Pablo Iglesias, en ‘Verdades a la cara’: “No se lo dije a Yolanda porque no me habría dejado hacerlo”
‘Verdades a la cara’, el libro del exvicepresidente Pablo Iglesias, cuenta cómo le cedió el liderazgo a la vicepresidenta Díaz
El próximo 11 de abril sale a la venta Verdades a la cara, el libro de Pablo Iglesias tras su experiencia en el poder como vicepresidente del Gobierno de Pedro Sánchez. En este adelanto, el líder de Unidas Podemos cuenta cómo le cedió el liderazgo a Yolanda Díaz.
La decisión de abandonar la vicepresidencia del Gobierno y presentarme a las primarias para ser el candidato de Unidas Podemos en las elecciones a la Comunidad de Madrid de mayo de 2021 la tomé tres días antes de anunciarlo, y después de planteárselo a mi núcleo más próximo y a algunos compañeros y compañeras cuya opinió...
El próximo 11 de abril sale a la venta Verdades a la cara, el libro de Pablo Iglesias tras su experiencia en el poder como vicepresidente del Gobierno de Pedro Sánchez. En este adelanto, el líder de Unidas Podemos cuenta cómo le cedió el liderazgo a Yolanda Díaz.
Cinco días de marzo
La decisión de abandonar la vicepresidencia del Gobierno y presentarme a las primarias para ser el candidato de Unidas Podemos en las elecciones a la Comunidad de Madrid de mayo de 2021 la tomé tres días antes de anunciarlo, y después de planteárselo a mi núcleo más próximo y a algunos compañeros y compañeras cuya opinión era muy relevante para mí.
La situación era desesperada porque estábamos convencidos de que iban a inhabilitar a Isa [Serra]. Tras saber que Alberto Garzón había decidido finalmente no presentarse —me explicó que en IU no lo veían—, Irene me propuso presentarse ella. En ese momento lo vi: era absurdo que se presentara ella. Debía hacerlo yo, por muchas razones que empezaron a caer como una cascada en mi cabeza. Cuando se lo fui diciendo todos pusieron cara de “oh, dios mío”. Pero no tardaron mucho en rendirse ante la evidencia de que era lo correcto. Quizá el que más se opuso de todos fue Enrique Santiago. Pero no había otra alternativa, aunque la decisión suponía en la práctica dejar el liderazgo del espacio político. (...) En aquellas elecciones existía un riesgo real de quedarnos fuera de la Asamblea de Madrid y, en esas circunstancias, hacer la transición con Yolanda [Díaz] habría sido mucho más complicado. Si poníamos en marcha el proceso de relevo después de un eventual batacazo, todo se interpretaría como un intento de recomponer los muebles en una situación desesperada, cuando la decisión de que Yolanda tomara las riendas la tenía clara ya desde el verano anterior.
Y todavía quedaba otro argumento que compartí aquel día con mi equipo (...): no era imposible sumar para derrotar a la derecha. Si se lograba una movilización de los barrios donde habitualmente se impone la izquierda, era posible, o eso creía yo. Yo podía contribuir a esa movilización, incluso si UP no era el partido más beneficiado de la misma, para intentar darle la vuelta a unas elecciones que estaban muy complicadas de antemano. Y, de hecho, lo conseguimos. El problema fue que la hipótesis era errónea.
La hipótesis con la que fuimos al 4-M era sencilla: si el sur de Madrid vota, la derecha y los ultras no tendrían mayoría. (...) Vivimos horas de emoción antes del resultado final porque se votó mucho en el sur de Madrid. Pero la derecha demostró que tenía mayoría también si votaba el sur de Madrid.
En esas conversaciones en las que se terminó de tomar la decisión, que se resolvió en horas, no participó Yolanda Díaz. Para que saliera bien, sabía que no podía decírselo. De hecho, si se lo hubiera comunicado no me habría dejado hacerlo. Se ha dicho mucho que no quería ser ministra de Trabajo, pero ser ministra de Trabajo le encanta; era la máxima aspiración política y personal para una abogada laboralista, hija de un líder sindical y militante comunista desde la adolescencia (...) Pero entonces no quería oír hablar de ser vicepresidenta y líder del espacio político. Era consciente de que le tocaba, pero no quería. Por suerte todo ocurrió como pensé que iba a ocurrir. Tardó un tiempo en hacerse a la idea, pero hoy es evidente que Yolanda está radiante como vicepresidenta y líder del espacio. Se gusta y eso se ve, ha definido su propio estilo de figura independiente que puede ser muy útil para los objetivos de Unidas Podemos. En Podemos, se ha consolidado el liderazgo femenino con Ione [Belarra] y las principales responsabilidades en manos de mujeres y el partido funciona mejor que cuando estaba yo de secretario general. Creo que, en Podemos, acertamos haciendo así la transición.
