Columna

El año de la fatiga de lo existente

2017, de la llegada de Trump a la irrupción de las mujeres valientes del #yotambién

Donald Trump firma la reforma fiscal estadounidense en el despacho Oval de la Casa Blanca.MICHAEL REYNOLDS (EFE)

En 2017 el mundo continuó buscando su ajuste desde un orden internacional sin un centro de gravedad o liderazgo claros. Y nos deja una percepción generalizada de desgaste de lo establecido: la política, las élites, las democracias. Media docena de políticos fuertes, alguno estridente, insurgente y rompedor, autoritarios otros, o sorprendentes, por su juventud y audacia, Macron o el príncipe heredero saudí, o por su desafío, Kim Jong-un, dibujan un año extraordinario en política internacional. La irrupción de las mujeres valien...

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En 2017 el mundo continuó buscando su ajuste desde un orden internacional sin un centro de gravedad o liderazgo claros. Y nos deja una percepción generalizada de desgaste de lo establecido: la política, las élites, las democracias. Media docena de políticos fuertes, alguno estridente, insurgente y rompedor, autoritarios otros, o sorprendentes, por su juventud y audacia, Macron o el príncipe heredero saudí, o por su desafío, Kim Jong-un, dibujan un año extraordinario en política internacional. La irrupción de las mujeres valientes, que rompen el silencio con el #yotambién, para llamar la atención contra el acoso sexual y la discriminación en el trabajo, aportan dignidad a 2017. El año de la fatiga de lo existente.

La llegada contra pronóstico a la Casa Blanca de Trump, un plutócrata disfrazado de populista en la ola de la rebelión contra las élites políticas, conmocionó al mundo. El tsunami que ya había inundado Europa con el Brexit cruzó el Atlántico con la fantasía del presidente de EE UU de construir el mundo desconectándose de él. América primero. Un arranque furioso teñido de nacionalismo y defensa cerrada de la declinante mayoría blanca anglosajona que se siente amenazada por la demografía ascendente de los otros americanos.

Como Sinatra, Trump pensaba que el mundo sería remodelable a su manera; que podría confrontar a China con amenazas y torsión comercial; doblegar a Rusia, y menospreciar a sus aliados tradicionales. Gran fiasco. Ha acabado dando marcha atrás y halagando al emperador de Pekín y al zar del Kremlin como ejemplos a seguir. Putin, además, tiene enredado a Trump en la telaraña de una supuesta colusión de la Casa Blanca con Rusia para interferir en la elección presidencial de 2016.

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Trump ha hecho poco y, desoyendo el mandato de Hipócrates, ha hecho daño. Como si fuera un leninista, ha atendido la llamada ideológica a demoler el Estado, acabar con su poder regulador, y desmantelar los residuos que restan del welfare. Emprende una contrarrevolución legislativa y administrativa. Trump no tiene las luces necesarias para construir una nueva arquitectura internacional. El vacío que produce el presidente republicano tiende a ser llenado por China. Pero carece de una estrategia para contenerla. Se limita a repetir, como un niño, que Estados Unidos vuelve, regresa fuerte. Xi Jinping ha consolidado un inmenso poder y compra influencia en todos los continentes.

Putin, buen ejemplo de un poder autoritario eficiente, se prepara para ser reelegido en marzo presidente de Rusia, sin una oposición que pueda hacer sombra a su control absoluto del Estado y la sociedad. Ha devuelto el orgullo nacional a los rusos. De nuevo, la falta de estrategia de EE UU hacia Rusia deja a la intemperie a Europa. Una cosa es segura, lo amemos u odiemos, Trump ha atraído nuestra atención. A punto de cumplirse el primer año de su presidencia, “el show de Trump no amaina, suscita división de opiniones, pero nadie puede mirar para otro lado”. Así justifica la revista Time el haberle designado segundo personaje del año 2017.

fgbasterra@gmail.com

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