Padre-Sheriff

A pesar de la intensificación de las fuerzas transnacionales y la conectividad global, vivimos una puja entre las naciones por proclamarse soberanas y mostrar un espectáculo de poder

Francois Fillon candidato presidencial francés. MARLENE AWAAD / BLOOMBERG

Tiempo postsoberano es aquel en el que drones no tripulados llevan a cabo tareas de espionaje o ataque sin que ninguna nación declare abiertamente la guerra; en el que las fronteras nacionales carecen de emplazamiento geográfico porque se encuentran en bases de datos; las acciones terroristas las cometen peatones suicidas; y las catástrofes ecológicas, la pobreza, la desigualdad económica o los cambios macrotecnológicos son transnacionales.

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Tiempo postsoberano es aquel en el que drones no tripulados llevan a cabo tareas de espionaje o ataque sin que ninguna nación declare abiertamente la guerra; en el que las fronteras nacionales carecen de emplazamiento geográfico porque se encuentran en bases de datos; las acciones terroristas las cometen peatones suicidas; y las catástrofes ecológicas, la pobreza, la desigualdad económica o los cambios macrotecnológicos son transnacionales.

A pesar de la intensificación de las fuerzas transnacionales y la conectividad global, vivimos una puja entre las naciones por proclamarse soberanas y mostrar un espectáculo de poder que intimide y repela hacia el exterior, escudándose hacia el interior. Fillon promete que Francia volverá a la grandeur gaullista; Podemos recurre a la patria para reivindicar la comunidad que te cuida; en Cuba lloran la figura del pater familias perdido, y en EE UU se venera al presidente-sheriff que ha activado un inaudito entusiasmo por el aislacionismo, los muros más altos y la belicosidad nacionalista.

Todos vibran con esa lógica de protección y mando del padre soberano en un momento en el que la noción de soberanía se ha vaciado de poder. Es cierto que ya no se controla el dominio del Estado, pero sí lo que los ciudadanos piensan sobre él. El Estado ya no tiene verdaderos atributos de protección o de autodeterminación, y ninguna nación por sí sola posee la fuerza para afirmar su modelo social o cultural. Menos aún en Europa. Sin embargo, la “declaración soberana” sigue siendo el bálsamo político que ayuda a calmar las ansiedades de miedo e inseguridad que el nuevo orden despierta.

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Proliferan los discursos generadores de seguridad que moldean las emociones de los ciudadanos cuando las inercias de la globalización desafían la misma idea de soberanía. Esas declaraciones crean identidad, más que poder: proyectan una visión autosuficiente del Estado, capaz de conseguir autodesarrollo de forma aislada. Frente a ello, cooperación, interdependencia y reconocimiento de la vulnerabilidad son las claves para entender y afrontar el nuevo orden. Eso sí es feminizar la política. @MariamMartinezB

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