De ‘road trip’ familiar por la República Checa: cinco días de actividades al aire libre
En la región checa de Liberec se disfruta al máximo del llamado Paraíso de Bohemia gracias a rutas senderistas entre rocas gigantes, castillos de película, un descenso por el río Jizera, actividades acuáticas en el lago Mácha o una cervecería con cinco siglos de historia
Praga es una de las capitales más hermosas del mundo. Trufada de cultura, historia, arte y arquitectura, es un destino que debe estar en la lista de deseos de cualquier viajero. Eso sí, en un paseo desde el histórico Cafe Slavia, frente al Teatro Nacional, por la ribera del Moldava, cruzando el fantástico puente de Carlos hacia la catedral de San Vito, uno puede cruzarse con siete despedidas de soltero y enfrentarse a ejércitos de turistas. Si después de visitar la capital de la República Checa necesita unas vacaciones de descompresión, el país brinda una oportunidad de naturaleza, actividades al aire libre y cerveza artesanal en un entorno bucólico y poco masificado.
A poco más de una hora en coche de la populosa y efervescente Praga, rumbo norte, se encuentra la región de Liberec acunada entre las fronteras de Alemania y Polonia. Un inmenso tapiz esmeralda donde se alternan campos de labranza, pueblos pintorescos, lagos, ríos y bosques. Las carreteras transcurren entre praderas y frondosas manchas arbóreas, con largas rectas, limpias y cuidadas. Un escenario fantástico para un road trip motero, cicloturismo o un verano familiar en camper. En este entorno bohemio, Liberec ofrece un gran abanico de posibilidades outdoor. Esta es una propuesta con una ruta circular que se puede disfrutar en cinco días, con nueve actividades aptas para todos los miembros de la familia.
Diversión en un antiguo cuartel soviético
Poniendo rumbo norte hacia la ciudad de Turnov desde Praga, y recorridos unos 50 kilómetros, se llega a un curioso parque infantil que tiene un encanto especial: Mirakulum. Lo conforman 12 hectáreas de grandes laberintos, castillos de madera, túneles, senderos de bosque, granjas, zoológico de cabras y ciervos, atracciones de escalada, tirolinas y hasta una ciudad del agua para los días de calor. Este es un parque muy popular, que recibe visitas de colegios y familias, porque además de su indudable uso lúdico tiene mucho valor educacional y una curiosa historia.
El lugar fue centro de entrenamiento y acuartelamiento de las tropas de ocupación soviéticas hasta 1993, y todavía hoy se pueden visitar los barracones soviéticos. Las autoridades checas quisieron resignificar las zonas convirtiendo estos cuarteles rusos en zonas de esparcimiento y educación para las nuevas generaciones. Pero si a usted le aburre estar con su hijo pululando por el parque infantil, justo pegado a Mirakulum se encuentra el Tankodrom Milovice. Es otro parque, aunque este un pelín más adrenalínico y menos infantil. Aquí se permite conducir varios tipos de vehículos militares, incluido un tanque ruso T-55, y participar en una batalla de paintball.
Vía Ferrata en un geoparque mundial de la Unesco
La ciudad de Turnov es la capital checa de la joyería y puerta de entrada al Paraíso de Bohemia. Un entorno de gargantas kársticas, ríos, espesos bosques, caprichosos berrocales, suaves praderas y misteriosas cuevas que conforman el parque de recreo perfecto para los amantes de la naturaleza y la primera zona de la República Checa que fue declarada geoparque de la Unesco. Este dominio se extiende por una superficie de 833 Kilómetros cuadrados y le fue otorgado el nombre de “El Paraíso de Bohemia” (Český ráj, en checo) por los románticos del siglo XIX que encontraron entre las ruinas de sus castillos sus manos pétreas de areniscas alzándose al cielo y sus volcanes extintos una inspiración.
Allí se encuentra el icónico Suché Skály, junto a la población Mala Skala, una cresta rocosa sorprendentemente irregular, creada por la erosión de las capas de arenisca erigida verticalmente a lo largo de la falla de Lusacia. La formación se alza sobre los bosques de pinos y hayas conformando una atalaya para disfrutar de los paisajes del paraíso bohemio, lamentablemente solo al alcance de los alpinistas.
