Ir al contenido

Uluwatu: el estilo balinés se muda al sur

Surf, espiritualidad y un lujo más consciente redefinen esta esquina de la isla indonesia que resiste todavía al bullicio de otras zonas. En los últimos años, además de los viajeros, cadenas hoteleras la han elegido para sus exclusivos ‘resorts’, que conviven con proyectos más personales pensados para vivir a otro ritmo

Durante años, el pueblo costero de Canggu fue el símbolo de una libertad algo desordenada. Un lugar donde el día empezaba con una sesión de surf y seguía con pantallas conectadas al wifi de un café, entre frutas frescas, cocos y mangos. El famoso shortcut (un sendero entre arrozales lleno de baches y encanto) unía mundos: la tabla, el trabajo, las tostadas de aguacate y el vaivén de quien no quería elegir entre quedarse en Bali o seguir viajando. Antes era una estrecha carretera de tierra que utilizaban los campesinos para conectar los arrozales con el resto del pueblo, por la que apenas podían pasar dos motos. Ahora se ha transformado en un embudo de coches, motos y ruido.

Hacía ocho años que no regresaba a Bali y, en ese tiempo, muchas cosas han cambiado. El tráfico se ha vuelto denso como en otras ciudades del sudeste asiático. Las playas se han llenado de beach clubs, tiendas y motos. Lo que antes era un refugio desenfadado para nómadas digitales y surfistas se ha convertido en un polo turístico empujado por el boom de las redes sociales y la apertura de nuevos negocios. Y con el colapso, como suele suceder en los lugares que se vuelven demasiado de moda, llegó el éxodo. Ese éxodo tiene nombre y dirección: Uluwatu, al sur de la isla indonesia.

Los acantilados marcan el ritmo

Uluwatu ha sido siempre una especie de frontera salvaje. Un lugar de acantilados donde la piedra calcárea se corta en seco sobre el Índico, formando paredes altísimas. Durante años fue territorio de surfistas experimentados y un destino más incómodo para el resto porque para llegar a muchas de sus playas, como Nyang Nyang, Green Bowl o Bingin, hay que bajar cientos de escalones. No es raro ver por aquí a viajeros arrastrando la tabla entre tramos estrechos y empinados. Pero ese esfuerzo parece filtrar la experiencia: solo llegan quienes realmente quieren llegar.

Esa geografía había frenado, en parte, la especulación. Mientras Canggu creció en horizontal, Uluwatu se expandió en vertical, con villas suspendidas sobre los acantilados, cafés encajados en terrazas y hoteles que se funden con la roca. Lo que antes era una barrera natural se ha convertido en un valor añadido: plataformas deseadas donde hoy se alzan resorts y beach clubs. Así, Uluwatu se ha transformado en el nuevo epicentro del estilo, el bienestar y una forma de lujo más pausada en Bali. Eso sí, aunque muchas construcciones intentan mimetizarse con el paisaje, crece también la preocupación por la presión sobre estos frágiles márgenes de piedra caliza.

Surf, espiritualidad y yoga

Desde las rompientes de Bingin hasta el icónico templo Pura Luhur Uluwatu, al borde de un dramático precipicio de 70 metros de altura desde al menos el siglo IX y donde cada tarde se representa la danza kecak, casi todo en esta zona gira en torno al agua, el cuerpo y la contemplación. Aunque la urbanización ya se deja ver, aún quedan senderos de tierra, arenales escondidos y cuevas entre acantilados que invitan a bajar el ritmo. Y, al mismo tiempo, han surgido estudios de yoga contemporáneos, centros de pilates reformer y gimnasios que amplían el abanico de bienestar más allá del surf o la meditación.

Bingin, sin embargo, está cambiando. En julio de 2025, el Gobierno balinés inició la demolición de 48 negocios situados en los acantilados de esta emblemática playa (entre ellos warungs —­pequeños alojamientos familiares— y villas boutique), alegando que se trataba de construcciones ilegales en suelo protegido. Bajo criterios similares, las autoridades han expresado su intención de proteger el entorno natural, evitar nuevos desarrollos masivos y preservar otras playas de la zona, como Balangan o Melasti. La medida ha tenido un impacto evidente en la comunidad local. Algunas de las personas consultadas (viajeros o emprendedores) coinciden en un sentimiento agridulce: preocupación por la pérdida de proyectos consolidados, pero también cierta esperanza ante un posible cambio de rumbo hacia un desarrollo más consciente.

Mientras tanto, Uluwatu se redefine. Uno de los factores clave en su transformación ha sido la apuesta por el llamado lujo descalzo. En los últimos años, cadenas hoteleras y viajeros de alto nivel han elegido esta zona como refugio de naturaleza y privacidad sin caer en el bullicio de otras zonas. Marcas como Six Senses, Anantara o Jumeirah se han instalado aquí.

Tres hoteles, tres filosofías

Entre los alojamientos que mejor representan este nuevo enfoque se encuentra el Bvlgari Resort Bali, en el extremo sur de la península. Inaugurado en 2006, resume esta filosofía. El resort fue diseñado por el estudio del arquitecto Antonio Citterio, que pasó una temporada en la isla con el objetivo de crear una experiencia más fiel al entorno y alejada de postales idealizadas. Las habitaciones se abren al paisaje, con terrazas amplias y piscinas infinity que invitan a parar el reloj. Pero el verdadero tesoro está fuera: una piscina que fluye en cascada hacia el océano y conecta con otra inferior, como un homenaje líquido al acantilado. El resort fusiona estética italiana contemporánea con el carácter balinés y materiales autóctonos como la piedra volcánica tallada a mano, las maderas locales o los techos de alang-alang (tejados tradicionales de paja) que se integran en el acantilado, a 160 metros sobre el mar. En sus jardines conviven esculturas tradicionales, una tienda Bvlgari (cómo no) y un café donde cada tarde se sirve el aperitivo, al estilo italiano. La experiencia se completa con la cocina del chef Niko Romito —una interpretación contemporánea de la gastronomía italiana respetando los ingredientes y las tradiciones locales—, un spa con vistas al azul infinito y rituales como el melukat, una ceremonia de purificación hindú.

