Las dos Españas: los que van al gimnasio y los que prefieren el bar

Con la fiebre por el ejercicio, los centros deportivos compiten entre semana con las tabernas como lugares donde socializar

Los batidos de proteínas tienen algo en común con la cerveza: se beben sin necesidad de tener sed. Los monitores de los gimnasios no tiran cañas, pero arropan a los usuarios como el tabernero a los parroquianos. Con la diferencia de que el camarero escucha y el monitor motiva. Que cada cual elija.Luis Mendo

En España hay 4.500 gimnasios y 100.000 bares. Hace unos años difícilmente un tabernero habría temido por la apertura de un nuevo gimnasio en el barrio. Pero con la fiebre por el deporte muchos han cambiado la barra del bar por la barra del press de banca. Estos centros deportivos cumplen a diario la misma función que la taberna de debajo de casa: matar el rato y hablar con unos y con otros.

Hay quien sale del trabajo y prefiere ver la Champions entre ejercicio y ejercicio con unos cuantos usuarios, ya amigos, que hacerlo con los...

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En España hay 4.500 gimnasios y 100.000 bares. Hace unos años difícilmente un tabernero habría temido por la apertura de un nuevo gimnasio en el barrio. Pero con la fiebre por el deporte muchos han cambiado la barra del bar por la barra del press de banca. Estos centros deportivos cumplen a diario la misma función que la taberna de debajo de casa: matar el rato y hablar con unos y con otros.

Hay quien sale del trabajo y prefiere ver la Champions entre ejercicio y ejercicio con unos cuantos usuarios, ya amigos, que hacerlo con los colegas en bares donde la tapa se sirve en el plato del café. Otros charlan con los afables monitores, en su mayoría licenciados en INEF y de exquisitas formas, la antítesis de esos porteros de discoteca que regentaban gimnasios por el día y a los que les costaba medir el apretón de manos con los iniciados. De la misma manera que a la biblioteca no solo se iba a estudiar, algunos también aprovechan para ligar. Con la ventaja de que la persona de la bicicleta de al lado –como si de un taburete se tratara– volverá al día siguiente a la misma bicicleta de al lado.

No se puede vestir de cualquier modo donde uno va a socializar. La camiseta de tirantes, práctica para levantar pesas, responde a un exhibicionismo primitivo –ya no se compite en músculos, hoy vale más estar en forma–. La remera de cuando Forlán jugaba en el Atleti no sirve ni el primer día.

Qué menos que adquirir un par de equipaciones Kalenji. Si se rompe la barrera de los dos meses, la indumentaria, aún nueva, quedará vieja. Es hora de comprar una camiseta transpirable de marca, un pantalón con bolsillos de cremallera para no anudar las llaves a los cordones y unas buenas deportivas con las que vacilar en clase de total body conditioning.

Las actividades están menos segmentadas entre hombres y mujeres y los espacios son más inclusivos. En ese recinto de aspecto carcelario repleto de barras y bancos antes se advertía: “Recoger las pesas pone fuerte”. No impedía que los mazados dejaran caer las mancuernas y soltaran un alarido. Hoy, el cartel que pide la colaboración de todos se ha dulcificado. Arranca con un “estimado usuario”. Muchos de estos gimnasios son cadenas. También hay bares que lo son.

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