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Ocho meses sin El Rastro

Solo las almonedas y tiendas de cacharros, libros o antigüedades permanecen abiertas y testifican que el emblemático mercadillo dominical ha estado en el mismo lugar de Madrid durante más de cuatro siglos

Al dar por finalizada la primera ola de la pandemia del coronavirus, Madrid fue recuperando poco a poco y a pesar de las limitaciones buena parte de sus rasgos distintivos: bares y terrazas, parques, cines y teatros, tiendas. Una lista en la que sigue faltando El Rastro, que lleva ocho meses cerrado.Julián Rojas
El Ayuntamiento y los comerciantes ambulantes se han enzarzado durante ocho meses en las condiciones de la reapertura, distintas a las que van a operar en otras citas tradicionales como el mercadillo navideño de la plaza Mayor.Julián Rojas
Los 1.000 puestos que hasta ahora jalonaban cada domingo la Ribera de Curtidores y sus calles aledañas desaparecieron con la irrupción del coronavirus.Julián Rojas
El Consistorio propone una alternancia de la mitad de los puestos cada domingo —desplazados de sus calles originales y trasladados a la calzada— y limitar el aforo a 2.703 visitantes.Julián Rojas
Las aceras quedarían reservadas para el tránsito y los comercios con local fijo. De este modo, el mercado se desdoblaría, con dos espacios y dos medidas distintas de prevención contra el virus. En la imagen, protesta de los comerciantes, el 1 de noviembre.Julián Rojas
Según el documento remitido a la Asociación El Rastro Punto Es, que aglutina a la mayoría de los vendedores ambulantes, los titulares de los puestos se encargarían de colocar la cinta de balizamiento detrás de cada puesto, delimitando así ellos mismos las distintas áreas.Julián Rojas
Los asociados comenzaron a votar esta propuesta el sábado y acabarán de hacerlo este lunes. En función del resultado, este puede ser el último domingo sin Rastro. O que el cierre continúe.Julián Rojas
Ni siquiera durante la Guerra Civil había sucedido una cosa así. Entonces el barrio fue bombardeado y el mercado se debilitó, pero nunca cerró del todo.Julián Rojas
Hoy quienes visitan el callejero sobre el que se asentaba el Rastro bajan la calle del Carnero con la mirada puesta en la pantalla del móvil. Nada anima a elevar la vista. Su paso es casi automático, como el de los soldaditos de cuerda que se ofrecen en las almonedas semivacías.Julián Rojas
El dueño de uno de los locales de El Rastro, en la puerta de su establecimiento.Julián Rojas