Columna

Dilema

El antaño Muy Honorable presidente de la Generalitat, ha pretendido reivindicarse como héroe nacional por un procedimiento muy poco heroico

Jordi Pujol y Artur Mas en el encuentro que se celebró en la sede de la editorial RBA.Gianluca Battista.

No corren buenos tiempos para los Pujol, pero las palabras que el patriarca de la familia pronunció hace unos días ante un grupo de jóvenes, en un restaurante de Barcelona, marcan un hito en su desgracia. El antaño Muy Honorable presidente de la Generalitat, ha pretendido reivindicarse como héroe nacional por un procedimiento muy poco heroico, dejando que se graben, como de tapadillo, unas declaraciones que no se atreve a hacer públicas. Dice que hizo un pacto con Mas para cargar con todas las culpas y exonerar así a Convergència, pero esa confesión no le enaltece, porque no altera los saldos ...

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No corren buenos tiempos para los Pujol, pero las palabras que el patriarca de la familia pronunció hace unos días ante un grupo de jóvenes, en un restaurante de Barcelona, marcan un hito en su desgracia. El antaño Muy Honorable presidente de la Generalitat, ha pretendido reivindicarse como héroe nacional por un procedimiento muy poco heroico, dejando que se graben, como de tapadillo, unas declaraciones que no se atreve a hacer públicas. Dice que hizo un pacto con Mas para cargar con todas las culpas y exonerar así a Convergència, pero esa confesión no le enaltece, porque no altera los saldos de las cuentas corrientes de su familia. Sus vaticinios sobre la ruina de Mas, y la irremediable caída del partido que fundó y al que nunca habría querido ver con otro nombre, adquieren una especial relevancia cuando se asocian con el dorado futuro que asigna a ERC y, sobre todo, a Oriol Junqueras, destinado en su opinión a ser el próximo presidente de la Generalitat. Tal vez no resulte muy aventurado interpretar que este último pronóstico proyecta sombras oscuras, largas como cuchillos, sobre el proceso soberanista, íntimamente ligado hasta ahora a las presidencias de Mas y Puigdemont. Siguiendo siempre las previsiones de Pujol, podría llegar un momento en el que Junqueras tuviera que afrontar un dilema peliagudo, porque la permanencia de Cataluña en España le garantizaría un acceso cómodo y seguro al poder, mientras que la fundación del nuevo Estado independiente que tanto él como Esquerra han defendido con más contundencia, y desde mucho antes que el Partido Demócrata Catalán, podría obligarle no sólo a compartir el poder, sino a resucitar a un competidor que agoniza en su lecho de muerte. Ser o no ser, decía Hamlet.

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