Yolanda se enteró a la vez que la mayoría de los españoles, el lunes 15 de marzo, con aquel vídeo en el que anuncié mi decisión y en el que pedí a todos “animar y apoyar a Yolanda para que, si lo decide y lo quiere la militancia, sea la candidata de Unidas Podemos en las próximas generales y la primera mujer presidenta”.
Ella estaba en ese momento en una reunión telemática con otros ministros europeos. Le pedí que viniera a comer a mi despacho. Entró y me dijo: “¡Qué cabrón eres, qué cabrón eres!”. Nos dimos un abrazo, comimos tranquilamente y planificamos algunas cosas. No iba a aceptar que le quitaran las competencias de trabajo para ser vicepresidenta. Le dejé claro que eso no ocurriría y todo salió bien.
(...) En Podemos no todo el mundo lo comprendió al inicio (...). Uno de los que menos lo entendió al principio fue Juan Carlos Monedero, pero con el paso del tiempo creo que es difícil cuestionar que fuera la decisión correcta.
Antes de tomar la decisión definitiva se valoró la opción de Alberto Garzón. Lo hablé con él y me dijo que lo iba a meditar, pero hubo dos elementos que hicieron esa opción imposible: por una parte, el entorno de la dirección de Izquierda Unida no lo veía claro. Así me lo trasladó Alberto (...) y él tampoco lo veía claro.
Está radiante como vicepresidenta y líder del espacio. Se gusta y eso se ve
(...) Fue entonces cuando, desde el entorno de Alberto, se propuso la opción de lanzar a Irene Montero. Irene, como decía, estaba dispuesta a aceptarlo, pero eso no tenía ningún sentido. A Irene le quedaba trabajo por hacer en el Ministerio de Igualdad (...) y yo tenía claro desde el verano anterior que no iba a poder ser el candidato ni el líder del espacio en las siguientes elecciones. Era algo que llevaba hablando ya mucho tiempo con compañeros de Podemos, con Enrique y con Yolanda. Había que encontrar el momento preciso. Y el momento se presentó.
La decisión fue política. Lo personal pesaba y, aunque es verdad que en los últimos tiempos eso se había intensificado mucho, en realidad yo llevaba siete años en una situación no deseada. Quiero decir que mi situación personal no fue lo determinante a pesar de la presión contra mi familia. Yo estaba dispuesto a cumplir con mi obligación y con mi compromiso (...), pero hacía muchos meses que era consciente de que había que construir la transición.
(...) ¿Qué fue lo que terminó de desencadenar la presión contra mí? Haber contribuido unos meses antes a armar el bloque con ERC y Bildu para aprobar los Presupuestos (...), dejando a Ciudadanos fuera. Sabía que eso no me lo iban a perdonar. Y no me lo perdonaron (...). Me había salido todo bien. Y la consecuencia de que te salga todo bien, a veces, es que te quemas: entras al incendio, salvas al niño, pero tú del incendio no sales. Es un relato clásico.
En política hay que ponerse siempre en el lugar del enemigo. Lo que nosotros habíamos conseguido era tremendo. Primero, entrar al Gobierno. Y gracias a entrar en el Gobierno (...) se pudo construir un liderazgo inequívoco en Yolanda Díaz.
Entró y me dijo: ‘Eres un cabrón’. Nos dimos un abrazo y comimos
La misma mañana del anuncio de mi dimisión le mandé a Pedro Sánchez un mensaje largo de WhatsApp para explicarle mi decisión. En el mensaje le di las gracias y le planteé que en ese contexto iba a intentar un acuerdo preelectoral con Más Madrid porque creía que podía ser un revulsivo a la hora de lograr la movilización que pensaba que hacía falta para frenar a la derecha. En el mismo mensaje le informé de que la vicepresidenta iba a ser Yolanda, de que Ione sé que daría al frente del Ministerio de Derechos Sociales y de que Enrique Santiago iba a asumir la Secretaría de Estado para la Agenda 2030.
Fue un mensaje largo, y él me contestó también un mensaje largo, muy cariñoso, en el que me agradeció la labor que había desempeñado en el Gobierno. Pedro entendió la lógica política de mi decisión, pero me planteó que tendríamos que discutir lo de los nombres en el Gobierno. A esto último le dije que no (...) Nosotros no teníamos nada que decir sobre la cuota del PSOE en el Gobierno, pero la nuestra la decidíamos nosotros.
(...) En ningún momento de los meses anteriores había dejado entrever a Pedro que existía una posibilidad de que yo no concluyera la legislatura (...). Nunca le enseñé esa carta. Siempre le dije que iba a aguantar ocho años. Doce. Todo lo que hiciera falta. Tenía que proteger a Yolanda y al resto del equipo. Si le hubiera enseñado esa carta, habría quedado amortizado políticamente de forma inmediata.