vuestro hermano José Antonio, en el lugar preferente que le corresponde entre nuestros gloriosos caídos”. Pilar y Miguel Primo de Rivera contestaron al dictador: “Levantada, como decís, la basílica del Valle de los Caídos para acoger a los héroes y a los mártires de nuestra Cruzada, nos parece justo y nos honra vuestro designio de depositar en ella los restos mortales de nuestro hermano”. La tumba, bajo una losa de 3.500 kilos, idéntica a la que años después cubriría el féretro de Franco, se ubicó junto al altar mayor. Este fue su tercer entierro. Un año después, en 1960, durante una misa de homenaje al fundador de Falange, un falangista llamado Román Alonso Urdiales gritó “¡Franco traidor!”. Fue condenado a 12 años de prisión “por injurias al jefe del Estado en lugar sagrado”.

Franco, acompañado por el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón (detrás), deposita flores sobre la tumba de Primo de Rivera, durante el funeral celebrado en el Valle de los Caídos en el 38 aniversario de su muerte.EFE

El cuarto entierro de Primo de Rivera cumple el artículo 54.4 de la Ley de Memoria Democrática, que establece que en el Valle de Cuelgamuros solo podrán yacer “los restos mortales de personas fallecidas a consecuencia de la Guerra” y “se procederá a la reubicación de cualquier resto mortal que ocupe un lugar preeminente en el recinto”. El traslado de los restos del fundador de Falange es otro hito en el proceso de resignificación del monumento tras la exhumación de Franco en octubre de 2019. Queda pendiente la entrega, en los casos que sea posible, de los restos reclamados por familiares, la expulsión de la comunidad benedictina y la creación de un centro de interpretación en el recinto.

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