Cuando no te dan ganas ni de votar
Un millón de indecisos determina las elecciones en Madrid: la polarización les agota y cunde el desencanto con la política de derecha a izquierda
Madrid es una comunidad de un millón de indecisos, según la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS: un 22% del censo, y según el último sondeo del CIS, un 19,6%. Pueden determinar las elecciones, si se deciden. De ellos, según Metroscopia, un 9%, unas 400.000 personas, sí que tienen claro que van a votar, pero a...
Madrid es una comunidad de un millón de indecisos, según la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS: un 22% del censo, y según el último sondeo del CIS, un 19,6%. Pueden determinar las elecciones, si se deciden. De ellos, según Metroscopia, un 9%, unas 400.000 personas, sí que tienen claro que van a votar, pero aún no saben a quién. En este reportaje hablan algunos indecisos, hallados en la calle al azar. Para dar con ellos hubo que parar y preguntar a más de un centenar de personas. Aparecía un indeciso cada hora y pico. No es nada científico, es sociología de andar por casa, por la calle en este caso. Es llamativo, de entrada, la cantidad de personas de Madrid que no votan, porque están censadas en otra parte. También parece imposible encontrar una mujer mayor indecisa, lo tienen todo mucho más claro que un hombre mayor. Para desesperación de los candidatos, y de los periodistas, bastante gente, no uno ni dos, pensaba que se votaba al Ayuntamiento. Las dudas y el hartazgo están entre los jóvenes, y más en la izquierda; en barrios de derechas es difícil dar con indecisos. Es muy revelador este diálogo de una encuestadora en una llamada telefónica, relatado por la propia ciudadana, que se ríe al contar sus dudas y describir cómo descolocó a su interlocutora:
―¿A quién va a votar?
―No lo sé todavía.
―¿Y entre quién está?
―Entre Unidas Podemos y Más Madrid.
―¿Y quién le gustaría que gobernara?
Los indecisos son de todas las ideologías, con algo en común: no están tan segurísimos de todo como los candidatos, solo de que desconfían de todos ellos, la raíz es un desencanto general de la política. Cristina Sallé, 22 años, estudiante de Psicología: “Nadie me convence. Siento que todo es hablar por hablar y decir lo que la gente quiere escuchar. Pero no dicen nada de lo que van a hacer. Al final todo será medianamente igual, la gestión será parecida. Siempre he votado, nunca lo he tenido cien por cien claro, pero quizá ahora menos. Preferiría no votar, pero si voto es por cumplir, por miedo a que salga otro. Estoy entre Unidas Podemos y Más Madrid”. ¿Y todo eso de si está en juego parar el fascismo y la democracia? “Eso es demagogia pura”. Pero sí que le empuja a votar el miedo a la ultraderecha.
Julián García, 57 años, taxista, ha sido siempre votante de derechas, pero optó por Podemos tras el 15-M. Luego le defraudaron. En las anteriores elecciones de Madrid votó a Ciudadanos, pero ahora dice que ni se le ocurre. Le da miedo tanto Ayuso, como el PSOE, y Vox ni se le pasa por la cabeza. “No sé ni si voy a votar, visto el panorama de mediocridad de los políticos que tenemos en Madrid. Pensé votar al PSOE, un poquito por temas de la profesión, pero estoy viendo el percal... Gabilondo será una buena persona, pero le están haciendo una campaña pésima, y con los socios que se va a juntar, me da miedo que Pablo Iglesias se meta en la Comunidad de Madrid, por lo friki que es. Y luego es que como han calentado las redes sociales con los sobres de amenazas parece que va a venir Hitler y eso no es real, yo no veo esa tensión en la calle, en los bares, con los amigos, con la familia”.
