Editorial

Campaña fallida

La sucesión de crímenes de violencia de género casa mal con un anuncio en el que el concepto de malos tratos va asociado a unas mujeres sonriendo

Una de las imágenes de la campaña contra la violencia de género de la Junta de Andalucía.

La sucesión de crímenes de violencia de género casa mal con un anuncio en el que el concepto de malos tratos va asociado a unas mujeres sonriendo. El argumento de la Junta de Andalucía, responsable de poner en marcha la campaña donde están incluidos estos carteles, es que recoge la alegría de quienes se han beneficiado de denunciar a sus maltratadores. No lo han entendido así los partidos de la oposición en Andalucía ni las organizaciones feministas ni quienes trabajan atendiendo a las víctimas. Consideran que esta iniciativa de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, que...

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La sucesión de crímenes de violencia de género casa mal con un anuncio en el que el concepto de malos tratos va asociado a unas mujeres sonriendo. El argumento de la Junta de Andalucía, responsable de poner en marcha la campaña donde están incluidos estos carteles, es que recoge la alegría de quienes se han beneficiado de denunciar a sus maltratadores. No lo han entendido así los partidos de la oposición en Andalucía ni las organizaciones feministas ni quienes trabajan atendiendo a las víctimas. Consideran que esta iniciativa de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, que ha costado 1,2 millones de euros, contribuye a trivializar un problema que ha provocado ya más de mil muertes de mujeres —y de 29 niños desde 2013—, que este año ha contabilizado ya 38 nuevos asesinatos y que es uno de los mayores problemas de una sociedad que persigue la igualdad. Las críticas han subrayado, más allá de que la propuesta fuera más o menos afortunada, que nada se dice en la campaña de violencia de género, que es aquella que se construye sobre la desigualdad entre hombres y mujeres y el predominio del machismo. Y las definiciones, cuando se trata de diagnosticar unos hechos que están destruyendo a millares de personas —las propias víctimas, pero también sus familiares y allegados—, seguramente importan, y mucho. Encontrar una manera de nombrar el problema que fuera aceptada por fuerzas políticas y sociales de procedencia muy distinta, ya ha sido un importante paso adelante.

Fue durante la presidencia de Mariano Rajoy, tibio por lo general en esta materia, cuando todas las fuerzas políticas del arco parlamentario asumieron un pacto de Estado contra la violencia de género y se comprometieron a combatir un mal que hunde sus raíces en pautas de comportamiento que vienen de mucho atrás, por lo que resulta mucho más difícil eliminarlo. Un gran paso fue precisamente ese: el de luchar todos juntos contra ese drama, más allá de la complejidad de la tarea. La llegada a las instituciones de Vox, un partido que ha convertido la lucha contra las políticas que hacen frente a la violencia de género en uno de sus ejes, ha dinamitado un consenso logrado tras muchas dificultades. El presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, criticó al PSOE por querer sacar réditos políticos de los crímenes machistas, cuando fue precisamente su partido el que por contar con el apoyo de Vox para aprobar los presupuestos de la región aceptó que impusiera el concepto de "violencia intrafamiliar" en el acuerdo. Más allá de que esta campaña concreta haya sido cuestionada, lo que está detrás de las críticas es la voluntad de señalar de nuevo a dos partidos, el PP y Ciudadanos, que han permitido erosionar consensos armados a lo largo de años para afrontar el desafío enorme de terminar con los crímenes machistas.

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