Sin problemas, a tan solo 20 minutos hacia el sur se llega a la reserva natural del Valle de Jizera, donde toda la familia sí puede disfrutar de una experiencia parecida a escalar el Suché Skály con la vía ferrata Water Gate (Vodní brána). En mitad de un frondoso bosque de pinos, abetos y abedules, justo a la orilla del río Jizera, se alzan dos grandes moles de roca arenisca, marcadas por tres rutas de vía ferrata de distinta dificultad —la más fácil es accesible para niños—. Todas llegan a la cima, desde donde se tiene una vista espectacular de la reserva.
Descenso en ‘scooter bike’ desde el volcán Kozàkov
Desde la colina Kozákov, la más alta de la región de Jizera con 744 metros de altura, se puede descender en una especie de cacharro híbrido entre un patinete y una bici, muy popular en la zona: el kick bike o scooter bike. Kozákov es un antiguo volcán, como muchos en la zona, y hoy en día forma parte de una reserva natural por su extremado valor en biodiversidad.
Para los checos este es un destino popular para las actividades al aire libre. En el pináculo se alza una torre de hierro que ofrece una visión panorámica del valle y del parque nacional de las montañas de Krkonoše. Justo desde este punto salen varias rutas senderistas y, cuando el viento es favorable, las alas de los parapentistas colorean el cielo. En invierno esquiadores de travesía descienden por sus lomas. Nosotros lo vamos a hacer en scooter bike, y por la carretera. Este vehículo es básicamente un patinete con ruedas y frenos de bicicleta, el resto del mecanismo es muy simple. Eso sí, tiene sus reglas estrictas: no se puede quitar las manos del manillar, al estar el centro de gravedad tan bajo el riesgo de desestabilizarse si se suelta el manillar es muy alto; hay que controlar la velocidad con los frenos en las bajadas, estos cacharros pillan velocidades muy altas; hay que desplazar el peso del cuerpo sobre la rueda trasera en las bajadas; y solo se debe dar impulso cuando la velocidad sea muy baja, si se pone un pie en el suelo yendo rápido se puede besar el asfalto.
La ruta se extiende casi 20 kilómetros desde la colina Kozákov hasta la granja Bouček en la ribera izquierda del río Jizera. Encalomado en los scooter bikes se cruza una sucesión de paisajes boscosos, valles, prados, granjas y extensiones de cultivos perfectamente cuidados, con lindes impolutas. Parece que estén diseñados por un ingeniero de Lego, en donde el desorden brilla por su ausencia. Casi todos los tramos son descendientes o llanos, pero en algunos hay que dar patada al suelo para propulsar el patinete. Si el cansancio llega se puede reponer energías en uno de los pequeños quioscos de refrescos con jardín que se encuentran en el camino.
Cerca de la orilla del Jizera ya se va llaneando y en cuanto se cruza las vías del tren se llega al final, la tradicional la granja Bouček, un típico edificación ribereña, ahora reconvertida en Beer Garden donde degustar los platos típicos checos regados con una buena pilsen.
Senderismo entre grandes rocas
Cerca del pueblo de Klokočí, en la ruta verde ciclista, justo en el aparcamiento en Rotštejn, comienza un itinerario circular de unos 10 kilómetros que abarca una extensa meseta abalconada sobre los acantilados que protegen el frente de la colina de Kozákov (en cuya cima se inicia la jornada), y que ofrecen vistas panorámicas impresionantes del valle y la zona norte y sureste del Paraíso de Bohemia. En este entorno boscoso surgen gigantes columnas y formaciones de rocas areniscas (Klokočské Průchody), algunas realmente impresionantes. También esperan aquí las ruinas del castillo Rotštejn: está excavado sobre los acantilados Klokočí y las columnas areniscas, y como la mayor parte de sus construcciones eran de madera solo ha sobrevivido su parte rocosa. Fue construido en el siglo XIII por la familia Markvart, fundadora de la cercana ciudad de Turnov. Hay que echarle algo de imaginación para ver en los restos la majestuosidad de lo que fue, pero es una visita interesante para los mayores y divertida para los niños, que pueden acceder a una parte de la muralla y a un torreón.
Vistas las ruinas, se sigue el camino marcado cruzando un frondoso bosque de coníferas que se encuentra completamente enmoquetado de arándanos silvestres, muy apreciados por los habitantes de Klokočí. Aunque el sendero no presenta muchas dificultades, se debe tener cuidado al salirse de sus lindes ya que los acantilados no están ni marcados ni protegidos. La vista desde los balcones es maravillosa y llama a hacerse selfis, pero también a tener un percance fatal.