Lucía Quinteiro, 27 años, uruguaya con pasaporte español, actriz y cantante: “Iré a votar porque creo que es importante, pero honestamente estoy fuera de las campañas. Mi inclinación es de izquierdas. En las últimas voté a Unidas Podemos. Ahora no lo sé. Tengo un poco de desidia con la política. No se centran en propuestas”. Pero en la derecha también hay desmotivación. Luis Moreno, 54 años, consultor informático: “Esta mañana he oído a Ayuso una tontería absoluta sobre la libertad. Luego escucho al PSOE y no veo una alternativa. Solo veo equipos dirigidos a ganar elecciones. Tengo una decepción con los políticos en general, unos y otros. Esta es la vez que más me cuesta votar. Soy un votante tradicional del PP, siempre he votado, pero cada vez estoy más desengañado. Lo que más me desanima son esos llamamientos de fascismo, comunismo, libertad, ese mundo Trump en el que todo es blanco o negro. Empieza a haber una separación, nos quieren separar. Algo está cambiando, y lo estoy viendo en Madrid como en Cataluña. Lo que oigo en el Congreso no me gusta, el trato, las formas, el respeto. Y es lo que nos está pasando en la sociedad”.
En votantes socialistas de toda la vida pasa parecido. Matilde Cuesta, 62 años, técnica sociosanitaria en un centro para enfermos de alzhéimer: “No estoy muy contenta con los míos, con Gabilondo. Los acabaré votando, porque me tira mi sangre, mis ideas, pero estoy decepcionada con él, han estado muy callados, y con el socialismo en general. No me planteo votar a otro partido de izquierda, no van con mis principios, pero es que estoy cansada de todos, todos van a llevarse la pelas, la buchaca, el poder, y a los demás que nos den”. Tampoco se cree que venga el fascismo. “No, no me lo creo. Si voto no será por eso ni mucho menos. Tengo amigos de Vox, y les digo: parece mentira que con el hambre que habéis pasado ahora seáis de Vox, pero yo lo respeto”.
Un estereotipo parece muy cierto: en los bares lo tienen clarísimo. Como Miguel, camarero en un bar de La Latina. Solo tiene una duda: “O Ayuso o Vox, según como estén las encuestas, porque quiero que estén los dos, para que la controlen. Si veo que ella va a sacar mayoría sola, voto a Vox. Ella es la que ha dado trabajo en Madrid. Aquí no viene el fascismo ni nada”. Pero el desaliento también cunde en la derecha. Javier de Pablo, 28 años, consultor de negocios, está a un pelo de no votar, tiene un ultimátum personal: “Siempre he ido alternando partidos, [y votado] a personas sensatas. Yo soy liberal, pensaba votar a Ayuso, que se ha equivocado estos meses, pero no tanto como se dice en la tele, y no veo una alternativa, pero si estos días la caga y vuelve a decir una gilipollez igual ya no le voto”. Ya se hartó una vez. En las elecciones de 2019 votó, pero le indignó tanto que se repitieran los comicios que en los siguientes, a los seis meses, decidió que nadie iba a llevarse su voto: dibujó un pene en la papeleta. Ahora se acerca a ese hartazgo. “Hay hasta un movimiento para que la gente no vaya a votar, se están ganando a pulso que no les voten. No puedes polarizar a la gente. Tú te encuentras a alguien por la calle que no es de tus ideas y no es tu enemigo, no te está haciendo nada. Eso no se puede hacer. Puedes tener las ideas que quieras, pero no puede ser que generes odio entre la gente, y todos están en eso”.
Ángel Escalera, 26 años, ingeniero civil, está en el último grado de indecisión: está entre no votar o hacerlo con un voto nulo. “Siempre he votado nulo, pero esta vez no sé ni si votar nulo, a lo mejor no voto. La política no me interesa, me aburre, paso. Soy más de izquierdas, pero no sé ni quién se presenta, no tengo ni idea de política, de nada. Todos los partidos intentan hacerlo lo mejor posible, desde fuera es fácil criticarlo, pero los que estén harán lo que puedan. No cambia mucho de uno a otro, derecha o izquierda. No me gustan los extremos, y aparte de eso me parece bien cualquiera”.