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18 escenas de película donde no apartar la vista es un auténtico reto

Pieles , Salvar al soldado Ryan , Funny Games o Réquiem por un sueño desafían la tolerancia de un espectador que no sabe dónde mirar

Uno no sabe dónde mirar. Están pasando demasiadas cosas a la vez, y ninguna agradable. El desembarco de Normandía rodado en 24 minutos de caos, desmembramientos y ningún tipo de justicia poética. La guerra pura, esa que solo conocemos por estadísticas abstractas, se volvió humana en este prólogo que incluye a un soldado quitándose el casco para admirar su suerte y recibiendo un tiro en el cráneo inmediatamente; cadáveres sumergidos en el agua que siguen siendo cosidos a tiros con una crueldad anárquica; y un soldado que arrastra a su compañero como un héroe de película hasta que el plano se abre y descubrimos que en sus manos solo queda una cabeza y un torso. Da igual que apartes la vista, porque cuando vuelvas a mirar a la pantalla solo habrá más desolación esperando. Como en la guerra. Ver la escena aquí.
¿Pero qué clase de mente humana da con esta premisa? Un científico loco (según el cine, no hay otro tipo) secuestra a tres turistas y les cose la boca al ano del otro creando, efectivamente, un ciempiés humano en el que todo lo que entra por la boca del primero sale por el ano del tercero. Tom Six, el director que por alguna razón no vive internado en un psiquiátrico, no les contó a los productores este detalle de la trama pero el éxito de 'El ciempiés humano' dio lugar a dos secuelas. En la tercera, el alcaide de una prisión llama al propio Tom Six para que le ayude a crear un ciempiés humano con todos los presos y, tras proyectar las dos primeras entregas, somete a los 500 (sí, quinientos) criminales a un ciempiés humano digno del Libro Guinness de las arcadas. Los fans y espectadores casuales de la trilogía, al acabar, suelen iniciar un debate espeluznante: ¿en qué posición preferirías estar? Ver la escena aquí.
La típica conversación entre enamorados adolescentes que acaba concluyendo que "las dictaduras no son tan malas si funcionan". George Lucas debe de llevar sin salir de su rancho desde 1983, porque no tiene ni idea de cómo habla la gente normal. Tampoco ayuda que Hayden Christiensen recurra al gesto del perro con mirada aviesa de 'Los Simpson' cuando quiere sacar a pasear su lado oscuro, pero Padme no parece demasiado preocupada por la alegría con la que su novio habla de holocaustos y se pone a corretear por el prado, mientras él galopa a lomos de los peores efectos visuales del siglo XXI. Este romance aséptico en medio de una pradera de lirios sólo dura dos minutos, pero años después la saga 'Crepúsculo' construyó cuatro películas enteras en torno al concepto. Ver la escena aquí.
Cualquier escena de esta película escogida al azar es un ejercicio de ensañamiento contra el espectador, pero hay una concreto, quizá la más inofensiva, que nos cuesta mirar sin apartar la vista para darnos tregua a nosotros mismos. La familia recibe la visita de un par de muchachos educados y amables que les piden huevos. El espectador sabe, con toda certeza, que esos dos desconocidos vestidos de blanco nuclear van a torturar, humillar y asesinar a toda la familia, pero las víctimas aún no lo han descubierto. El espectador tiene por tanto ventaja sobre los personajes, pero ojalá no la tuviéramos, porque durante ese eterno diálogo en el que al asesino se le caen los huevos y empieza a exigirle otros dos al padre de familia, observamos una cordial tortura psicológica que avanza implacable: sabemos que en algún momento esos chavales van a agredir la intimidad y la carne de esa familia, pero no sabemos cuándo. La espera es insoportable. Ver la escena aquí.
