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De Siurana a Cuenca: los enclaves más vertiginosos de España

Erigidos en lugares increíbles, al borde del abismo, en este decálogo de localidades esperan castillos, calles empinadas, cañones y miradores estratosféricos

Siurana (Tarragona). Este pueblo medieval se alza con su iglesia románica, sus casitas de piedra y las ruinas de su castillo árabe sobre una peña plana tajada a pico, al borde de un acantilado calizo de la sierra de Prades, desde donde se contemplan las paredes no menos verticales del vecino macizo del Montsant. Es un lugar difícil de creer. Y aún más difícil de conquistar. Se cuenta que los cristianos sudaron la gota gorda para tomar este nido de águilas y que, cuando por fin lo lograron, le ofrecieron a la mujer del último valí la posibilidad de salvar la vida si abjuraba de su fe, oferta que la señora declinó arrojándose a caballo por el precipicio. El mirador del Salt de la Reina Mora domina un panorama que corta el resuello. Se entiende por qué Siurana atrae a tantos escaladores.Marc Venema (Alamy / CORDON PRESS)
Alquézar (Huesca). Alquézar era ‘al-Qasr’, el alcázar, un castillo moro con un foso de más de 300 metros de profundidad: el cañón del río Vero. Ahora este es uno de los pueblos más bonitos y escarpados de España; su castillo, una colegiata amurallada con un precioso claustro románico, el único de Aragón que se conserva enteramente pintado; y el cañón, un no parar de senderistas que lo recorren caminando por pasarelas metálicas fijadas a sus paredes verticales y de barranquistas que descienden con un neopreno por los toboganes, pasillos, badinas y piscinas que el Vero ha labrado en las calizas de la sierra de Guara. Dice la leyenda que aún se oyen en el cañón los alaridos de los soldados musulmanes que perdieron Alquézar. No: son los gritos de alegría de estos otros.Fabrizio Cortesi (Alamy / CORDON PRESS)
Iznájar (Córdoba). Otra fortaleza árabe dio origen y nombre a este pueblo; derivando del sustantivo ‘hisn’ (castillo) y del adjetivo ‘al-ashar’ (alegre). La población está en un lugar extraordinario: sobre una escarpada cresta de las Sierras Subbéticas, rodeada por las aguas represadas, color mar tropical, del río Genil, que forman el mayor embalse del sur de España. En la parte alta, junto a la iglesia y el castillo, se halla el Patio de las Comedias, una placita repleta de macetas azules desde donde se ve como Dios el pueblo blanco y el llamado “lago de Andalucía”. Ahí al lado, en la calle Villa, se encuentra el ascensor que usan para bajar los féretros al cementerio, porque es tan empinada la ladera que, si no, no hay manera. ¡Cosas veredes, Sancho!: un pueblo en el que los muertos, en lugar de subir, caen del cielo.Sir Francis Canker (GETTY IMAGES)
Chulilla (Valencia). Este es un pueblo blanco de las montañas del interior de Valencia, pintoresco a rabiar, de origen y fisonomía morunos, con calles tan empinadas y estrechas que se necesita un semáforo para evitar que se crucen dos coches en la principal, porque no caben. A pie, pues, recorreremos las callejuelas cuestudas, subiremos al que fue hisn o castillo islámico de Xulella y nos asomaremos a las hoces del Turia, el cañón de paredes anaranjadas de roca caliza de 80 metros que sirve de foso a este fantástico lugar. Si queremos andar más, haremos la ruta de los Pantaneros, el camino que seguían hace medio siglo desde Chulilla los obreros de la presa de Loriguilla, cruzando el río encañonado a través de puentes colgantes de madera que recuerdan a los del Himalaya.Peter D Noyce (Alamy / CORDON PRESS)
