Reunión de “las otras políticas” en Valencia: “Vamos a hablar de un proyecto de país, de sociedad”
Yolanda Díaz, Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fatima Hamed Hossain, que se reúnen hoy en un acto en Valencia, plantean en cinco artículos su visión de cómo hacer otras políticas impulsando los liderazgos femeninos
El acto que reúne hoy en Valencia a Yolanda Díaz, Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fatima Hamed Hossain lleva semanas en boca de todos: por ser, supuestamente, el pistoletazo de salida del proyecto político futuro de la vicepresidenta segunda; porque quedaron fuera ...
El acto que reúne hoy en Valencia a Yolanda Díaz, Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fatima Hamed Hossain lleva semanas en boca de todos: por ser, supuestamente, el pistoletazo de salida del proyecto político futuro de la vicepresidenta segunda; porque quedaron fuera Irene Montero y Ione Belarra, ministras y líderes de Podemos; porque todo el mundo quiere saber cómo se va a configurar lo que empieza a conocerse como “la plataforma de Yolanda”. Mientras tanto, el discurso público y privado de estas cinco líderes políticas va en otra dirección: insisten en que solo quieren hablar y escuchar y aseguran que para eso, y para nada más que eso, se van a reunir.
Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, dice que hoy “no se va a lanzar nada”. “Lo que vamos a hacer es lo que creemos que la gente espera de la vida pública. Frente a los miedos, el ruido y los odios, queremos dialogar, derribar fronteras y hablar de los problemas con serenidad, aportando propuestas con cuidado y cariño. Para mí eso es importante, porque los partidos aburrimos a las vacas ya. Tenemos que escuchar mucho más”. ”El objetivo de este encuentro es volver a la política con mayúsculas”, añade Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat —su partido, Iniciativa, integrado en la coalición valenciana de Compromís es quien ha organizado el encuentro—. “Vamos a hablar, con tiempo y calma, de un proyecto de país, de sociedad, de qué va a ser de nuestras hijas e hijos. De lo que afecta a la gente; no de qué político se pelea con otro”.
¿Y por qué estas cinco mujeres? “Son líderes políticas que trascienden sus siglas, el ámbito estrictamente de partido, que han generado una corriente social muy fuerte”, responde Oltra. “Y están representados todos los niveles de la administración: el nacional, el autonómico y el local. Tres mujeres de gobierno y dos de la oposición”.
“Esto no es la tapadera de nada más”, refuerza la líder de Más Madrid —y de la oposición en Madrid a Isabel Díaz Ayuso—, Mónica García. “Hacer política de otra manera ya es rompedor en sí mismo. Es un momento político difícil y complejo, con una ola reaccionaria acercándose. Y es el momento de que las mujeres pasemos de verdad a la primera línea”. “Parece que este acto está preocupando a mucha gente”, añade Fatima Hamed Hossain, diputada ceutí. “Para mí es una invitación a participar en una reunión al margen de las siglas políticas con mujeres a las que admiro para buscar soluciones basadas en la empatía y la escucha como mecanismo de resolución de conflictos”.
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, defiende que “este no es un momento cualquiera”: “Estamos ante un cambio de paradigma. Hay liderazgos claramente femeninos y feministas que trabajamos a través del diálogo y que queremos, ante tanta polarización y retórica, construir un nuevo método de trabajo, hacer de la política algo útil”. “Estamos innovando con este acto”, concluye Díaz. “Veremos a dónde nos lleva”.
EL PAÍS publica hoy artículos de las cinco políticas explicando por qué y para qué se reúnen y qué quieren decir con esta “nueva forma de hacer política”.
Un ‘nosotras’ a favor
Las llamaban Trümmerfrauen, mujeres de los escombros, y fueron ellas las que levantaron las ciudades alemanas tras la II Guerra Mundial. Mujeres de todas las edades que removían el paisaje desolado tras los bombardeos. Su trabajo arduo e invisibilizado permitió reconstruir, piedra a piedra, los núcleos urbanos y recuperar casas, escuelas, hospitales y vías de comunicación. Ellas lograron que todo volviese a girar de nuevo.
