Columna

¿Qué puede hacer el mundo por mí?

Aunque parezca obvio hay que insistir, vivimos en una realidad global

Un ciudadano británico se manifiesta en Londres en contra del Brexit.ANDY RAIN (EFE)

Dicen las malas lenguas que lo que pasa en el mundo importa poco a la opinión pública. Demasiado lejano; demasiado ajeno; demasiado complicado. Salvo algunos acontecimientos que traspasan la barrera del interés —el Brexit, algunas catástrofes, algunas elecciones, algún exabrupto de Trump, más Brexit…—, la información internacional parece reservada a un puñado de expertos y otro de excéntricos cosmopolitas. Así estamos, hipnotizados por el penoso espectáculo de la política nacional, en un ejercicio de retroalimentación entre políticos y medios. Sin embargo, me gustaría invitarles a fijarse algo...

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Dicen las malas lenguas que lo que pasa en el mundo importa poco a la opinión pública. Demasiado lejano; demasiado ajeno; demasiado complicado. Salvo algunos acontecimientos que traspasan la barrera del interés —el Brexit, algunas catástrofes, algunas elecciones, algún exabrupto de Trump, más Brexit…—, la información internacional parece reservada a un puñado de expertos y otro de excéntricos cosmopolitas. Así estamos, hipnotizados por el penoso espectáculo de la política nacional, en un ejercicio de retroalimentación entre políticos y medios. Sin embargo, me gustaría invitarles a fijarse algo más en lo que ocurre fuera. Y no por un ejercicio de esnobismo. Aquí van siete razones por las que interesarse por el estado del mundo puede ser beneficioso para usted:

Porque ayuda a relativizar. Cuando la incertidumbre está presente en casi todos los ámbitos de nuestras vidas, conocer otras realidades permite saber que no estamos solos, ni en los problemas, ni en la búsqueda de soluciones; que hay otros mucho peor y algunos mucho mejor. Aunque solo fuera porque la ciencia ha demostrado que relativizar nos hace más felices, merece la pena probar.

Porque nos ayuda a valorar más lo que tenemos. Para un país que tiene una peor imagen de sí mismo que la que tiene el resto, entender mejor el entorno puede contribuir a mejorar nuestra autoestima nacional… y la nuestra como ciudadanos.

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Porque alimenta el pensamiento crítico. Ahora que la manipulación ha adquirido un grado de sofisticación como nunca antes, la capacidad de análisis es fundamental para navegar en los mares de desinformación y ruido que nos rodean. Contrastar la actualidad y las tendencias más allá de nuestras fronteras es una manera natural de lograrlo.

Por higiene mental. Porque necesitamos un respiro del bucle nacional en el que estamos metidos y de la pobreza de nuestro debate político. La información internacional puede ser fuente de nuevas ideas; y, cuando menos, una distracción.

Porque nos permite anticipar. Buena parte de las tendencias, en cualquier campo y de cualquier tipo, que acaban imponiéndose en España proceden de fuera. Estar informado nos facilita la preparación para lo que pueda venir.

Porque vivimos en una realidad global. Nos guste o no, nos sintamos o no parte de una sociedad globalizada, el mundo está altamente interconectado. Es difícil, si no imposible, mantenernos en un espléndido aislamiento. Las políticas personales del avestruz solo sirven para generar frustración y alimentar posturas excluyentes.

Y también, ¿por qué no?, porque ofrece buenos temas de conversación. De momento tenemos por delante un otoño lleno de posibilidades: elecciones en Argentina, en Polonia, en Israel; el culebrón de la Casa Blanca; la desaceleración económica… y el Brexit. También el Brexit. ¿Se animan?

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