Editorial

Brecha educativa

El informe PISA revela intolerables diferencias entre autonomías

Alumnos del instituto Districte Maritim de Valencia, tras las pruebas de PISA. José Jordán

Los alumnos españoles han subido posiciones en las pruebas PISA 2015, pero no tanto porque hayan mejorado mucho los resultados —ocho puntos más en lectura (496) y dos más en matemáticas (486)—, sino porque algunos de los países que iban por delante han empeorado. Es lo que ha ocurrido en la prueba de ciencias, en la que pese a retroceder tres puntos (493), nos hemos situado por primera vez por encima de la media de los 72 países que participan. El informe muestra aspectos positivos que hay que valorar, por ejemplo, que haya menos repetidores y menos alumnos que no alcanzan las competencias bás...

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Los alumnos españoles han subido posiciones en las pruebas PISA 2015, pero no tanto porque hayan mejorado mucho los resultados —ocho puntos más en lectura (496) y dos más en matemáticas (486)—, sino porque algunos de los países que iban por delante han empeorado. Es lo que ha ocurrido en la prueba de ciencias, en la que pese a retroceder tres puntos (493), nos hemos situado por primera vez por encima de la media de los 72 países que participan. El informe muestra aspectos positivos que hay que valorar, por ejemplo, que haya menos repetidores y menos alumnos que no alcanzan las competencias básicas, aunque los porcentajes siguen siendo aún demasiado altos.

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Si PISA es un barómetro del estado de la educación, sus resultados aportan algunos elementos para la reflexión y la acción política. El primero es que hemos reducido la distancia respecto a los países avanzados, pero seguimos teniendo una brecha interior intolerable. Es alarmante que en algunas pruebas, la diferencia entre las comunidades mejor y peor situadas equivalga a dos cursos escolares. Particularmente preocupante es que la brecha tenga un componente geográfico y social tan marcado, en el que cuatro comunidades del sur —Canarias, Andalucía, Extremadura y Murcia— presentan los peores resultados. El pacto de Estado sobre Educación debe abordar con prioridad esta cuestión.

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Otra conclusión del informe es que mejorar el nivel educativo requiere medidas transversales y de largo alcance. Pese a la ligera mejora de esta edición, el nivel de los alumnos españoles permanece estancado desde hace 15 años. Eso significa que los cambios legislativos —cuatro leyes generales de educación desde que se inició la prueba— apenas han incidido sobre los elementos estructurales.

Otro dato significativo es que la cuantía de la inversión, a partir de un determinado nivel, no influye sobre los resultados tanto como se creía. Depende de cómo se invierte. Especialmente significativo es el caso del vecino Portugal, que con una renta media inferior y menor inversión que España, ha escalado 30 puntos, el equivalente a un curso escolar, en seis evaluaciones. Ahí están también los sorprendentes resultados del País Vasco, que se sitúa por debajo de la media española pese a tener una mayor inversión por alumno. O el caso inverso de Castilla y León, que con menor renta e inversión, consigue los mismos resultados que Finlandia. Lo que sí parece demostrado es que lo que más influye en la calidad educativa es invertir en equidad y en calidad docente, justo los dos parámetros en los que nuestro país está peor.

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