Manuel Lapeña muere a los 97 años esperando las exhumaciones del Valle de los Caídos
En 2016 logró una sentencia favorable para recuperar los restos de su padre y su tío, enterrados en el mausoleo franquista sin consentimiento familiar
Manuel Lapeña falleció este lunes a los 97 años. Habían pasado 85 desde que perdió a su padre y a su tío, fusilados al inicio de la Guerra Civil; un lustro desde que logró una sentencia judicial favorable a la recuperación de los restos, trasladados sin el consentimiento familiar al ...
Manuel Lapeña falleció este lunes a los 97 años. Habían pasado 85 desde que perdió a su padre y a su tío, fusilados al inicio de la Guerra Civil; un lustro desde que logró una sentencia judicial favorable a la recuperación de los restos, trasladados sin el consentimiento familiar al Valle de los Caídos; cuatro años desde que el Gobierno prometió hacer todo lo posible por exhumarlos y devolverlos y casi tres meses desde que la entonces vicepresidenta, Carmen Calvo, aseguró que se haría “próximamente”. Su familia expresa este martes, camino al cementerio, “la rabia” que le produce que Manuel haya muerto esperando. Tenían prevista una reunión con el Gobierno el jueves de la semana que viene y los parientes de Lapeña han decidido cancelarla.
Manuel Lapeña Altabas no tuvo juicio ni sentencia. Fue asesinado por falangistas en julio de 1936 y arrojado a una fosa común. Tenía 44 años y cuatro hijos. Un año después, el bando franquista abrió un expediente al muerto para imponer a su familia una multa de 1.000 pesetas y embargar sus bienes: un huerto y un corral. El cura de Villaroya de la Sierra (Zaragoza) declaró en la comisión de incautaciones, en diciembre de 1937: “Era veterinario. Fue el fundador de la CNT y causante de todo el mal que ha ocurrido al pueblo, pues supo engañar a la juventud arrastrándola por estos derroteros tan nefastos. Un tipo verdaderamente cretino, hombre funestísimo por todos los conceptos, que fue fusilado”. Manuel Lapeña Altabas nunca había ido a sus misas.
El hombre que falleció este lunes y que llevaba el nombre de su padre tenía entonces 12 años. Antes de perder la memoria, lo que sucedió mucho después de haber obtenido una sentencia favorable a la recuperación de los restos, explicaba a EL PAÍS: “La última vez que hablamos me dijo: ‘Tú no te preocupes, que a mí no me van a hacer nada porque yo no he hecho nada. Era un buenazo. Salí a esperarlo a la puerta de casa, pero nunca volvió”. Su madre había muerto antes del inicio de la Guerra Civil, en el parto de su quinta hija, que tampoco sobrevivió. Así que aquel verano de 1936, Carlos, de 14 años, Manuel y Elisa, de 12, y Amelio, de 10, quedaron huérfanos. “Poco después vinieron tres camiones a casa de mi abuela preguntando por mi tío Ramiro. Estuvo como un perro escondido en el monte... Le dijeron que no le pasaría nada y fue tan tonto que se entregó”. Le mataron en octubre, tres meses después que a su hermano. Tenía 39 años, estaba casado y era padre de dos hijos. Carlos, Elisa y Amelio fallecieron hace tiempo. Manuel se había planteado recuperar los restos del Valle de los Caídos como una misión familiar. Quería que todos, incluido él mismo, fueran enterrados juntos en el panteón donde fue inhumada su madre, pero los incomprensibles retrasos en el inicio de las exhumaciones en el Valle de los Caídos han impedido que cumpla ese deseo que ocupó una vida entera.
El pasado marzo, el Ejecutivo anunció que destinaba una partida de 665.000 euros para intervenir en el Valle de los Caídos. Para entonces, expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ya habían elaborado un concienzudo informe sobre el estado de las criptas. El forense Francisco Etxeberria, que ha analizado, entre otros, los restos de Pablo Neruda y Salvador Allende, tiene listo el plan para iniciar los trabajos hace meses. El Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial aprobó el pasado junio la licencia para las exhumaciones. Manuel Lapeña ya no podrá verlo. Los familiares de otras 60 personas siguen esperando. Algunos de ellos superan también los 85 años.