Una cita improvisada en el despacho de Sánchez desbloqueó los Presupuestos
El presidente cedió en los límites al alquiler y Yolanda Díaz en las prestaciones por crianza
Los ministros hacen tiempo como pueden. Están en la sala contigua a la del Consejo. Normalmente siempre hay un café previo, pero este martes llevan casi una hora de retraso. La cita, convocada a las 9.30, no arranca. 18 de los 23 miembros del Gobierno están en la planta de abajo del edificio noble del complejo de La Moncloa. Una más arriba, en el despacho del presidente, están los otros cinco ...
Los ministros hacen tiempo como pueden. Están en la sala contigua a la del Consejo. Normalmente siempre hay un café previo, pero este martes llevan casi una hora de retraso. La cita, convocada a las 9.30, no arranca. 18 de los 23 miembros del Gobierno están en la planta de abajo del edificio noble del complejo de La Moncloa. Una más arriba, en el despacho del presidente, están los otros cinco negociando algo básico para el futuro del Ejecutivo y de la coalición: sus segundos Presupuestos.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz llevan semanas en un pulso indirecto a través de sus colaboradores más cercanos, y ha llegado el momento de resolverlo. Una ruptura en esto es inviable: caería el Gobierno. Hay que encontrar una salida. Por eso Sánchez ha citado a Díaz y a los principales negociadores —Félix Bolaños y María Jesús Montero por el PSOE, Ione Belarra por Unidas Podemos— al pequeño y moderno despacho en el que trabajan los presidentes españoles con vistas a los jardines de La Moncloa. No está Nacho Álvarez, otro negociador clave, porque tiene una entrevista en TVE y porque no es ministro: no estaba citado en La Moncloa. Esta reunión no estaba prevista, ha sido improvisada por Sánchez en el último momento, por eso a los demás ministros les toca esperar abajo.
Lo que sí se había convocado en La Moncloa era una cita a las ocho de la mañana sin Sánchez ni Díaz, para cerrar la ley de vivienda con los mismos que lo habían intentado sin éxito el lunes: Bolaños, Montero, Raquel Sánchez —ministra de Transportes— y Belarra. Los mismos que habían empezado a negociar en serio la futura ley a principios de septiembre. Las conversaciones se precipitaron las dos últimas semanas: Sánchez quiere que los Presupuestos de 2022 se aprueben antes del 31 de diciembre y entren en vigor el 1 de enero. Y otro factor que no es menor: el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE no quería llegar al 40º Congreso Federal de la semana que viene en Valencia con el proyecto de las cuentas públicas pendiente de aprobarse en el Consejo de Ministros.
El acuerdo estaba orientado en todo, menos en los límites al alquiler para grandes tenedores, los que tienen más de 10 viviendas, en su mayoría grandes fondos de inversión internacionales o grandes fortunas españolas. El PSOE no quería lanzar ese mensaje de intervención en el mercado, que veía negativo. Prefería los incentivos fiscales. Unidas Podemos ya había aceptado que hubiera solo incentivos para los pequeños propietarios, el 85% del mercado, pero exigía intervenir directamente con límites de precios para los grandes propietarios, todo un símbolo. En la última propuesta del PSOE, enviada de madrugada, eso no está. Y en la reunión de las ocho de la mañana tampoco se concede.
La cita, de nuevo, termina alrededor de las nueve sin acuerdo. Los demás ministros ya empiezan a llegar. Los de Unidas Podemos están inquietos. Creen que no pueden ceder en los grandes propietarios. Hay conversaciones cruzadas, algunos ministros salen a tomar el aire y charlar sobre la situación. El mensaje que trasladan los negociadores de Unidas Podemos es que no hay acuerdo. Es lo que recibe Álvarez, que entra en TVE convencido de que las cosas están mal y no se iba a cerrar nada. Y es lo que dirá en directo en la entrevista.
Es entonces cuando Sánchez, que quería aprobar los Presupuestos este mismo martes, pero no ha podido y ve que esto se puede alargar, decide mover ficha y llevar el desbloqueo personalmente. Los cuatro ministros que llevan la negociación global, no solo vivienda como Raquel Sánchez, son citados al despacho del presidente.
Encima de la mesa hay tres elementos: el mínimo del 15% del Impuesto de Sociedades, una subida de facto solo para las grandes multinacionales que logran pagar menos de esa cantidad —un tercio de ellas están por debajo del 10%— los límites al alquiler para grandes propietarios y la llamada prestación por crianza, esto es la extensión a todas las madres de niños menores de tres años, trabajen o no, de una ayuda de 100 euros mensuales. Unidas Podemos exige las tres. El PSOE ofrece el 15% de sociedades a cambio de que su socio renuncie a los límites a los grandes propietarios. Unidas Podemos se niega. Es un asunto central para ellos. Este punto puede romperlo todo.
La negociación llega a esa cuestión complicada. Hay que buscar una salida. Y finalmente Sánchez la encuentra: accedemos a grandes propietarios, pero renunciáis a la ayuda por crianza, propone. El PSOE partía con una ventaja: a diferencia del freno a los precios del alquiler, las prestaciones para crianza no estaban incluidas en el pacto de investidura que hizo posible el Gobierno de coalición. Díaz y Belarra aceptan. Hay acuerdo.
La cita decisiva ha durado muy poco. Ya llegaban todos con las posiciones muy claras. Bolaños y Belarra llevan negociando desde septiembre. Pero sin ese desbloqueo no había acuerdo. La Moncloa comunica que hay pacto. Se anuncia en directo en TVE y a Álvarez le pilla con el pie cambiado: “Cuando ha empezado esta entrevista ese acuerdo no estaba alcanzado”. Son las 10.48.
El Consejo de Ministros ya ha comenzado en un ambiente eufórico. Sánchez pide perdón por el retraso, pero explica que valía la pena. Al final de la reunión, el presidente reivindica el acuerdo de Presupuestos que consolida la coalición y la legislatura. Y el Consejo termina con un gran aplauso de los 22 ministros. La mayoría no conocen aún en ese momento los detalles del acuerdo. Pero todos saben que no ha sido nada fácil y que este pacto era la clave para que la legislatura dure otros dos años. Ahora solo queda lo más importante: la letra pequeña.