La obsesiva estrategia mediática de Villarejo
El avance de la Operación Tándem acorrala al comisario jubilado, que lanza nuevas amenazas desde prisión a través de comunicados enviados a los medios
El comisario jubilado José Manuel Villarejo nunca ha tenido problema en reconocerlo. “A mí me apasiona la manipulación de la opinión y de los criterios de la gente”, contaba ya, sin reparos, en una entrevista concedida a Salvados en 2017. Entonces, la Operación Tándem aún no había estallado y él, pese a que comenzaban a desvelarse sus oscuros tejemanejes, seguía en libertad y empeñado en proyectar en público esa imagen de “agente encubierto” capaz de tumbar a cualquiera por todo lo que callaba. Una actitud medida,...
El comisario jubilado José Manuel Villarejo nunca ha tenido problema en reconocerlo. “A mí me apasiona la manipulación de la opinión y de los criterios de la gente”, contaba ya, sin reparos, en una entrevista concedida a Salvados en 2017. Entonces, la Operación Tándem aún no había estallado y él, pese a que comenzaban a desvelarse sus oscuros tejemanejes, seguía en libertad y empeñado en proyectar en público esa imagen de “agente encubierto” capaz de tumbar a cualquiera por todo lo que callaba. Una actitud medida, fruto de su obsesión por influir a través de los medios de comunicación, que ha incorporado a su propia estrategia de defensa.
Así lo volvió a demostrar el pasado fin de semana, cuando difundió a través de su abogado un comunicado lleno de amenazas veladas a políticos como Margarita Robles, actual ministra de Defensa, y una fotografía rodeado por una decena de comisarios el día que le entregaron una medalla en 2009: “¡Entonces era de los suyos!”, clamaba en el escrito.“Si me acusan ahora de conductas de hace veinte años, ¿cómo esperan mis verdugos librarse ellos cuando su pasado ignominioso se descubra y les alcance?”, añadía Villarejo, que ha demostrado siempre —también en los negocios y durante su carrera policial— que le gusta jugar al ataque, convencido de salvaguardar mejor así sus intereses.
Pero esta última advertencia, con la que se intenta añadir más sombras a una compleja causa que ha desvelado oscuras alianzas en las más altas esferas del país, no llega en un momento cualquiera. El antiguo agente de la Policía Nacional, en prisión provisional desde noviembre de 2017, se encuentra cada vez más acorralado por la Fiscalía Anticorrupción y ve cómo se esfuman sus posibilidades de salir de la cárcel. De hecho, el pasado 7 de mayo, el juez Manuel García-Castellón procesó por primera vez a Villarejo en una de las piezas separadas abiertas en esta macrotrama de corrupción después de que el Ministerio Público lo pidiese apenas 48 horas antes. Y también hizo lo mismo con su mujer, Gemma Alcalá.
La decisión del magistrado deja al comisario jubilado más cerca del banquillo y de una posible condena, lo que permitiría a los investigadores mantenerlo en prisión mientras siguen con unas pesquisas que no paran de crecer. “Entre tinieblas, se cierra la instrucción en dos días”, protestó Villarejo en su escrito público, donde volvía a poner el foco en su imagen: “Me han linchado y condenado con juicios populares fomentados por el propio instructor, para así justificar todas las tropelías que me hacían, presentándome como un monstruo, algo peor que un terrorista”.
Las preguntas, desde luego, brotan rápidamente: ¿se guarda más ases en la manga el principal sospechoso de la trama?; ¿tendrán consecuencias legales o solo servirán para enfangar a nuevos personajes poniéndolos en la diana de la opinión pública? Porque Villarejo sabe mucho de eso. El propio juez lo explicaba en uno de sus últimos autos, donde relataba cómo la operación para acabar presuntamente con los adversarios de uno de sus clientes incluía presentar una denuncia falsa para que, tras utilizar sus influencias en la Policía, las fuerzas de seguridad pusieran en marcha un despliegue que acabara con la detención de las víctimas. Entonces, aprovecharían para darle “repercusión mediática” y acabar así con su reputación.
Amplias conexiones
La importancia que Villarejo otorga a la influencia de los medios salta a la vista con tan solo echar la mirada atrás. Durante años como policía se relacionó con periodistas y tejió una cercana relación con algunos de ellos —García-Castellón, por ejemplo, destacó en un escrito el “vínculo de amistad” del comisario con la popular presentadora Ana Rosa Quintana, a quien llegó a ofrecer sus servicios tras contratarlo su marido—.
También, a través de su red empresarial, puso en marcha la web Información Sensible, encabezada por su mujer y que utilizó presuntamente para difundir información confidencial, como la grabación de una reunión entre mandos de la Policía Nacional y funcionarios del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que investigaban entonces a El Pequeño Nicolás —por ello, la Fiscalía le pide cuatro años de cárcel—. Aunque el historial no queda ahí y, a medida que ha avanzado la investigación de la Operación Tándem, se han ido desvelando más supuestas conexiones. Así, Podemos ha denunciado que la trama contaba con una pata mediática a la que Villarejo recurría para atacarles y ha señalado directamente a Eduardo Inda, director de la web Ok Diario, por “colaborar activamente” con el comisario para difundir información robada “a sabiendas de su obtención de forma ilícita”.
Otras derivadas que ha revelado el sumario pasa por el espionaje a periodistas en la pieza sobre los encargos del BBVA a Villarejo, que también alardeaba de “intoxicar” a los medios de comunicación en beneficio de sus clientes —como consta en alguno de los informes que elaboraba detallando en qué periódicos y radios había logrado influir—. Hasta tal punto llegaba su fusión que, incluso, se hizo pasar por un reportero de El Mundo cuando contactó con María Victoria Álvarez, ex novia de Jordi Pujol Ferrusola. Ella no averiguó quién era hasta que escuchó su voz por televisión, según relató durante una comparecencia en el Parlament. Los medios también eran su tapadera.