No hace falta hacerse la ruta entera hasta circunnavegar la meseta hasta Bukovina, recorridos 1,5 kilómetros se puede descender por los pasajes de Klokočka, una estrecha garganta single trail, hasta retomar la vía verde ciclista rumbo al río Jizera.
Descendiendo por las aguas del río Jizera
Después de reponer fuerzas en las praderas de la granja Bouček, con una buena pilsner o una Kofola (la Coca-cola checa) y un plato de goulash, hay que dirigirse unos 200 metros ribera arriba hasta la pradera donde se puede alquilar una piragua o una balsa y descender por el Jizera en su camino a la ciudad de Turnov. Es el tramo Malá Skála hasta Turnov, de los 164 kilóemtros que tiene el río desde su nacimiento en las montañas de Jizera hasta su desembocadura en el Elba.
El piragüismo es una de las actividades outdoor durante el verano más populares en la República Checa, así que infraestructuras ribereñas no faltan. En este tramo las aguas son calmadas y no profundas. Con un par de minirápidos, esta actividad no solo es segura para los más pequeños, sino que se convertirá en una de las más divertidas. La travesía dura de una hora y media o dos horas hasta que se alcanza el camping de Donlanky U Turnova, justo al otro lado de la meseta Klokočské Průchody. En ella el río evoluciona por los dos meandros coronados por colinas y las orillas están orladas por grandes árboles frondosos.
El Jizera es un universo en donde solo se escucha el arrullo de las aguas, el canto de los pájaros y el viento sobre el dosel arbóreo. Si se presta un poco de atención es fácil avistar truchas al abrigo de las piedras, algunos ejemplares muy notables. Recuerde llevar calzado para zonas húmedas, algunas veces se encalla en los bajíos y hay que desembarcar para dar un empujón. ¡Ah! y no olvide saludar con un “Ahoj” (pronunciado ajoi!) a otras piraguas con las que se cruce.
‘Stand up paddle surf’ en el lago Mácha hacia la isla de las gaviotas
Desde Turnov, a 45 minutos en coche rumbo Este, se encuentra el lago Mácha (Máchovo jezero, en checo). En realidad es un embalse del siglo XII construido por Carlos IV, que entonces se llamó Gran Estanque de Doksy. En el siglo XIX se renombró en homenaje al poeta romántico checo Karel Hynek Mácha, enamorado del lago y los paisajes de la región. Durante la época soviética se edificaron alrededor del lago complejos turísticos de cabañas para los trabajadores de distintas empresas y factorías estatales. Por supuesto eran del estilo de la época, de los que ya pocos quedan, excepto las pintorescas cabañas conocidas como casas hobbit construidas con grandes barriles de cerveza. Curiosamente estas fueron las únicas construcciones ilegales.
Actualmente el lago está rodeado por bosques de pinos, abetos, hayas y robles que se alternan con praderas y humedales y proporcionan mucha cobertura vegetal y hábitat a la fauna silvestre: ciervos, jabalíes o zorros. Pero lo más interesante son las playas de arena fina, algunas considerablemente grandes como las de Doksy y Staré Splavy. En todas ellas hay complejos turísticos, hoteles, restaurantes, zonas chill out y, por supuesto, instalaciones para la práctica de actividades deportivas, sobre todo acuáticas. En el lago se puede proseguir con la práctica del piragüismo u optar por el wind o el kitesurf, pero dado sus características aguas tranquilas, y las buenas equipaciones con que cuentan en el lago, quizá el stand up paddle surf (SUP) es la mejor opción, sobre todo para que se inicien los más pequeños. En invierno el lago se hiela y se convierte en una fantástica pista de patinaje. En la playa de Dosky se pueden alquilar las tablas sobredimensionadas de SUP y de gran estabilidad e iniciar una regata hasta el centro del lago, donde se encuentra una isla que alberga una colonia de gaviotas. No se puede desembarcar al ser una zona protegida, pero las aves salen al encuentro del visitante con vuelos rasantes y cantos. Y después del esfuerzo de la galera moderna, la opción es bañarse en la orilla.