El esfuerzo de aquellas mujeres no se inscribe en los grandes hitos de la crónica universal. Habita otro lugar, el de una historia ética, en la que importan más los días, los trabajos y las esperanzas de las personas. Es el vasto terreno común de lo pequeño, de lo cotidiano.
La pandemia ha supuesto una cicatriz en la línea de tiempo de nuestras vidas. Ya nunca seremos las mismas tras esa experiencia de solidaridad colectiva. En primer lugar porque hemos comprobado que los recortes y la austeridad del pasado no nos sirven. Sabemos que es posible otra gestión, corresponsable, que garantiza protección social, trabajo, formación y futuro.
Nuestro demediado Estado de bienestar ha revelado, en esta crisis global, las consecuencias de todas sus fracturas. Coser esas grietas a varias manos, con diálogo y cooperación, desde la comprensión y los afectos, es la labor de las otras políticas. Políticas que ya no se pueden limitar a contemplar la sociedad, o a crear relatos en torno a ella, sino que deben encarnarse plenamente en sus preocupaciones y anhelos. Políticas del encuentro, empáticas, feministas, que aprenden de las personas, y que se suman a un modelo de transformación que ya está en marcha, definido en el día a día de las mujeres y hombres de nuestro país.
Este cambio de paradigma implica mirarle a los ojos a la desigualdad y resituar prioridades. Los cuidados deben, en este sentido, nuclear nuestras gobernanzas e impregnar, con su valor ético, el espíritu de la recuperación.
Cuidar a las personas es garantizar educación, sanidad, viviendas dignas y acceso universal a la cultura. Es actuar ante la emergencia climática, propiciando una alimentación sostenible, la descarbonización de nuestra economía y una industrialización respetuosa con el medio ambiente, en un planeta seguro para nuestras niñas y niños.
Si cuidamos hacemos posibles unos horizontes de esperanza para nuestra juventud, creamos oportunidades laborales y despejamos el camino hacia un sistema fiscal y de pensiones más justo. Nos sobreponemos, en suma, al individualismo, a la indiferencia, para acompañar a una ciudadanía activa, consciente de lo que importa de verdad.
En el fondo hablamos de democracia, siempre lo hacemos. De fortalecer aquello que la engrandece y la vivifica. Un proceso colectivo que se nutre de algo tan valioso como la consagración de los derechos humanos y la defensa a ultranza de la res publica.
Tenemos el plural a favor, un “nosotras” que crea, dialoga y comparte experiencias y valores. El entusiasmo. La voluntad de abrirle la puerta a todas esas mujeres y hombres que sueñan y trabajan ya por un país más justo, diverso e igualitario.
Aprendemos de todas las que antes de nosotras, en el envés de la historia, levantaron, con sus propias manos, nuevos horizontes y ciudades. Pequeñas manos, pequeños pasos, más grandes que su tiempo. Aprendemos de su generosidad, de su amor, de su compromiso con la vida. Hoy y cada día.
Las otras
Cuando era pequeña, los días en que mi madre sacaba el tocadiscos y escuchábamos música eran días de fiesta. No ocurría muchas veces. Quizá por eso era más valioso. Me fascinaba el ritual. Aquel aparato gris y granate. Aquellos pequeños vinilos y la aguja que había que situar con mucho cuidado antes de la superficie surcada. A mi madre le gustaba la Piquer. Una de las grandes. De entre las canciones que sonaban en casa una era El Romance de la Otra. Mi madre se conmovía con esta canción. Con el tiempo aprendí a entender los significados familiares, pero también colectivos que evocaba aquella canción. “Yo soy la otra, la otra y a nada tengo derecho”, sonaba el vinilo desnudo y seco como un golpe. Con el tiempo aprendí que había muchas otras y otros que “a nada tienen derecho”. Aquellos que Galeano llama “los nadies”, aquellas que cuestan menos que la bala que las mata.