Albarracín (Teruel). Tres castillos y dos murallas, una de ellas larguísima. Abajo, el foso curvo y profundo del río Guadalaviar. Arriba, el castillo más alto, la torre califal del Andador, del siglo X. Y a media altura, junto al Portal de Molina, la casa de la Julianeta, que data del siglo XIV pero parece mucho más moderna, de la época cubista, por su perspectiva caprichosa: tan ladeada está que parece que va a derrumbarse. No solo la casa de la Julianeta: todo Albarracín se inclina porque es una pura cuesta, no apta para circular en coche ni para andar con tacones. Avisados quedan.StockPhotoAstur / Alamy / CORDON PRESS
Arcos de la Frontera (Cádiz). En la plaza del Cabildo, en lo más alto del promontorio rocoso en que se asienta este pueblo blanco gaditano, asombra a propios y extraños el Balcón de la Peña Nueva, desde donde se ve la espalda de los pájaros, el Guadalete serpenteando cien metros más abajo y, al fondo, la sierra de Grazalema. Lo que no asombra a nadie, viendo semejante panorama, es que esta villa fuera no solo un alcázar andalusí, sino una taifa, un reino aparte.Jose Miguel Sánchez (Alamy / CORDON PRESS)
Castellfollit de la Roca (Girona). Los franceses derribaron el castillo en 1691, pero el pueblo sigue en lo alto de una roca espeluznante, infernal, surgida de las entrañas de la tierra hace 200.000 años, cuando la Zona Volcánica de La Garrotxa estaba en plena ebullición. Dos coladas de lava superpuestas formaron este acantilado de 50 metros de altura: un precipicio de columnas basálticas que semeja un órgano de viento de gigantes. Pueblo y risco multiplican por dos su belleza al espejarse en las aguas del río Fluvià. Así se ven desde la pasarela-mirador de Castellfollit de la Roca. No tiene pérdida.JackF (GETTY IMAGES)
Ronda (Málaga). Rilke, al que no dijeron nada otros famosos lugares de Andalucía, flipó con Ronda: “La localidad muy española encaramada del modo más fantástico y grandioso a una montaña y reunida sobre dos enormes verticales moles de roca que corta el angosto y profundo tajo”. Era y es “la ciudad soñada”. Parada obligada al atardecer en el mirador de Aldehuela para ver cómo el último sol enhebra el puente Nuevo, el gigante de 98 metros de altura que salva de tres zancadas el tajo excavado por el río Guadalevín. Tampoco hay malas vistas al amanecer, sobrevolando Ronda en un globo de Glovento Sur.Eloi Omella (GETTY IMAGES)
Frías (Burgos). Tampoco es un pueblo, aunque lo parece, y también tiene Casas Colgadas. Frías, ciudad medieval del norte de la provincia de Burgos y la ciudad más pequeña de España, hace equilibrios sobre el afilado cerro de la Muela, con su castillo del siglo XII en lo más alto y sus 267 vecinos acurrucados en casas de roca tobácea y entramado de madera que se apiñan a lo largo de angostas costanillas o cuelgan directamente sobre el abismo. Desde el mirador que hay a la entrada de Frías, viniendo de Tobera, todas las fotos salen bien, hasta las que se disparan sin querer.Prisma / Dukas / Universal Images Group / Getty Images
Cuenca. No es un pueblecito, vale, pero no hay otro lugar en España más bellamente plantado al borde del abismo que esta ciudad milenaria, con sus Casas Colgadas sobre la hoz del Huécar y sus Rascacielos del Júcar, todo construido sin usar una grúa, un láser, un arquitecto. Para admirar este castillo de naipes medieval, nada como recorrer el sendero periférico de las Hoces de Cuenca (SL-CU 10), que traza un círculo de cuatro kilómetros alrededor del casco histórico, subiendo primero por el cañón del río Huécar y bajando después por el del Júcar. Señalizado con letreros y marcas de pintura blanca y verde, arranca en el Auditorio, donde hay un aparcamiento. Se tardan dos horas y media en completar la caminata.Luis Martinez (Design Pics Editorial / Universal Images Group / Getty Images)