La semana uno de Pablo Iglesias

El exvicepresidente inicia su nueva etapa con actos en la periferia de Madrid y alertando del pacto PP-Vox

Pablo Iglesias, durante su visita este viernes al barrio de Entrevías, en Puente de Vallecas (Madrid).Dani gago / Unidas Podemos
Madrid -

Pablo Iglesias ha abandonado el Gobierno en plena Semana Santa, un período sin actividad parlamentaria, con la vida a medio gas. Obligado por la ley electoral madrileña, que impide a un candidato ocupar un puesto en el Ejecutivo, la fecha límite para dejar la vicepresidencia segunda se fijaba el pasado martes, un día antes de que expirase el plazo para registrar la lista. Así, entre festivos atípicos, con actos por int...

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Pablo Iglesias ha abandonado el Gobierno en plena Semana Santa, un período sin actividad parlamentaria, con la vida a medio gas. Obligado por la ley electoral madrileña, que impide a un candidato ocupar un puesto en el Ejecutivo, la fecha límite para dejar la vicepresidencia segunda se fijaba el pasado martes, un día antes de que expirase el plazo para registrar la lista. Así, entre festivos atípicos, con actos por internet, encuentros vecinales sin prensa y la ultraderecha en los titulares comienza la semana uno del Pablo Iglesias candidato.

La “transición emocional” del líder de Unidas Podemos, sin embargo, empieza el 15 de marzo, día que anuncia su salida del Ejecutivo. Las encuestas señalan que hay un riesgo real de que el partido no alcance el 5% del voto, umbral necesario para obtener representación en la Asamblea de Madrid, y su fundador se lanza al rescate. Después de las despedidas en el Senado y el Congreso la semana pasada, queda ya solo el trámite del Consejo de Ministros. En la reunión, el todavía vicepresidente dedica unas palabras al resto de compañeros. El presidente Pedro Sánchez —quien ha entendido la decisión de Iglesias y a excepción del orden de las vicepresidencias asume su propuesta para los cambios en el Gobierno— le agradece el trabajo hecho, según comentará más tarde la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero. Al acabar la reunión, el Consejo en pleno le aplaude. Todos los miembros menos uno: la ministra de Defensa, Margarita Robles, con quien ha mantenido profundas discrepancias. Iglesias se marcha satisfecho por la despedida “humana y amable”, señalan en su entorno, pero ese día tampoco comparece en la sala de prensa de La Moncloa, y eso que el Gobierno ha aprobado una partida de 238 millones de euros para dependencia que gestionarán las comunidades autónomas. Lo cierto es que tanto él como los otros miembros de su partido llevan meses sin participar en las conferencias de los martes.

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Sobre la 13.15, minutos antes del comienzo de la rueda de prensa de Montero, el líder de Unidas Podemos difunde un vídeo en redes sociales. Iglesias destaca en su despedida que ha demostrado en el Gobierno que son capaces de “producir mejoras para la mayoría social” del país, pero también señala que enfrente del Ejecutivo hay “oligarquías que ejercen su inmenso poder político, económico y mediático” para que las instituciones “defiendan sus intereses y no los de la mayoría”. El tono institucional se desvanece y cobra fuerza el Iglesias candidato. La prioridad es movilizar al electorado de izquierdas denunciando el riesgo de un Gobierno de PP y Vox con actos en las grandes ciudades de la periferia de Madrid, no solo en la capital.

