Cóctel de siglas y armas en la guerra civil de Siria

Casi todos los grupos han cambiado de nombre al menos una vez en seis años

Vehículos de la Media Luna Roja, parte de un convoy humanitario, se dirigen hacia Guta Oriental.YOUSSEF BADAWI (EFE)

Comprender quién es quién en la guerra siria se ha convertido en una ardua misión. SAA, THS, JAN, AS, SDF, NDF, YPG, BSF, AQ, ISIS son algunas de las siglas de la sopa de letras que habitualmente torpedean los párrafos de todo análisis sobre la contienda siria. Prácticamente la totalidad de grupos armados que allí combaten han cambiado de nombre al menos una vez durante los siete años de contienda. Lo hacen siguiendo versátiles alianzas selladas con potencias regionales o internacionales. Barómetro que refleja la volatilidad de un tablero en constante mutación en respuesta a la máxima de “en e...

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Comprender quién es quién en la guerra siria se ha convertido en una ardua misión. SAA, THS, JAN, AS, SDF, NDF, YPG, BSF, AQ, ISIS son algunas de las siglas de la sopa de letras que habitualmente torpedean los párrafos de todo análisis sobre la contienda siria. Prácticamente la totalidad de grupos armados que allí combaten han cambiado de nombre al menos una vez durante los siete años de contienda. Lo hacen siguiendo versátiles alianzas selladas con potencias regionales o internacionales. Barómetro que refleja la volatilidad de un tablero en constante mutación en respuesta a la máxima de “en era global, guerra global”. Han sido precisamente los grupos terroristas Al Qaeda y Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) los pioneros en remodelar su imagen ante la opinión pública internacional como estrategia de marketing para reclutar tanto nuevos adeptos como fondos, pero también como respuesta a las dinámicas políticas regionales.

Al Qaeda (AQ) se escindió del grupo internacional en 2012 creando una franquicia local bajo el nombre de Frente al Nusra. Un intento de desmarcarse de la corriente yihadista global y reforzar su enraizamiento local y, de paso, intentar escabullirse sin éxito de la lista de grupos terroristas que la coalición internacional liderada por EEUU puso como objetivo de sus cazas. De nuevo, Al Nusra pasó a llamarse Fatá al Sham para más tarde, y forzados por las vicisitudes en el campo de batalla, sumarse al paraguas de la coalición islamista Tahrir al Sham. Al Qaeda se impuso en la estratégica alianza a cargo del equivalente a los ministerios de defensa y de ideología, mientras que otras facciones islamistas adoptaron la careta política, más moderada y acorde con el proceso de negociaciones de paz.

El hoy defenestrado califato se impuso desde 2013 sobre su mentor AQ gracias a una eficaz narrativa re-radicalizada, reabsorbiendo con ello a numerosos combatientes de AQ y reclutando nuevos adeptos en el mismo pozo de resentimiento que ahondara su predecesor. ISIS también ha sufrido varias mutaciones nominales que reflejan la evolución conceptual del grupo terrorista. En su recorrido desde la invasión de Irak al estallido de la guerra siria, nació como milicia yijhadista iraquí en 1999 bajo el nombre de Jamat el Tawhid wa al Jihad, para pasar a llamarse Estado Islámico de Iraq y el Levante y finalmente convertirse en Estado Islámico.

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El flujo de petrodólares llegado de las monarquías del Golfo ha amputado progresivamente el monopolio del Ejército Libre Sirio sobre la rebelión armada para roer sus extremidades más radicales que han sido absorbidas por el puñado de milicias islamistas que hoy sobreviven en el tablero sirio. Conforme se retiran los principales inversores del proyecto de una Siria suní conservadora, se reducen los actores en el bando insurrecto. Las milicias islamistas de Jeish al Islam (financiada por Riad) o Ahrar al Sham (respaldada por Ankara), han logrado sobrevivir en la contienda no sin por ello sufrir una serie de mortíferas purgas que se han saldado con la redefinición de sus respectivas cartas fundacionales y la más estética remodelación de banderas y eslóganes.

A la resaca semántica producida por el cóctel de marcas que compiten en el conflicto sirio contribuye también la coalición internacional liderada por Washington. Tras fallidos intentos por crear una milicia rebelde que vistiera las botas y guía en tierra de las alas de la coalición, Washington ha encontrado en las milicias kurdas sirias su mejor aliado. Sometido a las dinámicas étnicas y confesionales locales, las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG, por sus siglas en kurdo) han prevalecido como la punta de lanza de la coalición. En el transcurro han sido forzadas a absorber una cuota de árabes en sus filas, pasando de llamarse Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) a Fuerzas de Seguridad Fronteriza (FDF).

Metamorfosis de la que no está exento el bando progubernamental. Las Fuerzas de Defensa Nacional (FDN) sirias nacieron al reclutar a decenas de miles de civiles convertidos en fuerzas complementarias de un ejército nacional falto de efectivos. Conforme las tropas leales a Damasco recuperan el 70% del territorio nacional, las FDN han perdido su razón de ser y sus efectivos sus sueldos. Ahora sus mejores hombres son absorbidos en rebautizadas milicias entrenadas por las fuerzas especiales iraníes, rusas e incluso la libanesa Hezbolá, añadiendo aún más confusión al cóctel de siglas que baila en la contienda siria.

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