El jefe de todo

En el PP se despachan los escándalos de una forma que recuerda a la película de Lars Von Trier

Mariano Rajoy, durante una visita de la campaña electoral en Galicia.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

El jefe de todo esto es una película de Lars Von Trier en la que una empresa funciona sin jefe, al menos aparentemente: de esta forma el jefe real, infiltrado entre los empleados, resuelve muchas incomodidades, la primera de todas la de tener que asumir alguna responsabilidad. Siempre que hay una mala noticia se transmite como algo inevitable ordenado por una fuerza superior, que es el jefe de todo esto, una expresión bajo la que se cobijan los atropellos.

En el PP se despachan los escándalos de una forma que recuerda a la película de Von Trier; se ejecuta, entre todos los afec...

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El jefe de todo esto es una película de Lars Von Trier en la que una empresa funciona sin jefe, al menos aparentemente: de esta forma el jefe real, infiltrado entre los empleados, resuelve muchas incomodidades, la primera de todas la de tener que asumir alguna responsabilidad. Siempre que hay una mala noticia se transmite como algo inevitable ordenado por una fuerza superior, que es el jefe de todo esto, una expresión bajo la que se cobijan los atropellos.

En el PP se despachan los escándalos de una forma que recuerda a la película de Von Trier; se ejecuta, entre todos los afectados, una suerte de patada hacia arriba sin que se sepa nunca quién es exactamente el culpable de lo que ocurre. De esta manera se asegura que la última responsabilidad sea indescifrable y que la reacción más recurrente del jefe infiltrado, Mariano Rajoy, sea decir que él no sabe nada. Siempre es algo que lleva la justicia, o una noticia de la que no estaba informado, o un asunto que es competencia de la Administración pública, o un cargo que no sabía que existía, o un señor del que no recuerda el nombre, o un lío por el que preguntará, o algo relacionado con el partido y no con el Gobierno, o un follón que compete al Gobierno y no al partido, o finalmente, en un movimiento espectacular, Rajoy dirá que es un caso que lleva directamente el mismísimo presidente, o sea el jefe de todo esto.

A media mañana de ayer, por ejemplo, se acumulaban las noticias en la mesa del jefe, y con ellas la ignorancia sobrevenida. La senadora Barberá se bajaba de un AVE que iba en dirección a Madrid para regresar a su tierra: en mitad del viaje, aprovechando que iba en el vagón del silencio, el Supremo le había abierto una causa por blanqueo de capitales. El extesorero Bárcenas, por su parte, conseguía abrir el SMS que el presidente del Gobierno le envió hace años y se apresuró a retirar su denuncia contra el partido por destruir sus ordenadores. El exministro Matas, otro de los antiguos ejemplos de gestión para Génova, negociaba con la Fiscalía confesar sus delitos e involucrar al partido. Horas después el ministro De Guindos, en el papel del actor atribulado, comparecería para tratar de no explicar la propuesta de Soria al Banco Mundial.

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Es tal la mimetización del Gobierno que el jefe de todo esto, como en la película, no ejerce porque no ha sido investido, lo que le permite no rendir cuentas por los escándalos con una mano y seguir permitiéndolos con otra.

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