El susurro

La ultraderecha está ganando cada vez más terreno. Europa tiene que reaccionar

Manifestación del grupo de ultraderecha Hagida en Hannover el 17 de junio.

Un fantasma recorre Europa —en otras traducciones se hablaba de un espectro—: el fantasma del comunismo. Corría el año 1848 y Marx y Engels lanzaban al mundo unas ideas con las que, precisamente, pretendían cambiarlo por completo. Todo iba a irse al garete con el triunfo de la revolución proletaria.

Hoy las cosas han cambiado, y se han dado la vuelta hasta situarse en el otro extremo. Hace unos días, en una entrevista que le hizo Ana Carbajosa y que apareció en las páginas de Internacional de este diario, el editor Götz Kubitschek prefería hablar de susurro para explicar su papel como i...

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Un fantasma recorre Europa —en otras traducciones se hablaba de un espectro—: el fantasma del comunismo. Corría el año 1848 y Marx y Engels lanzaban al mundo unas ideas con las que, precisamente, pretendían cambiarlo por completo. Todo iba a irse al garete con el triunfo de la revolución proletaria.

Hoy las cosas han cambiado, y se han dado la vuelta hasta situarse en el otro extremo. Hace unos días, en una entrevista que le hizo Ana Carbajosa y que apareció en las páginas de Internacional de este diario, el editor Götz Kubitschek prefería hablar de susurro para explicar su papel como ideólogo de la revolución que anda maquinando la ultraderecha alemana. El trabajo de Kubitschek consiste, según dice él mismo, en convertirse en “el generador de ese susurro” que mueve los engranajes de su causa.

Kubitschek, como en su día operó Steve Bannon para canalizar los planes de Donald Trump y darles consistencia ideológica, se dedica a pensar lo que se puede hacer, a hablar con la gente, a analizar lo que pasó en otros tiempos con movimientos parecidos a los que inspiran hoy a partidos como Alternativa para Alemania (AfD) o movimientos como Pegida. No hay nada improvisado. Detrás de las movilizaciones que protestan contra la islamización de Occidente y que demonizan al inmigrante musulmán, como las que puso en marcha Pegida, y detrás de las proclamas contra Bruselas y la defensa del nacionalismo alemán, las señas de identidad de AfD, están los andamiajes argumentales de gente como Kubitschek. Hace falta conectar con las emociones de la gente y lo mejor es hablarle en susurros.

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La globalización, y después la crisis económica que estalló en 2008, ha dejado tiritando a la intemperie a millones de personas en distintos lugares del mundo. Tienen miedo. Han perdido su trabajo, no encuentran muchas salidas en lontananza. Y por eso les resulta muy convincente ese susurro hipnotizador que los consuela como víctimas y les promete recuperar la gloria perdida. Luego vendrán, poco a poco, las movilizaciones y las banderas y los rituales, y después las urnas. La ultraderecha está ganando cada vez más terreno. Europa tiene que encontrar la manera de desarmar ese susurro.

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