No llega a 15 minutos, pero parece una eternidad. La caída paralela a los infiernos de los cuatro personajes, destruidos por las drogas de cuatro maneras distintas, desafía la tolerancia del espectador. Pero el desasosiego que genera no es intelectual, ni siquiera emocional: 'Réquiem por un sueño' torpedea directamente contra el alma. Si tienes aprensión a las agujas, el plano de Jared Leto inyectando heroína en el boquete casi engangrenado de su brazo te hará descubrir un nuevo nivel de repulsión. Ellen Burstyn recibiendo electroshocks y Jennifer Connelly humillándose en un club de 'striptease' mientras docenas de babosos le gritan que se corra revuelven la moral de cualquier espectador con una furia que ninguna otra película había alcanzado antes y ninguna otra repetiría después. La película se acaba, pero el trauma se ha quedado contigo para siempre. Ver la escena aquí.
Hay algo inquietante en ir al dentista: todos los utensilios acaban en una punta afilada, todos emiten ruidos perturbadores y el doctor utiliza palabras que suenan a dolor como "curetaje" o "atornillar la encía". Pero lo más tenebroso de toda visita a un dentista es la posición de sumisión en la que tenemos que colocarnos: un desconocido trastea en nuestra boca, allana nuestro cuerpo y efectúa retoques que, gracias a la anestesia inyectada directamente en nuestra encía, no podemos sentir pero sí podemos escuchar. Dustin Hoffman sufre la tortura de un dentista diabólico (Laurence Olivier) sin anestesia y con una advertencia: "No voy a rajarte en la caries, porque ese nervio ya está muerto, prefiero incrustar en un nervio sano". Ver la escena aquí.
Marginada, humillada y condenada a una vida (y una muerte) dantescas, Carrie vive el único momento feliz de su vida cuando es proclamada reina del baile por sorpresa. Lo retorcido es que el espectador sabe que todo es una pantomima cruel, una trampa que va a acabar mal pero no como los cabrones de ese instituto esperan. El paseíllo de Carrie a cámara lenta, su baile romántico con Tommy Ross y su coronación se hacen tan largas que la tensión se vuelve agonía. Recomendamos detener la película justo antes de que la desalmada de Norma le hace la señal a su novio (John Travolta) para que tire un cubo de sangre de cerdo encima de la pobre Carrie. Es trampa, pero al menos nos quedamos con ese regusto feliz, porque en la vida no se pueden parar las desgracias, pero en la televisión sí. Ver la escena aquí.
Esta es una película de Hollywood, así que el espectador asume que alguien (¿una novia rubia del instituto?) acabará impidiendo que el neonazi interpretado por Edward Norton le reviente la cara a un negro contra un bordillo. Que aparecerá, en el último momento y a cámara lenta, y le recordará que la fuerza del amor es más poderosa que el odio. No sucede. Hollywood, y por extensión nosotros también, renunció a su inocencia durante los tres minutos que dura esta escena. Ver la escena aquí.
Corría el año 2007 y todos nos estábamos dejando flequillo. Hasta Peter Parker, a quien un simbionte alienígena convierte en un mutante grotesco y en un 'pichabrava' aún más grotesco todavía. El pelo graso, el traje negro con camisa negra (de nuevo, 2007 fue un año duro para la estética masculina) y los espasmos pélvicos contribuyen a que desees que "tu amigo y vecino Spiderman" deje de ser las tres cosas. Tobey Maguire cumplió la fantasía de todo ser humano de caminar por la calle bailando, algo que todo el mundo ha hecho mentalmente pero casi nadie se ha atrevido a hacer físicamente. La razón: esta escena. Bailar por la calle es una de esas cosas que, como señalar con el dedo a las chatis (o, de hecho, llamar chatis a las mujeres), sólo funciona en nuestra imaginación. El asombroso Spiderman fue más asombroso que nunca, pero por los motivos equivocados. Ver la escena aquí.
Existe un código no escrito que indica que las violaciones en las películas suceden fuera de plano. Almodóvar ha transgredido esta ley del no-deseo convirtiendo la agresión sexual en comedia (en 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón', 'Kika' y 'La piel que habito'), una propuesta que soliviantaba perversamente la atrocidad. Pero 'Irreversible' se propuso rodar una violación realista y, por tanto, insoportable: dura 10 minutos, durante los cuales el espectador espera que la película se apiade de él y funda a negro. No sucede. Corre un rumor que dice que en la escena hay un sonido imperceptible por el oído humano que sin embargo provoca nauseas y angustia a un nivel subconsciente. No hacía falta. Las imágenes ya resultan devastadoras. Ver la escena aquí.
