La madre del superviviente de una patera que hace guardia en un hospital de Canarias: “Me dijeron que estaban todos muertos”

La mujer, que viajó desde Italia hasta el archipiélago, no sabía que su hijo se había embarcado días atrás

Fatima, madre de Soucrak, superviviente, frente al hospital de Las Palmas, en Gran Canaria.Javier Bauluz

A Fatima le ocultaron el secreto durante tres días. Varios miembros de su familia, incluida su hermana y su hija mayor, sabían que su hijo Soukrat, de 25 años, se había embarcado en una patera con destino a Gran Canaria, pero callaron. “No le digáis nada a mi madre, cuando llegue la llamaré”, pidió el joven desde Dajla, en el Sahara Occidental. Pero Soukrat no llamaba. Al ver que pasaban los días y no había noticias de la expedición, la familia decidió confesar y Fatima, que vive en Italia desde 1999, entró en un estado de desesperación. “No era capaz de hacer nada. No comía, no dormía. Llorab...

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A Fatima le ocultaron el secreto durante tres días. Varios miembros de su familia, incluida su hermana y su hija mayor, sabían que su hijo Soukrat, de 25 años, se había embarcado en una patera con destino a Gran Canaria, pero callaron. “No le digáis nada a mi madre, cuando llegue la llamaré”, pidió el joven desde Dajla, en el Sahara Occidental. Pero Soukrat no llamaba. Al ver que pasaban los días y no había noticias de la expedición, la familia decidió confesar y Fatima, que vive en Italia desde 1999, entró en un estado de desesperación. “No era capaz de hacer nada. No comía, no dormía. Lloraba”, cuenta en italiano esta mujer marroquí de 46 años. “Un día me llamaron para decirme que había llegado una patera con todos muertos. Solo pensaba en morirme”, recuerda. Era mentira.

Tuvieron que pasar 18 días y mucha desinformación hasta que el pasado día 9 la mujer recibió la llamada. Era un amigo de su hijo, que viajaba en la patera con él. Había llegado a Gran Canaria. Desembarcaron a 24 personas vivas, pero otras 10 murieron por el camino, le dijo. Ella aguantó la respiración. Soukrat estaba entre los supervivientes, pero fue evacuado en helicóptero. Grave. Fatima, sin hablar una palabra de español y sin contactos, se despidió de su hija de seis años y de su actual marido y se subió a un avión en el aeropuerto de Milán con destino a Gran Canaria.

Alojada en un albergue de un barrio humilde de la isla, la madre se dispuso a hacer guardia en la puerta del hospital. Durante cinco días, lloró y suplicó a médicos y celadores. No podía ver a su hijo y no entendía bien el porqué. El chico estaba en la UVI. El jueves fue trasladado a planta de otro centro médico y Fatima respiró por fin aliviada. El joven, aislado en una zona covid, apenas podía hablar, pero el personal médico le hizo llegar un pijama, ropa limpia y un teléfono móvil que su madre entregó. Hicieron, por fin, su primera videollamada. En la pantalla, Fatima lloraba viendo a su hijo, con la piel quemada, los pómulos marcados y con dificultades aún para hablar. Balbuceaba la palabra mamá. “¿Por qué no puedes entrar a verme?”, le preguntó confundido.

Fatima lamenta la decisión de su hijo. “No quiso esperar”, dice con resignación. Ella decidió marcharse hace 22 años de Oued Zem, una ciudad castigada por el desempleo a 150 kilómetros de Casablanca (Marruecos). Se quedó viuda y era la madre joven de dos hijos a los que quería dar más oportunidades de las que ella tuvo. Hizo las maletas y dejó con la abuela a la hija mayor y a Soukrat. Les mandaba dinero cada mes. En este tiempo en Italia nació su tercera hija y volvió a casarse con un hombre con el que tiene otra niña que ha cumplido seis años. Con el dinero que ganaba como limpiadora y cuidadora, visitaba Marruecos con frecuencia.

“Siempre trabajé para ayudar a mis hijos”, dice. “Llevo 12 años con todos mis papeles en regla y solo me quedaba un año para poder conseguir la nacionalidad. El plan era traer a mi hijo de forma legal, con mis papeles o con un contrato de trabajo, pero los jóvenes no entienden, no esperan”, prosigue. La mujer mantiene que Soukrat tomó la decisión de cruzar el Atlántico tras ver cómo “todos” los chavales de su barrio se marchaban en patera a Europa.

El viaje le costó al chico 2.500 euros, que pidió prestados a su tía. Una patera que sale de esa zona del Sahara puede tardar entre tres y cuatro días en alcanzar Gran Canaria, pero se les acabó la gasolina antes de tiempo y quedaron sin rumbo. Los víveres y el agua se terminaron. “Guardaban el pis en recipientes, lo mezclaban con agua del mar y con pasta de dientes para no sentir el sabor y se lo bebían poco a poco”, relata la madre. Los dos patrones de la patera están detenidos.

Entre el 1 de enero y el 15 de septiembre, al menos 785 personas han muerto o desaparecido intentando llegar a Canarias, según la Organización Internacional para las Migraciones. Por las mismas fechas en las que partió el hijo de Fatima, entre el 21 y el 23 de septiembre, otras dos barcas partieron de Dajla, pero no se ha vuelto a saber nada de ellas. Sus familias siguen preguntando con esperanza. “Me llaman muchísimas madres que no conozco que les están buscando, pero yo no sé cómo ayudarlas”, lamenta Fatima. Ella no puede permitirse esperar mucho más tiempo en Gran Canaria. Se quedará unos días hasta asegurarse de que su hijo mejora, y luego regresará a Milán. Cómo el joven llegará hasta Italia será su próximo desvelo.

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