Prudencia

Con unos ojos tan vagos, toda España está en la oscuridad

Manifestación independentista en Barcelona el pasado mes de abril. ALBERT GEA (REUTERS)

En nuestra crisis territorial, ¿dónde están el bien y el mal?

La bondad en los asuntos públicos es relativa. La política es una lucha por recursos limitados. Lo que es bueno para unos es malo para otros. Pero, cuando peleamos por bienes inmateriales (como orden legal, identidad, o democracia), necesitamos un mapa moral para saber qué acción política es la correcta para todos.

Si, como sucede ahora con el conflicto catalán, estamos perdidos, lo mejor es volver a los clásicos. Griegos, romanos, judíos y cristianos acentuaron valores distintos. Pero podemos destilar de su sabiduría...

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En nuestra crisis territorial, ¿dónde están el bien y el mal?

La bondad en los asuntos públicos es relativa. La política es una lucha por recursos limitados. Lo que es bueno para unos es malo para otros. Pero, cuando peleamos por bienes inmateriales (como orden legal, identidad, o democracia), necesitamos un mapa moral para saber qué acción política es la correcta para todos.

Si, como sucede ahora con el conflicto catalán, estamos perdidos, lo mejor es volver a los clásicos. Griegos, romanos, judíos y cristianos acentuaron valores distintos. Pero podemos destilar de su sabiduría un compás moral formado por cuatro virtudes básicas (o cardinales): prudencia, justicia, fortaleza, y templanza.

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Tanto el Estado como los independentistas han actuado con bastante justicia, fortaleza y templanza. Todos se vanaglorian de haber sido justos (de acuerdo con su sentido interno de justicia: la Ley o la Democracia), fuertes (han tomado iniciativas audaces) y templados (han contenido a los más radicales de cada bando).

Lo que ha faltado, y a raudales en ambos lados, es la prudencia. Es decir, la visión del todo. Y es la virtud más importante. La destacó Platón y era la madre de todas las virtudes para Tomás de Aquino. Omnis virtus moralis debet esse prudens. Las demás virtudes se derivan de la prudencia, de la capacidad de ver el conjunto. O, como se recuerda en los evangelios, los ojos son la lámpara del cuerpo. Así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas (Mateo 6, 22-23).

Y, en el problema catalán, ni unos ni otros ven bien. El ojo del Estado no ha estado en Cataluña. El corazón y las entrañas, sí. Pero el Estado no ha sabido ver la naturaleza, entrelazada pero distinta, de las movilizaciones que ha vivido la sociedad catalana desde 2006: por el Estatut, la soberanía, la independencia o la libertad de los políticos presos. Un error fatal de percepción.

Los independentistas, más allá del Ebro, solo divisan una imagen, y deformada, de Madrid. Y, más acá, no captan la transversalidad del unionismo. Con unos ojos tan vagos, toda España está en la oscuridad. @VictorLapuente

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