Poca gente ha visto la película entera, y aún menos personas han sido capaces de observar ese globo ocular siendo rajado sin llevarse las manos a la cabeza, a la boca o directamente a los ojos, como si quisiéremos protegerlos de esa brutalidad. Buñuel utilizó el ojo de un cordero para rodar la escena, logrando un plano que hoy es historia del arte, pero también historia del asco. Ver la escena aquí.
La secuencia de la diarrea colectiva funciona como una serie de matrioskas: cuando crees que el chiste ha terminado, resulta que aún quedan sorpresas. Cada nueva muñeca rusa es una dama de honor con el esfínter en llamas, y en circunstancias de emergencia cualquier agujero es trinchera (en este caso, cualquier agujero es retrete), hasta culminar con la novia, vestida como tal, rindiéndose ante su destino y defecando en medio de la carretera. Va a tener que pagar el vestido que se estaba probando, pero hay desahogos que no tienen precio. Ver la escena aquí.
Isabelle Huppert se masturba con una cuchilla de afeitar como quien se explota un grano: con mucha precisión, con cierto placer perverso y con muchísima sangre. No es que tengas que apartar la mirada de la pantalla, es que todo tu cuerpo es invadido por un malestar que no habías experimentado antes. No hay escapatoria de esta escena, que se hizo tan famosa en su estreno que ya desde que la pianista en cuestión cogía la cuchilla toda la sala empezaba a resoplar y a cruzar las piernas. Ver la escena aquí.
El director danés Lars Von Trier no destaca especialmente por su sutileza. No se conforma con poner a Selma (interpretada por la cantante islandesa Björk) a trabajar como una esclava para pagar la operación de vista de su hijo e impedir que sufra la misma ceguera que ella, sino que su vecino le roba el dinero aprovechándose de que ella no puede verle, después se niega a devolvérselo y Selma es ahorcada mientras sigue cantando en la oscuridad. Esto no es una película, es un ejercicio de sadismo. Ver la escena aquí.
La miseria humana puede resultar cómica, pero en pequeñas dosis, como ruido de fondo. Los hermanos Coen detienen la investigación de la agente Marge Gunderson para reunirla con un viejo amigo del instituto, Mike Yanagita, que primero intenta venderse como un triunfador que acaba de quedarse viudo y acaba llorando mientras intenta tocarle un pecho a Marge. Algo nos dice que Mike Yanagita se ha reinventado hoy como troll de Internet que vive convencido de que "todas las mujeres son unas zorras". Ver la escena aquí.
El secreto de toda tortura está en la creatividad de los pequeños detalles. En España, sin embargo, somos más vulgares: a los dos sospechosos de asesinar a un pastor en Osa de la Vega (Cuenca) les arrancan las uñas para que confiesen un crimen que no han cometido. La película, rodada en 1979, fue secuestrada durante un año y medio por el entonces ministro de cultura Ricardo de la Cierva y puesta a disposición del ejército. La directora, Pilar Miró, fue objeto de un proceso militar que dotó a 'El crimen de Cuenca' de una masiva publicidad gratuita (la única película censurada de la democracia) que se tradujo en un éxito de taquilla cuando por fin se estrenó en 1981. Ver la escena aquí.
"Nada más liberador que defecar", defendía el director Eduardo Casanova en su entrevista para ICON, "Pieles' habla de eso: de liberarse o no. Y una manera es acudir a lo fisiológico; anulando o variando partes del cuerpo que nos sirven para comunicarnos o liberarnos". 'Pieles' presenta un mundo de seres humanos con deformidades físicas y emocionales, y desafía al espectador enfrentándole a imágenes difíciles de explicar y aún más complicadas de asimilar. En una escena, una mujer con obesidad que se ha tragado unas joyas desenrosca la alcachofa de la ducha para facilitar el tránsito intestinal y lo que ocurrió después te sorprenderá. Lo dicho, 'Pieles' no es fácil de explicar. Lo mejor es verla, lo inquietante es hacerlo sin apartar la mirada. Ver la escena aquí.