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En un mundo globalizado, el periodista ha pasado a un segundo plano. Cualquier persona puede emitir una información y crear impacto. Un tuit de Donald Trump el pasado 10 de agosto hizo que la lira turca cayese un 20% y desató un terremoto financiero que se extendió hasta Argentina. 280 caracteres. Cualquier ciudadano puede hacer una fotografía con su móvil que dará la vuelta al mundo. Ante esto, el profesional de la comunicación debe convertirse en una pieza imprescindible y aportar a la amalgama informativa un valor añadido. Parece que a los periodistas se les ha olvidado su tremenda responsa...

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En un mundo globalizado, el periodista ha pasado a un segundo plano. Cualquier persona puede emitir una información y crear impacto. Un tuit de Donald Trump el pasado 10 de agosto hizo que la lira turca cayese un 20% y desató un terremoto financiero que se extendió hasta Argentina. 280 caracteres. Cualquier ciudadano puede hacer una fotografía con su móvil que dará la vuelta al mundo. Ante esto, el profesional de la comunicación debe convertirse en una pieza imprescindible y aportar a la amalgama informativa un valor añadido. Parece que a los periodistas se les ha olvidado su tremenda responsabilidad con los ciudadanos, la de custodiar sus libertades fundamentales de expresión e información atendiendo a normas éticas y deontológicas. El sensacionalismo, la falta de independencia y objetividad, los intereses económicos y políticos, así como el intrusismo, han dibujado un panorama desolador. Quizás la solución esté en poner en práctica lo escrito por Karl Popper en El conocimiento de la ignorancia: “Es parte de la tarea del periodista el tener y ejercer una actitud autocrítica, franca y honesta hacia sí mismo”.

Victoria González San Martín. Madrid

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