A su salida del Consejo, el secretario general de Podemos se reúne en Coslada con la asociación de vecinos Fleming. La elección no es casual. La sede ha sufrido hace poco un ataque con pintadas. A mitad de encuentro, se plantan en la calle cuatro miembros de Bastión Frontal, una organización de extrema derecha nacida en plena pandemia que ha sido denunciada por la Fiscalía de Madrid por un presunto delito de odio contra menores inmigrantes. Los jóvenes empiezan a gritar consignas contra Iglesias mientras dedican a los presentes el saludo fascista. Al término de la reunión, sobre las dos y media de la tarde, el candidato es informado. Sale del local, camina hacia los ultras y se encara con ellos apenas dos segundos. “Un dirigente político de una fuerza política democrática tiene obligación de plantar cara precisamente por su cargo, por su responsabilidad y por lo que representa, a cualquier neonazi”, defiende al día siguiente durante una entrevista en la Cadena SER. “Ha sido un año muy duro”, dirá en la emisora. “La ultraderecha ha normalizado la ofensa personal y el acoso, y eso mi familia y yo lo hemos sufrido”, señala en relación con la persecución de la que es objeto, junto a su pareja —la ministra de Igualdad, Irene Montero— y sus tres hijos, a diario y desde hace meses frente a su casa en Galapagar.

A esa misma hora, mientras Iglesias habla en la radio, Yolanda Díaz jura el cargo de vicepresidenta tercera del Gobierno y Ione Belarra, como nueva titular de Derechos Sociales y Agenda 2030. Antes del traspaso de carteras, Iglesias se reúne con los cinco ministros de Unidas Podemos en su despacho, que es ya la nueva oficina de Belarra. Se trata de un momento emotivo, según fuentes presentes. Participan también los secretarios de Estado Nacho Álvarez (Derechos Sociales) y Noelia Vera (Igualdad), además del jefe de gabinete de Iglesias en la vicepresidencia, el exjefe del Estado Mayor de la Defensa Julio Rodríguez. Ellos son parte central del equipo que, liderado por Iglesias, logró que UP entrara en el Gobierno. La reunión escenifica el fin de una época. A la charla se suma más tarde Isabel Celaá, responsable de Educación y única ministra socialista presente en el acto oficial en el ministerio.

Ya metido en la piel de candidato las 24 horas, el Jueves Santo presenta oficialmente a su equipo. Díaz abre el acto. La titular de Trabajo enfatiza la labor del líder de Podemos en el Ejecutivo: “Este es el Pablo que construye, otros destruyen”. Y usa un tono conciliador para afirmar que “desde la mano tendida” ellos pueden “cambiar las cosas”. En su intervención final, de nuevo el Iglesias combativo, el del discurso duro contra el PP. “No vamos a consentir que pisoteen el significado de la palabra libertad los que se han dedicado a robar a manos llenas a los madrileños y los que reivindican abiertamente los gobiernos de la dictadura del franquismo”.

El ataque con explosivos contra la sede de Podemos en Cartagena sacude al partido el viernes. Y vuelve a poner a la ultraderecha en el centro del discurso. Horas más tarde, el propio Iglesias difunde un vídeo sobre su visita esa mañana a una red vecinal de apoyo a familias en el barrio obrero de Entrevías, en Puente de Vallecas (Madrid). En las imágenes se ve a un candidato relajado, en vaqueros y con la sudadera del espectáculo teatral Fariña —basado en el libro homónimo que narra la historia del narcotráfico en Galicia—, reunido con miembros de la asociación y aplaudido por los vecinos. Del mismo modo, Iglesias se desplaza el sábado a Parla para un encuentro con organizaciones que defienden la educación y la sanidad públicas y este domingo tiene previsto celebrar un acto sobre vivienda con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el vicepresidente segundo valenciano, Rubén Martínez Dalmau.

El Pablo Iglesias candidato termina la semana uno de precampaña volcado en su objetivo, consciente de que Madrid es la última batalla y también de la trascendencia y complejidad del reto. Sabedor de que el éxito el 4-M pasa por lograr que la izquierda acuda a las urnas, ha decidido evitar cualquier crítica a las candidaturas progresistas, centrarse en los barrios humildes y llamar a la participación en las ciudades más castigadas del sur. Del resultado depende el futuro del partido y en buena medida, también, su propio legado.

Pablo Iglesias, durante su visita el sábado a Parla para reunirse con colectivos que defienden la sanidad y la educación públicas. EFE

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