Imponer la censura a tiros

La violencia contra los periodistas no cesa. Diez informadores han sido asesinados en México en lo que va de año

Lugar en el que fue asesinado el periodista Gabriel Soriano en Acapulco (México) el pasado día 24.Bernandino Hernandez (AP)

Para los regímenes totalitarios pocas cosas hay más incómodas que una prensa libre que controle sus desmanes. A ningún Estado tiránico o dictatorial le gusta que escudriñen en la verdad, remuevan en el lodazal de la corrupción o denuncien la violación de los derechos humanos. El escritor y periodista estadounidense Walter Lippmann ya advertía de que la función de la noticia es señalar un hecho, mientras que la función de la verdad es traer a la luz los hechos ocultos, ponerlos en relación uno con otro, y hacer un cuadro de la realidad sobre el que los ciudadanos puedan actuar.

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Para los regímenes totalitarios pocas cosas hay más incómodas que una prensa libre que controle sus desmanes. A ningún Estado tiránico o dictatorial le gusta que escudriñen en la verdad, remuevan en el lodazal de la corrupción o denuncien la violación de los derechos humanos. El escritor y periodista estadounidense Walter Lippmann ya advertía de que la función de la noticia es señalar un hecho, mientras que la función de la verdad es traer a la luz los hechos ocultos, ponerlos en relación uno con otro, y hacer un cuadro de la realidad sobre el que los ciudadanos puedan actuar.

En muchas zonas del mundo, el periodismo vive hoy bajo un asedio continuo. Desde Corea del Norte, el país en el que más amenazada está la libertad de prensa, hasta México, donde en lo que va de año han sido asesinados 10 informadores, la prensa es un objetivo a abatir. Está amenazada por el narcotráfico, las bandas de paramilitares y las mafias. Y también por los Estados.

El asesinato del periodista Jamal Khashoggi, tras ser aparentemente torturado en el consulado saudí en Estambul, revela el empeño de los Gobiernos totalitarios por acallar a la prensa crítica. El crimen viene a ser el equivalente saudí de lo que los mexicanos han llamado “censura a tiros”. Un concepto que suele ir acompañado de negligencia judicial, que a su vez se traduce en una lacerante impunidad.

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Decenas de crímenes perpetrados en México contra reporteros y directivos de medios de comunicación siguen sin ser resueltos, como denuncian las asociaciones internacionales que velan por la libertad de prensa. Organizaciones criminales, funcionarios corruptos y políticos sin escrúpulos bloquean la acción de la justicia.

Gabriel Soriano, locutor de Radio-Televisión de Guerrero, es el último periodista asesinado en México. Fue acribillado a balazos la semana pasada en Acapulco cuando salía del trabajo. Este nuevo caso sitúa al país latinoamericano entre los más letales para ejercer el oficio. Una y otra vez, los periodistas reclaman que se investiguen los asesinatos, pero en muy pocas ocasiones los autores (o inductores) pagan por sus crímenes. Soriano, al igual que Khashoggi y las decenas de reporteros encarcelados, secuestrados, torturados o asesinados, merece justicia.

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