Con el tiempo también aprendí que la política es la única herramienta de los nadies. Porque los poderosos pueden prescindir de la política. De hecho, en estos momentos les sobra todo aquello que pueda limitar su poder. En su afán depredador les molesta la democracia. Pero la gente corriente, la que se gana la vida trabajando, abriendo persianas o emprendiendo proyectos no puede prescindir de ella. La política es la última línea de defensa.
Los tiempos que corren nos enseñan que los desafíos a los que nos enfrentamos son la emergencia climática y el colapso ecológico, que compromete nuestra vida en el planeta, y las desigualdades sociales que no paran de acrecentarse. Dos desafíos que van unidos porque aquellos que maltratan a las personas son los mismos que maltratan el planeta; o, mejor dicho, la vida, porque el planeta seguirá dando vueltas al Sol.
Ante estos desafíos nuestra salida es necesariamente ecofeminista y comunitaria. El cuestionamiento de un sistema que pone en peligro a las personas y la vida presente y futura, que construya una alternativa basada en poner en el centro los derechos colectivos frente a la acumulación de bienes, capital y recursos naturales en manos de unos pocos. Esto exige repensar políticas económicas, de infraestructuras, de gestión de los tiempos, laborales, de gestión del territorio, de soberanías alimentarias o energéticas, de gestión del agua, del urbanismo, de los ámbitos relacionales…, en definitiva, repensar LA POLÍTICA. Que el debate público vuelva al discurso de las ideas y no se centre en las nimiedades que ocupan titulares, tiempo y gritos en las tertulias y que poco o nada tienen que ver con la política, porque nada tienen que ver con la vida de la gente.
Eso pretendemos y por eso me enorgullece formar parte de las otras, las otras políticas para poner en marcha otras políticas.
Cuando te pones en los zapatos de los demás para saber cuándo aprietan
Si me hubieran dicho hace unos meses que el día 13 iba a encontrarme y compartir espacio y opiniones con mujeres referentes del panorama político nacional habría sonreído y continuado mi camino pensando en el sentido del humor de quien lo dijera. Sin embargo, ahora lo veo como la materialización de una imagen de parte significativa de la sociedad. La parte que cree en eso de ponerse en los zapatos de los demás para saber cuánto aprietan. La parte que ansía ver materializadas una serie de mejoras en el día a día. La parte que escucha para comprender y entender lo que se nos transmite, y no sólo para contestar. La parte que cree fervientemente en la participación.
Participar. Dice la RAE en una de sus acepciones que, dicho de una persona, es “tomar parte en algo”, y qué mejor que tomarlo en la sociedad en la que vivimos para intentar cambiar a mejor las cosas, porque hay mucho que mejorar. Y aún siendo consciente de que durante décadas hay quienes han manchado la imagen de la política en general, la única forma de dar solución a los problemas cotidianos es precisamente a través de la política. O la hacemos o la harán por nosotros. O decidimos el modelo de barrio, de ciudad, de comunidad y de país que queremos, y trabajamos por ello, o lo harán otros.
Y cuando no las tienes todas contigo (por crecer en un barrio tradicionalmente marginado, por tener los recursos justitos para las fotocopias que te piden en clase, por ver a tu alrededor la ausencia de oportunidades, por ver la desigualdad según la zona en la que te muevas en una ciudad de 20 kilómetros cuadrados, y así cientos de ejemplos), lo primero que echas en falta es que alguien se interese por dar solución a esos problemas cotidianos. Al final, las circunstancias y la vida, terminan marcándote el camino.
