‘28 días después’ | Cuarta semana de cuarentena infantil o cómo convivir con niños cada día más asalvajados

Tras un mes de confinamiento, muchos progenitores hemos alcanzado ya la fase que los científicos denominan “estar hasta las narices de todo”

¿Preferirías arriesgar la vida en calles llenas de zombis o aguantar tres meses más de cuarentena con tus hijos?

Qué lejano parece ya ese correo del colegio diciendo que se iban a acabar las clases hasta nuevo aviso. 28 días después, con las calles vacías y aún en estado de alarma, los padres confinados con hijos vagamos por nuestros pisos con el cerebro vacío de un zombi.

Por supuesto, pasar más tiempo en familia y ponernos al día con lecturas y series eran los típicos propósitos de cualquier año nuevo, pero así todos de golpe y a todas horas acaban por saturar un poquillo.

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Qué lejano parece ya ese correo del colegio diciendo que se iban a acabar las clases hasta nuevo aviso. 28 días después, con las calles vacías y aún en estado de alarma, los padres confinados con hijos vagamos por nuestros pisos con el cerebro vacío de un zombi.

Por supuesto, pasar más tiempo en familia y ponernos al día con lecturas y series eran los típicos propósitos de cualquier año nuevo, pero así todos de golpe y a todas horas acaban por saturar un poquillo.

Y tras un mes de confinamiento, muchos progenitores hemos alcanzado ya la fase que los científicos denominan “estar hasta las narices de todo”.

Pese al ubicuo “todo irá bien”, y por supuesto sin compararnos nunca con la dura situación de los miles de afectados por salud o por la pérdida de alguien querido, mantener los ánimos, la productividad y una rutina educativa para los críos… cuesta.

Y es que en la realidad nos faltan los filtros de los influencers siempre felices que siempre tienen respuestas optimistas.

Todos mis amigos coinciden porque el fenómeno es global: los niños estaban disfrutando con estas vacaciones forzosas, pero esta semana se están asalvajando.

Realmente tiene mucho mérito aguantar encerrados como están, eso siempre lo valoraremos, pero ahora ya están hartos de videollamadas y de propuestas lúdicas. Y se han acostumbrado tanto a la atención plena que ahora se vuelven exigentes y algo maleducados si dejamos de hacerles caso.

Eso sí, como la cosa va para largo (sobre todo si los insensatos se relajan, como se ve cada vez más estos días), hemos cambiado de ritmo para encarar cada día sin agobiarnos más de lo necesario.

Por ejemplo, las llamadas las estamos reduciendo y dosificando, porque con la tontería parecíamos estrellas de Hollywood haciendo promo en un hotel, repitiendo las mismas respuestas una y otra vez. Si no salimos de casa, tampoco hay mucha novedad para contar. (Y con cada chat de video, la niña nos contraprogramaba, haciendo ruido, preguntas o yéndose a otra habitación).

También nos hemos relajado con el horario escolar que nos servía de rutina, porque se nos empiezan a acabar las ideas, las cartulinas y las gomas Eva (que hace un mes no sabía ni que existían).

Y ya puestos, termino confesando que muchos videos que recibo en múltiples grupos de WhatsApp los borro directamente asumiendo que no me interesarán nada.

A diferencia de los que han pillado el coche para irse ahora de vacaciones o de los cerdos que siguen tirando los guantes usados a la calle, nosotros seguimos quedándonos en casa. Intento no pensar que ya habríamos ido un par de días a una casa rural, que disfrutaríamos con toda la familia de la Semana Santa y que el lunes podría picar trocitos de la mona de mi hija sin que se notara mucho. Pero al menos hace un mes que no tengo que planchar ninguna camisa.

En fin, que feliz Pascua y a resistir.

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