Más allá de los grandes nombres, Uluwatu también está viendo florecer otro tipo de proyectos: personales, con alma, pensados para vivir a otro ritmo. Uno de ellos es Bandido, un conjunto de villas de bambú con espíritu gamberro situado en Bingin, a solo nueve minutos a pie de la playa. Impulsado por ocho amigos valencianos (los hermanos Javi, Dani y Marco Monetti, Carlos Toro, Óscar Giménez, Hugo Sánchez, Javi Díaz y Manu Delgado), algunos residentes aquí a tiempo completo y otros estacionales, combina diseño artesanal, vida sin prisas y una profunda conexión con la isla. Marco fue el primero en mudarse (la semilla inicial), luego se unió uno de los Javis (arquitecto del proyecto, que ya había trabajado con bambú en Brasil) y después Manu (fisioterapeuta de profesión y también alma visible del lugar, junto a su pareja). El resto del grupo pasa parte del año aquí y, sobre todo en las fases iniciales, todos aportaron su granito de arena. Ahora, con todo en marcha, vienen más a disfrutar. Las cinco villas, construidas en bambú y nombradas como las madres de los fundadores (La Matilde, La Lourdes, La Pepa, La Mercedes y La Rosamaría), cuentan con piscinas privadas y espacios comunes pensados para compartir sin prisa, en un entorno cálido y sin grandes pretensiones, pero con todos los detalles para que uno quiera quedarse. La recepción, convertida en tienda, galería y punto de encuentro para huéspedes y vecinos, es también el corazón del Club Bandido, donde suena música, se comparten cervezas y se venden camisetas, libros, arte local y máscaras tradicionales balinesas talladas por castas sagradas de Ubud. Lo que empezó como una casa entre amigos se ha convertido en un refugio creativo que celebra el diseño, la hospitalidad relajada y una forma de estar que resiste al frenesí turístico.

Muy cerca, aunque más hacia el interior de la isla (a cinco minutos de scooter hasta la playa), Bebas Villas ofrece una propuesta distinta: un retiro silencioso donde la belleza está en lo esencial. Rodeadas de árboles, sus villas se integran en la naturaleza con un diseño minimalista que respira calma. A diferencia del bullicio costero, aquí se escucha el canto de los pájaros y el paso lento del día. La propiedad está en soft opening: ya se han completado siete de las diez villas que se van a construir.

“Aunque los cierres en el acantilado han salido en los titulares, no han afectado a la experiencia diaria en Bebas Villas”, comenta Florian Jacques, su cofundador. “Bingin siempre se ha definido por su encanto, su creatividad y su cultura surf. Aunque los cambios inevitablemente generan preocupación por la posible pérdida de esa esencia, me mantengo optimista. La comunidad aquí es resiliente y está profundamente comprometida con proteger aquello que hace especial a Bingin. Si acaso, este momento podría impulsar con más fuerza la necesidad de salvaguardar su alma mientras se da paso a un progreso más consciente”, concluye. “Bebas”, en indonesio, significa libertad. Y eso es exactamente lo que promueve su filosofía: una libertad tranquila, mental, sin distracciones. No hay televisor en las villas, ni música ambiente. La propuesta está orientada a la reconexión con uno mismo.

Desde aquí se puede terminar el día en un warung escondido, viendo caer el sol sobre los acantilados y con la sensación general de estar en un lugar donde el tiempo ha bajado una marcha.

¿Cuándo viajar a Uluwatu?

La temporada seca, de abril a octubre, es la mejor para disfrutar de las playas, el surf y los atardeceres. La de lluvias, de noviembre a marzo, trae chaparrones frecuentes, pero también paisajes más verdes, temperaturas suaves y menos turistas. Si lo que se busca es disfrutar del mar y la vida exterior, la estación seca ofrece las mejores condiciones.

Uluwatu no es el Bali de hace 30 años, pero sí es el que muchos buscaban y ya no encontraban. Aquí aún se puede bajar a disfrutar de la playa y cruzarse con alguien que no ha venido a ser visto, sino a vivir. Mientras otras zonas corren el riesgo de convertirse en escenarios de sí mismas, Uluwatu resiste, evoluciona y prolonga esa sensación de descubrimiento.

Las pistas de Gala González en Bali

Pionera en el sector de creadores de contenido y con una marca de ropa propia, la influencer es buena conocedora de la isla. Estuvo por última vez en enero, durante tres semanas. Estos son sus lugares imperdibles.

  • El resort Mû Bungalows tiene un restaurante chulo, se llama Abracadabra. Mana es el lugar al que ir los viernes; pasar el día en su piscina o ir a ver un atardecer con vistas perfectas. Tiene restaurante, para quienes prefieran alargar.
  • Alchemy, prácticas tradicionales de yoga y servicios de salud exclusivos; todo lo que necesitas para inspirarte. Además, en su coffee bar ofrecen una gastronomía plant based buenísima. Otro sitio para hacer yoga, además de practicar pilates y movilidad, es La Tribu Bali, cofundado por una valenciana llamada Lorena, un sitio perfecto para conectar contigo mismo.
  • Para alojarse, las villas de Bandido son el lugar en el que sentirse como en casa. 

Más información

Archivado En