En el mío la clave ha sido la educación (en casa) y la formación (donde correspondía) y tener unos padres que no me marcaron nunca el techo al que podía llegar. Con valores y libros creces convencida de que, con los pies en el suelo, el límite está donde quieras ponerlo y hasta donde estés dispuesta a esforzarte por llegar. Luego la realidad, dura y cruda como ella sola, te endereza el camino y vas haciendo un puente con todas las piedras que te encuentras. Puentes hacia el diálogo, hacia una sociedad en la que todas las personas tienen las mismas oportunidades tal y como lo plantea el artículo 14 de nuestra Constitución. ¿Idealista? Sí. Pobre de aquel que no tenga ideales en la vida, que no sueñe con un futuro mejor para todos y todas y no sólo para algunos pocos afortunados. Entre ideales y realidades vamos andando el camino hacia una sociedad en la que hay sitio para todos y todas. ¿Cómo? Participando.
Otras políticas para un nuevo ciclo
Si algo hemos aprendido de esta pandemia es que somos vulnerables, frágiles, y que nos necesitamos tanto los unos a los otros que la única salida individual pasa por hacer más comunidad y reforzar los vínculos sociales. Y, si bien no necesariamente salimos mejores, es una tarea acuciante extraer lecciones y con ellas trabajar para el nuevo ciclo político que se está abriendo paso, para reconstruir una sociedad a la altura de los retos del siglo XXI.
Este nuevo ciclo va a estar marcado por otros tiempos, otros ritmos y otras prioridades. No necesitamos tantos golpes de efecto, ni artificios ni absurdas batallas por relatos vacíos que nada tienen que ver con las enormes adversidades que sufre hoy nuestra gente. Es la hora de ocuparse de la vida cotidiana, de una forma de hacer política que ponga la vida en el centro y que no pierda el foco de lo importante.
Estos valores, esta nueva actitud y esta forma de entender la política, hoy está siendo protagonizada fundamentalmente por mujeres. No porque lo predeterminen nuestros genes ni la naturaleza, sino porque somos mujeres, aquí y ahora, las que estamos apostando de manera decidida por una política transformadora compatible con la vida, que no pase por encima de las personas sin prestar atención a sus preocupaciones y que sea capaz de salvar el abismo creciente entre la apuesta progresista y el conjunto de la ciudadanía.
Esa reconciliación, ese volver a entender la política como algo cercano que vuelve a hablar de nuestras vidas, asusta, y de qué manera, a quienes enarbolan la bandera de la antipolítica y del odio. Son los mismos que intentan convertir el debate público en un lodazal y que utilizan el bulo y la calumnia para que desconfiemos los unos de los otros y caigamos en el desánimo y la apatía. Por eso aborrecen que frente a la atomización, la destrucción de lo común y el sálvese quien pueda, propongamos más encuentro, más diálogo y más fortalecimiento de nuestros lazos comunitarios. En definitiva, que propongamos más política y otras políticas.
Pero no se trata únicamente de estar a la defensiva ante esa extraña alianza que se ha creado entre ultraderecha, negacionistas y militantes del machismo que recurren a un repertorio de malas artes y no dudan en poner en el disparadero a cualquiera que esté dispuesta a dar un paso al frente y defender el arte de la política como el arte del cuidado de lo común y la democracia de los cualquiera. Hay que ir un paso más allá y desplegar un abanico de horizontes deseables que nos permitan avanzar, que invoquen los valores cívicos y democráticos y nos permitan hacer frente a los retos que como sociedad tenemos por delante. Para ello necesitamos poner en juego toda la empatía que nos permita atender, no solo los dolores, sino también los anhelos, deseos e ilusiones de quienes nos rodean. Y necesitamos reivindicar el derecho universal a vivir mejor, a tener más tiempo, más oportunidades y más justicia social.
Ante el descrédito programado e interesado que algunos pretenden verter sobre la política, frente al bando del odio, nuestro mejor aval es el de la política útil, la que se ocupa y preocupa de lo que quita el sueño a nuestra gente y, hoy más que nunca, la que va a luchar por dejarles a nuestros hijos e hijas un mundo que puedan heredar y del que puedan sentirse orgullosos.
¿Cómo nos vamos a rendir nosotras?
