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Niñas esposadas

En República Dominicana, una de cada cinco adolescentes de entre 15 y 19 años está unida con un hombre 10 años mayor

A sus 17 años, Fátima ya ha vivido experiencias muy intensas. "Yo me considero una mujer. Trato de dejar mi niñez atrás", dice con amargura. Cuando tenía ocho años, falleció su abuela materna, la mujer que la crio mientras su madre trabajaba en Bávaro, la zona turística más importante del país. Desde entonces, Fátima volvió a vivir con su madre en un barrio de barracones construidos con aluminio y madera. Allí creció y tuvo su primer embarazo a los 16.
"Imaginaba que iba a tener mi primera vez con alguien que yo realmente quería", cuenta Fátima sobre su iniciación sexual. "Tenía un novio y él me hablaba de eso, él iba a ser mi primero, pero no se pudo. Luego conocí a otro muchacho y nos hicimos novios. Quedé embarazada y él se fue".
La presión aumentó en su casa después del embarazo, cuando su padrastro le advirtió de que debía buscar otro hogar. Un hombre de 38 años que vivía cerca comenzó a acercarse: "Él me fue enamorando y yo a lo último caí. Por eso me casé. Ya no quería estar en la casa así". Fátima llevaba cuatro meses de embarazo cuando se mudó a casa del hombre, que había aceptado encargarse del bebé que esperaba a pesar de no ser su progenitor.
En República Dominicana, una de cada cinco adolescentes entre 15 y 19 años está actualmente casada o unida con un hombre 10 años mayor. Las niñas del quintil más pobre tienen tres veces más probabilidad de casarse y dos veces más si viven en las áreas con menos recursos. según la investigación 'Niñas esposadas', realizada por Plan International República Dominicana.
Paola también se casó siendo una adolescente. Es oriunda de Guayacanal, un poblado de 1.600 habitantes en la sureña provincia de Azua, donde la mayoría de los hombres se dedica a la siembra de plátano y tomate, mientras que las mujeres realizan labores informales poco remuneradas en la única calle asfaltada del pueblo o viajan a la capital para trabajar como empleadas en casas de familia.
Paola fue criada por su abuela. "No tengo muchos recuerdos de mis padres, todo el tiempo he vivido con ella. Me aconsejaba estar tranquila, no caminar tanto 'que la calle no deja nada bueno'. Yo me llevaba más de mis amigas que de ella: 'No tienes que estar con ese hombre, porque es mayor que tú, tienes que esperar tu tiempo', me decía". Paola tuvo su primera relación sexual a los 12 años con un hombre nueve años mayor que ella. Al igual que Fátima, ella tampoco estaba preparada, según relata. "Sí quería hacerlo, pero no sabía cómo era, si podía doler o no".
El matrimonio infantil, según Plan RD, está vinculado con distintos factores de riesgo, como el inicio temprano de la actividad sexual con hombres entre cinco y 10 años mayores, así como con el deseo de las niñas de establecer relación con un hombre adulto porque entienden que él es portador de experiencia, madurez y estabilidad. Otra razón es la presión que ejercen las familias sobre las adolescentes por un embarazo no deseado. A finales de mayo pasado, la Cámara de Diputados aprobó la eliminación del matrimonio para personas menores de 18 años. Sin embargo, aún es necesaria la ratificación en la Cámara de Senadores.
"Muchas personas dicen que es mejor un hombre mayor, que esté 'montado' y con dinero", asegura Paola. A escondidas, comenzó a frecuentar al hombre y, cuando ya no pudo ocultar el embarazo, se fue a vivir junto a la familia de su novio. También dejó la escuela, avergonzada por las críticas de sus pares y de la directora del centro educativo: "Me dijo que ya no podía seguir estudiando durante el día, que tenían que apuntarme de noche".
Al principio, los matrimonios de ambas adolescentes iban bien, pero pronto las parejas comenzaron a maltratarlas. Aunque no sufrió violencia física, Paola asegura que sí padeció el control de su pareja: "Era muy celoso, no le gustaba que yo saliera, quería que solo estuviera enfocada en él y en su casa. Me hablaba bastante fuerte". La pareja de Fátima le impedía trabajar y llegó a maltratar físicamente a su hija pequeña.
Aunque ambas adolescentes dieron el paso de abandonar la relación y volver a casa de su mamá y abuela, respectivamente, la situación sigue siendo peligrosa para ellas. Fátima vive temerosa, casi no sale a la calle. El hombre que un día prometió villas y castillos para llevársela hoy la amenaza: "Me dijo que yo tengo que ser de él obliga'o". Ella no quiere retomar la relación y ahora sufre su acoso.
Junto a su abuela, Paola crio a su pequeña hija y logró retomar los estudios completando el tercer año de bachillerato. En la actualidad, trabaja en un restaurante de comida rápida y sueña con llegar a ser bioanalista.
Fátima no tiene muchas opciones a mano. Continúa escuchando de su padrastro cosas como "quien tiene su hijo que se lo eche al hombro"; sigue sin recibir ninguna ayuda del padre biológico de la niña desde hace siete meses y tampoco ha retomado los estudios por carecer de documentos de identidad ni los mínimos recursos económicos. "Mi madre dice que le gustaría que yo fuera ingeniera", comenta Fátima para darse ánimo.