La vida despreocupada del ciudadano Rajoy

El expresidente, que presenta nuevo libro en diciembre, no echa de menos la política aunque está enganchado a ella

Mariano Rajoy, el pasado lunes, en la convención del PP.ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS)

Una mañana de verano de 2017, inicio de vacaciones, un veterano periodista que sigue la actualidad del Congreso madrugó en una casa de campo recién alquilada en las Rías Baixas, se desperezó saliendo al monte a estirar los brazos y las piernas en completa soledad, y cuando se arrimó a un árbol para orinar, Mariano Rajoy salió de la nada caminando desbocado, sudando, mientras el periodista parlamentario se subía corriendo los pantalones y apoyaba la espalda en el tronco para que el presidente del Gobierno no le viese. “Había hablado con él justo el día anterior en el Congreso. Al menos no me vi...

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Una mañana de verano de 2017, inicio de vacaciones, un veterano periodista que sigue la actualidad del Congreso madrugó en una casa de campo recién alquilada en las Rías Baixas, se desperezó saliendo al monte a estirar los brazos y las piernas en completa soledad, y cuando se arrimó a un árbol para orinar, Mariano Rajoy salió de la nada caminando desbocado, sudando, mientras el periodista parlamentario se subía corriendo los pantalones y apoyaba la espalda en el tronco para que el presidente del Gobierno no le viese. “Había hablado con él justo el día anterior en el Congreso. Al menos no me vio, pasaron él y su séquito como una vuelta ciclista”, dice.

Lo que no sabía este periodista es que la casa que alquiló estaba cerca de un trazado famoso, la Ruta da Pedra e da Auga de O Salnés, un trayecto de dos horas y media en el que siempre es inmortalizado Rajoy paseando con su amigo José Benito Suárez Costa, marido de la expresidenta del Congreso y exministra Ana Pastor, y con Alfonso Rueda, vicepresidente de la Xunta. “No sólo camina sino que hace proselitismo de ello, nos anima a todos a que salgamos a caminar”, dice su exjefe de gabinete, José Luis Ayllón. Ayllón es uno de los hombres con los que más contacto tiene Rajoy tras su salida de la política. Recuerda cuando en un viaje en Argentina la agenda se adelantó varias horas y su equipo pensó que ese día se suspendería la caminata. Rajoy se negó: “Quedamos a las 6.30″. “Caminar a diario le ayuda a estar en forma, y como es un hombre metódico, le ordena el día y ordena sus ideas”, dice Ayllón.

Hace tiempo que Mariano Rajoy no tenía una semana tan mediática como esta. Empezó el lunes en Santiago en la convención del PP diciéndole a Casado: “La reforma de las pensiones es un error. Tendrás que cambiar la ley, y lo mismo te montan otra huelga”. Luego se refirió con resignación a su tarea gubernamental ante la crisis: “Prometimos bajar los impuestos y los subimos a los diez días. Tuvimos que nacionalizar la banca, coño, no iba en nuestro programa electoral, a quién se le ocurre que un partido como el nuestro vaya a nacionalizar la banca”. Cerró la semana el jueves en A Toxa, en el transcurso de un foro que lo reunió con Felipe González. Dos expresidentes del Gobierno de partidos antagónicos encantados de debatir. Con varias posturas unificadas, como instar a sus partidos a renovar los órganos constitucionales o quejarse, al alimón y sembrando el desconcierto, de los “inquisidores” y “torquemadas” que no les dejan “opinar con tranquilidad”.

En el acto había varios amigos personales de Rajoy llegados desde Pontevedra. Uno de ellos constataba la “felicidad” del expresidente. “Estas cosas le devuelven a un escenario que es muy adictivo, el de la política”. Rajoy, cuenta este amigo suyo, “es un animal político. Salir de un día para otro, y de la forma traumática en que lo hizo [la moción de censura en junio de 2018 tras la condena al PP por corrupción en el caso Gürtel], fue un palo impresionante”. El paso de Rajoy por La Moncloa (2011-2018) erosionó su grupo de amigos de siempre en Pontevedra. Aquellos con los que se enfrió la relación prefieren no hablar. Permanecen varios fieles, además del consabido matrimonio Pastor-Suárez Costa. Otros son Elías Mareque y Susana Ameijeiras, que formaron parte -junto a su cuñado, el eurodiputado Francisco Millán Mon- del reducido grupo con el que Rajoy y su esposa, Elvira Fernández, viajaron a Ibiza y Formentera en verano de 2019, cuando visitaron el club Beso Beach y allí fue asaltado, entre gritos de “presidente, presidente”, por la influencer María Pombo para hacerse un selfie con ella.

