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De O Rosal a Vigo en un Kia Niro

Recorremos la provincia de Pontevedra en busca de sus tesoros gastronómicos y naturales

La luz gana terreno en Pontevedra cuando los primeros días de la primavera empujan las sombras del invierno en la provincia. La bahía de Vigo se convierte en un espejo que proyecta los rayos del sol sobre la ciudad y en toda la zona despierta de nuevo la vida. En las rías los peces brincan como si quisieran compartir su alegría; gaviotas, cormoranes, alcatraces y otras aves marinas vuelven a conquistar el cielo y las flores regresan a los parques y jardines. ¿Se te ocurre un mejor momento para descubrir esta tierra a bordo de un Kia Niro?

Este crossover híbrido tiene un diseño progresiv...

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La luz gana terreno en Pontevedra cuando los primeros días de la primavera empujan las sombras del invierno en la provincia. La bahía de Vigo se convierte en un espejo que proyecta los rayos del sol sobre la ciudad y en toda la zona despierta de nuevo la vida. En las rías los peces brincan como si quisieran compartir su alegría; gaviotas, cormoranes, alcatraces y otras aves marinas vuelven a conquistar el cielo y las flores regresan a los parques y jardines. ¿Se te ocurre un mejor momento para descubrir esta tierra a bordo de un Kia Niro?

Este crossover híbrido tiene un diseño progresivo inspirado en la naturaleza, lo que lo convierte en el vehículo ideal para una excursión que bien podría empezar al sur de la provincia de Pontevedra, prácticamente a la altura donde el Miño sirve de frontera natural con Portugal. Allí nos topamos con el especial paisaje del valle de O Rosal, donde los viñedos se juntan con las plantaciones de kiwi. Esta es la cuna del Albariño, que por estas fechas descansa en las barricas hasta alcanzar su punto correcto de fermentación. Muy cerca de aquí nos queda la villa de Baiona, donde podemos degustar unas copas de este vino blanco acompañando un arroz con bogavante en Torre del Príncipe, el restaurante del Parador Nacional.

Viñedos de uva albariño.Getty

A poco más de una hora de aquí, disfrutando de la conducción de nuestro Kia Niro, tenemos otra parada obligada para los amantes de la buena vida: el Balneario de Mondariz. Inaugurado en 1873, esta joya del termalismo fue pionera en Galicia y se ha convertido en toda una referencia a nivel europeo. El complejo incluye hotel de cuatro estrellas, restaurantes, baños de aguas mineromedicinales, un Palacio del Agua y hasta campo de golf. Todo ello para garantizar al visitante una experiencia tan enriquecedora como relajante.

Una vez de nuevo al volante del Kia Niro, enfilamos hacia Vigo, que nos espera impaciente para ofrecernos los tesoros que la ría proporciona a esta ciudad. Inevitablemente, nuestra primera para es la Rúa das Ostras, también llamada Rúa de las Pescaderías porque aquí está el Mercado de A Piedra y precisamente sobre las piedras las mariscadoras venden ostras y mariscos a precios muy razonables. Todo, de una calidad excelente, en medio del bullicio de la zona (apenas separada del mar por una calle) y regado, los cánones mandan, con el ubicuo albariño.

Sin embargo, la experiencia gastronómica viguesa no estaría completa sin disfrutar del pulpo a feira (en la pulpería Tres Puertas, en la calle Fermín Penzol, lo bordan) o de una mariscada como la que sirven en el restaurante El Puerto, en la calle Areal.

Un calamar encebollado del restaurante con una estrella Michelin Maruja Limón, en Vigo.

Si queremos coger el coche y alejarnos un poco (muy poco) del centro, a pocos metros del Real Club Náutico de Vigo se encuentra el restaurante Maruja Limón, con una estrella Michelin. Los chefs Inés Abril y Rafa Centeno reinventan aquí cada día la tradición culinaria gallega para ofrecer sorprendentes platos creativos de un estilo muy personal.

Una visita a Vigo no está completa si no nos detenemos, aunque solo sea un momento, en la mítica playa de Samil, en la desembocadura del río Lagares y vigilada desde el horizonte por las islas Cíes. La playa mide más de un kilómetro de largo y bien merece un paseo. Si hay tiempo, tampoco es mala opción dejar el Kia Niro aparcado tranquilamente y cenar algo en el restaurante Timón y Playa, prácticamente al borde de la arena. Aquí, los excelentes pescados y mariscos que sirven tienen que competir con las vistas del Atlántico que, sobre todo cuando cae el sol, quitan el sentido.

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