Análisis

Los caminos de la legislatura

La pregunta clave hoy para el país es cómo y hacia dónde gobernará Sánchez si logra revalidar su posición

Pedro Sánchez celebra su victoria en las elecciones junto a Carmen Calvo, Begoña Gómez, Adriana Lastra y Cristina Narbona.Foto: atlas | Vídeo: Victor J Blanco (GTRES) / ATLAS

Tras pasarnos un día contándonos las cabezas, es el momento de hacer lo propio con los escaños. Los pactómetros echan humo tratando de resolver el puzzle de cómo logrará Sánchez asegurar su permanencia en la Moncloa. Pero, como él mismo pudo comprobar en los meses anteriores, de poco sirve la presidencia si uno no puede ejercerla plenamente. Así que la pregunta clave para el país es cómo y...

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Tras pasarnos un día contándonos las cabezas, es el momento de hacer lo propio con los escaños. Los pactómetros echan humo tratando de resolver el puzzle de cómo logrará Sánchez asegurar su permanencia en la Moncloa. Pero, como él mismo pudo comprobar en los meses anteriores, de poco sirve la presidencia si uno no puede ejercerla plenamente. Así que la pregunta clave para el país es cómo y hacia dónde gobernará Sánchez si logra revalidar su posición.

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El punto mínimo para garantizar la gobernabilidad está en la mitad más uno del hemiciclo, y existirá una mayoría de 176 nítidamente de izquierdas en el nuevo Congreso: la formada por el PSOE, UP, En Comú Podem, Compromís, ERC, y EH Bildu (185 diputados). El problema ya lo intuimos: trabajar con los dos últimos en el plano nacional e institucional no es ni obvio ni sencillo para un partido que se coloca dentro del marco de soberanía definido por la Constitución. La ampliación del núcleo de izquierda con nacionalismo y regionalismo conservador construiría una base más cómoda para la gobernabilidad, pero no le pondría más sencilla la tarea: Coalición Canaria, por ejemplo, ya ha advertido que no trabajará ni con UP ni con el independentismo. Y el maridaje de las políticas sociales del PNV con el extremo izquierdo del espectro no es precisamente obvio ni inmediato.

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Habida cuenta de ello, no son pocas las voces que, desde el centro y la derecha moderada, han sugerido una alternativa apoyada por Ciudadanos (y que podría contar con el concurso de aquellos regionalismos que no se sienten cómodos con el independentismo). Algunos incluso han puesto sobre la mesa la posibilidad de que Sánchez pacte medidas económicas y sociales hacia la izquierda, y cuestiones nacionales y territoriales hacia el centro. Pero eso equivaldría pedir a cada lado que se convirtiesen en tuertos políticos. A sí mismos, y a sus votantes. Los partidos en España, para bien o para mal, tienen hoy día preferencias fuertes en el plano ideológico tanto como en el nacional. Resultaría sorprendente que alguno ignorase la mitad de su plataforma.

En esencia, la izquierda estatal se sigue enfrentando al mismo dilema que antes del 28A: la necesidad de escoger si traiciona su pureza ideológica para conservar el statu quo territorial o si pone en juego la soberanía a cambio de seguir en la izquierda. La ruta más probable de la legislatura transita por este estrecho desfiladero, lo que lógicamente multiplica la probabilidad de caída en cada paso complicado.

La única manera de zafarse de esta ruta es aceptando que los debates deberán ser totales, pero también específicos, atendiendo a la materia prima de la que están hechas las políticas, más que la política: imaginación y renuncias. Para llegar a acuerdos que cambien un país es necesario que los representantes entiendan que hay vida fuera de su cámara de eco, y que para llegar a ella deben dejarse equipaje por el camino. La realidad mirada de manera creativa nos revela la existencia de una mayoría constitucionalista que alcanza los tres quintos del Congreso (PSOE, Ciudadanos, UP, PNV, Compromís, CC, PRC, Na+). Con esos diputados podría reformarse una gran parte de la Constitución, por ejemplo. Dejando volar un poco más la mente, En Comú podría entrar en una mayoría que rechaza los extremos del espectro (PP/Vox por un lado, JxCat/ERC por el otro). Aquí ya llegamos a los dos tercios necesarios para cambiar cualquier punto de la Carta Magna.

Emprender este camino modificaría radicalmente el paisaje político porque forzaría a los participantes a tomar posiciones concretas sobre los cambios estructurales a los que llevan tiempo refiriéndose de manera abstracta. Llevamos casi dos años ininterrumpidos de mensajes identitarios, maximalistas, que eclipsan a las ideas específicas. Pero para salir de ese equilibrio y pasar al formato cooperativo sería necesario que los partidos hiciesen el movimiento de forma simultánea. Basta con que uno vaya a la suya (por ejemplo, Ciudadanos y su asalto a la cima del centro-derecha español, que avanza paso a paso dejándose por el camino su capacidad de articular acuerdos) para que los demás no tengan ningún incentivo a salirse del bloque. Así que probablemente volvamos al desfiladero parlamentario que transcurre entre ideología y nación, sin que estemos ni preparados ni dispuestos a renunciar al mundo actual para imaginar uno distinto.

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