Cinco mujeres con responsabilidades políticas participamos hoy en un diálogo sobre otras políticas en Valencia. Es sorprendente el interés que ha despertado este acto. Muchas personas me han interpelado estos últimos días transmitiendo la ilusión y la expectativa de que este acto pueda ser “algo diferente”. En España se realizan miles de diálogos sobre política, ¿por qué justo este despierta tanto interés?
Todas hemos sido muy claras: no es un mitin, no vamos a presentar ninguna plataforma ni partido nuevo. Vamos a dialogar, a encontrarnos y reconocernos, a compartir experiencias y anhelos. Y a pesar de ello, siguen llegando mensajes que esperan de corazón que este sea un momento de renacimiento, de impulso de algo nuevo, de esperanza, de construcción colectiva. Más que lo que nosotras podamos decir durante el diálogo, a mí me llena de ilusión y esperanza precisamente que tantas personas quieran empujar y acompañar nuevos procesos de construcción colectiva.
Es evidente que en los últimos años la política española ha estado muy contaminada por el electoralismo, el corto plazo, las siglas o la crispación. Es evidente que ha crecido la distancia abismal entre la ciudadanía y sus representantes. La política, como nosotras la entendemos, es otra cosa: es diálogo, empatía, resolver problemas y mejorar la vida de la gente. Preferimos colaborar que competir, respetando y cuidando la diversidad que nos enriquece. Somos muchas las que nos negamos a dejarnos vencer por el pesimismo o el “sálvese quien pueda” que determinados discursos de la derecha pretenden instalar. En Barcelona llevamos seis años innovando y hemos demostrado que es posible ser ciudad líder en inversión social, a la vez que premiada en nuestra lucha contra el cambio climático, ser reconocida capital cultural y científica y una de las capitales con más inversión tecnológica.
Como lo hace Yolanda Díaz defendiendo los derechos laborales logrando avances históricos en la subida del salario mínimo a través del diálogo social. Como Mónica García demuestra que hay alternativa al trumpismo que representa Ayuso. Como lo demuestra Monica Oltra avanzando por la igualdad de género, o Fatima Hamed Hossain cuando alza la voz contra el neofascismo. Y de todas ellas, poco me importa de dónde vienen; lo que me entusiasma es adónde quieren ir y cómo lo quieren hacer. Me entusiasma que no se rinden, que no se dejan llevar por la amargura, que celebran la vida en común y quieren cuidarla como el mayor de los tesoros.
Como tampoco se rindieron nuestras madres y abuelas. Ellas lucharon en condiciones más difíciles (guerras mundiales, guerra civil, posguerra y dictadura) y lograron sacar adelante a sus familias, alimentarlas y educarlas, liderar el cambio social y avanzar hacia una democracia que a nosotras nos toca seguir mejorando. Cuando pienso que en 1882 nació María Domínguez, en un pequeño pueblo de Zaragoza, hija de familia humilde de campesinos que la obligaron a casarse a los 18 años con un hombre que la maltrataba, que huyó sola a Barcelona, trabajó de sirvienta, fue autodidacta y se formó en la pedagogía republicana y feminista, para luego volver a Aragón y convertirse en maestra y en la primera alcaldesa de la España democrática, en 1936 en Gallur… con todo lo que hizo María Domínguez, ¿cómo nos vamos a rendir nosotras?
Ante el reto del cambio climático, la ofensiva de la extrema derecha o de las crecientes desigualdades, nuestra batalla no tiene que ser las próximas elecciones, sino las próximas generaciones. Y para ello hacemos falta todas. La uniformidad empobrece. La diversidad y la pluralidad nos enriquece y nos hace más fuertes. Lo más importante del acto de hoy en Valencia es saber que estamos unidas en nuestros ideales y valores. Y en que no pensamos rendirnos, seguiremos trabajando para que las próximas generaciones puedan crecer en una sociedad más justa, libre y que cuide el planeta que nos da la vida.