Editorial

Fin de ciclo

La renovación del liderazgo del PP cierra los cambios que abrió el 15-M

Acampada del 15-M en la Puerta del Sol de Madrid, en 2011.Cristóbal Manuel

Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, se puede afirmar que hay un antes y un después del movimiento 15-M en la política española. El trasfondo fue la crisis económica, pero la mecha prendida esa noche de mayo de 2011 por miles de personas congregadas en las plazas de España expresó un descontento generacional que sacó a la luz un inquietante anquilosamiento en la circulación de élites y otros graves problemas de calado social y político. Su efecto sobre el sistema político fue inmediato, y se materializó, primero, con la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo, el partido más...

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Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, se puede afirmar que hay un antes y un después del movimiento 15-M en la política española. El trasfondo fue la crisis económica, pero la mecha prendida esa noche de mayo de 2011 por miles de personas congregadas en las plazas de España expresó un descontento generacional que sacó a la luz un inquietante anquilosamiento en la circulación de élites y otros graves problemas de calado social y político. Su efecto sobre el sistema político fue inmediato, y se materializó, primero, con la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo, el partido más expresivo de la brecha generacional.

Desde entonces, una oleada de cambios culturales y políticos se fueron sucediendo en nuestra democracia. En cuatro años se ha reemplazado al Monarca, ha pasado del bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo que parece consolidarse, y ha relevado a dos líderes afianzados como Rajoy y Rubalcaba, por cuatro jóvenes políticos que rondan los 40 años. Se puede afirmar, por tanto, que el ciclo político iniciado el 15-M concluyó el pasado 21 de julio con la renovación del Partido Popular. La formación azul ha dado al fin la bienvenida a un mecanismo democrático de selección interna de sus cuadros, sin menoscabo de lo que pueda pasar con el desagradable asunto del máster de su nuevo líder.

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Este fin de ciclo confirma la transformación de la cultura política española. Se ha pasado de tener el Gobierno más fuerte en términos de concentración de poder institucional, al más débil del parlamentarismo, con apenas 84 diputados. Este drástico cambio anticipa otras transformaciones, que quizás comiencen con el primer Gobierno de coalición de ámbito nacional. Sin embargo, los interrogantes que se abren a partir de ahora no son pocos, y uno de los más acuciantes tiene que ver con el cariz que vaya a adoptar la nueva derecha en España.

El congreso del PP ha supuesto una segunda moción de censura a Rajoy, cuyo partido ha preferido pasar página de la etapa más tecnocrática de su historia con un rearme ideológico y político. Y lo hace en un momento en el que no solo el proyecto socialdemócrata está en crisis en Europa; también el conservadurismo muestra signos de agotamiento, a pesar de la fortaleza relativa del PP español y la CDU de Merkel. Es evidente que Pablo Casado va a repolitizar su proyecto, la pregunta es hacia dónde. Lo puede hacer moderando su retórica, si decide pasar página de la campaña de primarias; o por el contrario, puede optar por mantener un estilo ultra con reminiscencias, en formas y fondo, que hoy encarna la joven estrella emergente del conservadurismo europeo, el canciller austriaco Sebastian Kurz. Con un triple frente abierto contra el progresismo, el feminismo y el cosmopolitismo, el joven canciller ha dado entrada a un nuevo estilo en la derecha europea caracterizado por conjugar una apariencia moderna y un fondo ultra, una derecha dura sin complejos.

En nuestro país no hay una mayoría de electores de derecha pura, pero de sobra se sabe que los espacios electorales los crean también los partidos políticos. Casado puede verse tentado así a optar por la polarización, especialmente si quiere abrir una lucha sin cuartel por el eje nacional con Rivera. Es de esperar que la sensibilidad institucional que ha caracterizado siempre a la familia conservadora en Europa se recupere, esta vez sí, como parte de sus verdaderas esencias; algo que afortunadamente llevaría a la derecha a moderar sus planteamientos en lugar de buscar el rédito electoral inmediato.

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