Análisis

El nuevo centro, lejos de Vox y por la reforma laboral

Ciudadanos trata de sobrevivir en medio del hostigamiento de la derecha y de la izquierda

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, el domingo en un acto electoral del partido en Salamanca.Manuel Ángel Laya (Europa Press)

El expresidente del Gobierno José María Aznar ha echado una mano, involuntariamente, a Ciudadanos. Por todos los rincones de Castilla y León, el candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, plantea las elecciones de la comunidad del 13 de febrero como un ajuste de cuentas a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España. Unas elecciones para que “Pablo Casado llegue a La Moncloa”. No es eso, no es eso, les dijo a los suyos en Valladolid este sábado. “Dicen que...

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El expresidente del Gobierno José María Aznar ha echado una mano, involuntariamente, a Ciudadanos. Por todos los rincones de Castilla y León, el candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, plantea las elecciones de la comunidad del 13 de febrero como un ajuste de cuentas a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España. Unas elecciones para que “Pablo Casado llegue a La Moncloa”. No es eso, no es eso, les dijo a los suyos en Valladolid este sábado. “Dicen que estas elecciones son para llevar a no sé quién a Moncloa, o a no sé dónde, o a un convento... quien dice eso no tiene un proyecto fuerte...”. Quien lo dice, Mañueco, estaba sentado en primera fila escuchando a quien fuera presidente de esa comunidad entre 1987 y 1989. La llamada de atención de Aznar, para que no se desvirtúe el sentido de estos comicios, coincide con el grito de Ciudadanos. Estas elecciones se celebran para que Pablo Casado se anote un tanto victorioso, si su partido gobierna en la región.

No será ya solo Isabel Díaz Ayuso en Madrid quien encarne una victoria, sino que la marca, PP, y el líder nacional, Pablo Casado, son ingredientes del triunfo, y así volverá a ocurrir en Andalucía. “Todo porque lo necesita Casado”, señalan en el partido que dirige Inés Arrimadas. Para llegar a estas elecciones antes de su fecha oficial, mayo de 2023, el presidente Mañueco ha tenido que cesar a los consejeros de Ciudadanos. Entre ellos, su vicepresidente, Francisco Igea. La campaña está en marcha y en el partido centrista no saben si hay tiempo o canales de escucha para que los castellanos y leoneses se pregunten por qué el presidente Mañueco ha roto el gobierno de coalición y lleva a los ciudadanos a unas elecciones dos años antes de fecha.

La consecuencia de esta ruptura abrupta puede ser, según las encuestas, una subida importante del PP, un alza considerable de Vox y una dramática pérdida de escaños de Ciudadanos. Sin necesidad de análisis profundos la noche electoral del 13 de febrero se constatará a simple vista si la consecuencia real es la sustitución de Ciudadanos por Vox. Los centristas se colocan a mucha distancia política de los de Abascal.

Este contexto de intereses del PP nacional, con el que colaboran los líderes territoriales, acorrala a Ciudadanos. Estas elecciones y la intención de los de Arrimadas de apoyar la reforma laboral este jueves en el Congreso marcan su devenir.

Cs no se resigna a su extinción sin trabajar hasta el final por detener el torrente de apoyos que se les va hacia todas partes, esencialmente al PP. A modo de consuelo, aseguran que “se han quedado los mejores, los más centristas”. Ahora, como cuando nacieron, quieren tener capacidad de restar poder al PP y al PSOE, tener presencia para que Vox no determine la acción del PP, y tampoco Unidas Podemos la del PSOE. Estos argumentos de dirigentes centristas fueron escuchados siete años atrás, pero su práctica les desmintió.

Ahora se suman sus errores, que han provocado un desapego severo de sus antiguos votantes, y el trabajo denodado del PP para que se extingan. Ningún reconocimiento a que Ciudadanos les consiguió gobiernos autonómicos al rechazar pactos con el PSOE, como ocurrió en Castilla y León, donde los socialistas ganaron las elecciones. En esta región hubo el espejismo de un acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos. La dirección de entonces ordenó un pacto con el PP.

Albert Rivera ya no está, y sobre los errores solo cabe recordarlos y lamentarlos en privado, como hacen dirigentes de ahora. La votación este jueves del real decreto sobre la reforma laboral es un ejemplo de lo que quiere representar Ciudadanos. Los esfuerzos de Podemos para que sean los socios de la investidura de Pedro Sánchez quienes se hagan cargo de sacarla adelante, sin la necesidad de que Ciudadanos colabore, abren un debate en el propio Gobierno y en la derecha. De momento no hay una solución al bloqueo en la negociación con ERC para la reforma laboral, pero Ciudadanos se mantiene en apoyar el acuerdo pactado entre Gobierno, sindicatos y patronal. En la dirección de Ciudadanos no hay dudas, hasta hoy. Un pacto de los agentes sociales, el primero en una reforma laboral en 40 años, debe ser aprobado. Un pacto, continúan los interlocutores consultados, en un país en el que no los hay en nada y con nadie, donde las posiciones son pétreas.

Nadie puede impedir que esta semana los diputados voten lo que estimen oportuno, siempre dentro de la disciplina de cada grupo; la autonomía individual no se contempla. Aun así, Ciudadanos escuchará hasta entonces críticas en la derecha y en la izquierda por votar junto a socialistas y Unidas Podemos. El PNV aún no ha escrito la última frase. La conversación del lehendakari, Íñigo Urkullu, el pasado viernes con la ministra de Política Territorial y portavoz del gobierno, Isabel Rodríguez, fue útil.

No hubo un sí, pero se abrieron vías para poder alcanzarlo. ERC mantiene sus demandas y ha añadido otras, ya alejadas de la reforma laboral. En esta forma de actuar pone Ciudadanos la mirada, para criticarla. En este caso miran el insólito acuerdo y sus consecuencias, aunque varios grupos quieran apartar su dedo del marcador del Congreso. Han cometido muchos errores, se duelen, pero están convencidos de que pueden ser útiles en la política española. Para ello, lo primero, es existir. No les será fácil. El 13-F, la primera posta.

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