¿Está Rajoy aburrido, como sugieren otras fuentes de su entorno? Ser registrador de la propiedad no es precisamente ser presidente del Gobierno, donde no hay un minuto libre. Pero Rajoy ha encontrado cosas que hacer. Por ejemplo, libros. Publicó Una España mejor (Plaza & Janés), que arrasó en 2019 vendiendo más copias (alrededor de 100.000) que cualquier otro libro político, incluido el Manual de resistencia (Península) de Pedro Sánchez. Hizo una gira promocional que lo depositó en El Hormiguero, donde le dijo a Pablo Motos que estaba enganchado a series gallegas, entre las que citó Fariña o Vivir sin permiso, las dos sobre el narco. También despachó House of Cards, si bien avanzadas las temporadas “los guionistas se enredan muchísimo”. Estos días ha entregado a sus editores de Plaza&Janés su nuevo libro, un ensayo político que publicará en diciembre. Antes presentará un libro de memorias que ha escrito el periodista Bieito Rubido, exdirector de Abc.

Por lo demás, la nueva vida de Rajoy en Madrid consiste en hacer aquello de lo que se quejaba que no podía cuando era presidente: disfrutar de una caña o de una comida con larga sobremesa con amigos. Hay, en estos tres años, decenas de avistamientos de Mariano Rajoy de sobremesa por Madrid sin ser molestado salvo casos puntuales (conserva la escolta). Restaurantes como Aarde, El Paraguas, La Bien Aparecida, El Pimiento Verde, Ampudia, Lúa o Café Varela han recibido en los últimos meses la visita del expresidente con amigos anónimos, con gente de su anterior equipo político (Soraya Sáenz de Santamaría, Ayllón, Carmen Martínez de Castro, Íñigo Méndez de Vigo, José María Michavila, Fátima Báñez) o de sus nuevos colegas del Registro Mercantil de Madrid, situado en el Paseo de la Castellana y al que Rajoy se pudo mudar tras unos meses en Santa Pola (Alicante).

“Se sigue interesando por la política, sigue analizando y debatiendo sobre ella, pero sin echarla de menos y sin interferir, dada su condición”, dice Ayllón: “De la política se va uno recuperando exactamente la vida que llevaba antes, como él”. Su amiga Ana Pastor, diputada en el Congreso, se encontró con Rajoy en A Toxa. “Está activo y muy feliz tanto en su nuevo trabajo como con su familia. A poco que puede, se escapa a Pontevedra”, dice. Rajoy y Elvira Fernández tienen dos hijos, Mariano (el mayor, 22 años), que se encuentra acabando estudios de Administración y Dirección de Empresas y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE) y ha hecho prácticas en el Parlamento Europeo, y Juan, un adolescente de 16.

Un amigo de su círculo íntimo apunta varias borrascas en la por fin despreocupada vida de Mariano Rajoy, el hombre del que en Pontevedra se decía que, más que presidente, lo que quería era ser expresidente. Una tiene que ver con la corrupción, especialmente la del caso Kitchen, del que ha dicho a su entorno que espera quedar fuera de las citaciones. La otra, de índole más personal y profunda, tiene que ver con la muerte que se ha cebado con su familia en los últimos años. Desde 2014 Rajoy ha perdido a dos hermanos de forma fulminante, Luis (55 años) y Mercedes (62), en una familia muy unida que tuvo que soportar pronto la pérdida de su madre, Olga Brey, en 1993. Su padre, Mariano Rajoy Sobredo, murió en 2018 a los 97 años. Todo eso, dicen quienes le conocen, le ha hecho volcarse aún más en la familia, la propia y la de sus hermanos. Sigue viviendo en su dúplex de Aravaca y observando la política, también la de su partido, con el rajoyismo con el que definía su particular filosofía en una entrevista en Diario de Pontevedra hace 11 años: “La clave en esta vida es que la gente sea responsable y distinga lo que está bien de lo que está mal, aunque a veces haga cosas que están mal. Lo peor en la vida no es hacer el idiota sino no darte cuenta de que estás haciendo el idiota”.

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