Columna

El heroico fracaso de Boris Johnson

El opresor se disfraza de oprimido, quien colonizó de colonizado y quien mantuvo un imperio de movimiento de liberación nacional

El primer ministro británico, Boris Johnson, en el Parlamento en Londres, el pasado 4 de agosto. Jessica Taylor (via REUTERS)

Hay pocas emociones tan satisfactorias como la autocompasión, la lástima que uno puede sentir hacia sí mismo. Permite simultanear dos sentimientos contradictorios, el de la inferioridad producida por una opresión insoportable y el de la superioridad de quien se sabe mejor que su adversario y merecedor de un mejor destino. En esta experiencia hay algo de masoquismo, de búsqueda del placer a través del dolor o, viceversa, de intensificar el placer hasta un dolor insoportable. De ahí surge la necesidad de zanjar de una vez, con una decisión liberadora, que devuelva a su lugar las pasiones y permi...

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Hay pocas emociones tan satisfactorias como la autocompasión, la lástima que uno puede sentir hacia sí mismo. Permite simultanear dos sentimientos contradictorios, el de la inferioridad producida por una opresión insoportable y el de la superioridad de quien se sabe mejor que su adversario y merecedor de un mejor destino. En esta experiencia hay algo de masoquismo, de búsqueda del placer a través del dolor o, viceversa, de intensificar el placer hasta un dolor insoportable. De ahí surge la necesidad de zanjar de una vez, con una decisión liberadora, que devuelva a su lugar las pasiones y permita recuperar la autoestima en la simple afirmación de la propia superioridad ante el mundo.

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Este momento de falsa liberación, muy propio de la época que Rafael Sánchez Ferlosio caracterizó como del victimato, obliga también a invertir los términos del mundo real. El opresor debe disfrazarse de oprimido, quien colonizó de colonizado y quien mantuvo un imperio de movimiento de emancipación nacional. Acude en auxilio de tales maniobras la posmoderna teoría del relato, operación alquímica que subvierte la historia y la convierte en mitología y los hechos, una vez contrahechos, en flagrantes mentiras. La fabricación de realidades paralelas está ahora a disposición de todos, partidos y gobiernos, iglesias y organizaciones humanitarias, políticos y periodistas, atentos a un relato con méritos para emocionar al pueblo, espectador privilegiado y conspicuo del victimato.

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La plantilla es universal y alcanza a todos los continentes, pero son Donald Trump y Boris Johnson quienes se disputan el liderazgo, con notable ventaja de quien, siendo más educado, es capaz de llegar más lejos en la perfección del personaje. El primer ministro británico ha expresado abiertamente su vocación martirial de “morir tirado en una zanja” antes que aplazar un solo día el Brexit previsto para el 31 de octubre. Nada falla en el retrato preciso, cruel y sarcástico que ha hecho el periodista irlandés Fintan O'Toole de los brexiters en su libro Heroic failure. Brexit and the Politics of Pain (Fracaso heroico. El Brexit y la política del dolor) para explicar las razones de esta regresión política y los deseos de librar e incluso morir en una guerra de independencia contra Europa al igual que Irlanda la libró contra Inglaterra hace 100 años. Según O’Toole, la fijación irlandesa de Johnson, con su rechazo del backstop o salvaguarda para evitar la frontera física entre las dos irlandas, es el último regreso de lo reprimido de aquella independencia que inauguró la decadencia imperial inglesa.

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