Pedaleando alrededor de lago
Liberec es el paraíso ciclista, ya sea de carretera, mountain bike o gravel. Se puede rodar por rutas ciclistas señalizadas cerca del río Jizera a través de las montañas del mismo nombre, donde nace el río, las Montañas de los Gigantes Occidentales, el Paraíso de Bohemia y la región de Polabí hasta la mismísima Praga. El terreno por el que se transcurre son carriles bici (tramo Líšný - Turnov), carreteras locales poco transitadas y muy bien mantenidas, o caminos de tierra, también en buen estado. La longitud de la vía verde señalizada (Jizerka, Pod Bukovcem - Praga, Černý) tiene más de 172 kilómetros, pero si lo que se quiere es simplemente degustar un poco del ciclismo de la región con su familia, puede probar con la ruta circular del Lago Mácha. Poco más de 18 Kilómetros, apta para los más pequeños y noveles en esto del ciclismo, con paradas de avituallamiento en cada playa del lago. Casi no hay desnivel y el terreno está bien cuidado. Solo hay que echar pie a tierra al cruzar un par de humedales, que se superan sobre tablones dispuestos para tal fin.
Ascenso al castillo gótico de Bezděz
A 15 minutos del lago Mácha se encuentra el castillo de Bezděz, una construcción gótica del siglo XIII levantada por el rey “del hierro y el oro” Ottokar II de Bohemia que se utilizó como atalaya y bastión militar y, después, como monasterio hasta su abandono. Sus ruinas empezaron a conservarse en el siglo XIX gracias al poeta Karel Hynek Mácha, el mismo que el del lago, y hoy es uno de los mejor restaurados del país.
Espigado y amenazador, proyecta su sombra sobre el coqueto pueblo de Bezděz, que duerme a las faldas de la colina. Y como castillo de película, el acceso es un paseito al que hay que ir con zapatillas trekking. Si va en coche, el vehículo se debe aparcar en el parking del pueblo junto a un bonito estanque, cinco minutos andando cuesta arriba se llega al inicio del sendero que penetra en el bosque que cubre la colina. Custodiando la primera puerta se encuentra una moderna figura de gran tamaño de un demonio que, probablemente, hace referencia a la torre circular defensiva Bergfried, conocida como la torre del diablo. Y desde aquí la ruta se vuelve rota y empinada: hay que ir caminando sobre las grandes rocas que en su día formaban parte de la muralla exterior durante unos 15 minutos.
Una vez alcanzada la plaza de la fortaleza, se puede recuperar el aliento e hidratarse en el quiosco de refrescos y helados de la entrada. A la derecha, se encuentra la capilla gótica muy bien conservada, quizá de lo mejor del castillo y justo en frente la Gran Torre con su salón de caballeros. Una mala noticia: hay que subir muchas más escaleras, pero una vez alcanzado el pináculo de la torre la vista del paisaje es espectacular. Desde los más de 650 metros se domina toda la meseta alrededor a vista de halcón —aves que suelen frecuentar el castillo—. En los días claros se pueden vislumbrar las montañas de los gigantes, Liberec o incluso la aguja de la catedral de San Vito de Praga.
La bajada es menos cansada, pero si la visita cultural ha consumido muchas energías, se pueden reponer fuerzas con un plato de comida tradicional checo en la terraza del restaurante Vyhlídka, a los pies de la colina del castillo.
Relajarse con una pinta en una cervecería de cinco siglos
La mejor forma de poner la guinda a este road trip familiar antes de volver a Praga es disfrutar de una cerveza en una de las cervecerías con más rancio abolengo de la República Checha. En Lobeč se encuentra la Lobeč Steam-Powered Brewery, con una historia de más de cinco siglos, aunque su aspecto es el de un edificio industrial del siglo XIX que resalta en un entorno tan rural y bucólico bastante bonito. De hecho, la cervecería estuvo funcionando hasta 1948, pero durante la ocupación soviética se abandonó la producción de cerveza y el propio edificio.
En 2007, dos jóvenes arquitectos, Pavel y Jana Prouza, durante un viaje por la región se quedaron prendados del edificio y emprendieron la ardua tarea de reconstrucción, que sigue hasta la actualidad. Las cosas no les han ido tan mal cuando han ganado varios premios internacionales de arquitectura con la cervecería y esta ha sido reconocida como monumento cultural de interés por el Estado.
Para suerte de los mundanos viajeros, además de rescatar el edificio, Pavel y Jana Prouza decidieron lanzar sus propias cervezas artesanales, hoy muy apreciadas en la región. Se puede visitar la vieja fábrica, soplar la espuma de una cerveza tirada en grifo y comer los mejores platos tradicionales checos en su amplio jardín. La buena noticia es que las cervezas son fantásticas, mi preferida es la cerveza negra Imperial Stout, la mala es que al no estar filtradas ni pasteurizadas no pueden salir de la cadena de frío y no se puede comprar como souvenir.
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