Editorial

Orgullo y progreso

Avanzar en derechos civiles exige proteger a las personas transgénero

Miembros de "gais contra las armas" en un desfile en Nueva York, celebrado el 26 de junio de 2016.B. MCDERMID (REUTERS)

Las celebraciones del Día del Orgullo Gay ofrecen una oportunidad para dar visibilidad al colectivo de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB), celebrar los logros conseguidos y alentar los cambios todavía necesarios para que puedan vivir su diferencia con naturalidad. En España podemos sentirnos orgullosos de los avances legislativos que se han producido en materia de derechos civiles. Hay que celebrar lo mucho que se ha conseguido gracias al empuje de unos movimientos sociales que han ido por delante de la política, pero también han encontrado Gobiernos receptivos a sus reclamacion...

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Las celebraciones del Día del Orgullo Gay ofrecen una oportunidad para dar visibilidad al colectivo de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB), celebrar los logros conseguidos y alentar los cambios todavía necesarios para que puedan vivir su diferencia con naturalidad. En España podemos sentirnos orgullosos de los avances legislativos que se han producido en materia de derechos civiles. Hay que celebrar lo mucho que se ha conseguido gracias al empuje de unos movimientos sociales que han ido por delante de la política, pero también han encontrado Gobiernos receptivos a sus reclamaciones.

Once años después de aprobarse la ley que lo permite, las parejas homosexuales contraen matrimonio con normalidad y crían también con normalidad a los hijos que han podido adoptar. Y aunque hemos de lamentar —y seguir combatiendo— episodios de homofobia, las encuestas indican que la sociedad española es una de las que mejor acepta la diversidad de opciones y el libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad. Pero para que esos derechos puedan ser ejercidos con plenitud y se puedan erradicar las expresiones de intolerancia que todavía persisten, es necesario seguir haciendo un gran esfuerzo educativo y pedagógico.

Particular atención debe prestarse al colectivo trans, formado por aquellas personas que se sienten de un género diferente al que se les ha asignado por nacimiento y que sufren mayores índices de paro y de violencia, y que se enfrentan además a un elevado riesgo de exclusión social. Estas personas son víctimas de unos patrones médicos binarios que identifican el género según sean los órganos genitales y que, en ocasiones, desembocan en operaciones quirúrgicas irreversibles en el caso de los bebés con sexo doble o ambiguo.

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Lo primero que hay que lograr es que sus situaciones, muy diversas, dejen de ser consideradas como una patología, empezando por la propia Organización Mundial de la Salud, y que los profesionales sanitarios y docentes reciban la formación adecuada. Que la normativa española conciba la transexualidad como un trastorno causa graves disfunciones, pues obliga a la persona que solicita un cambio de sexo y de nombre a acreditar una supervisión médica y psiquiátrica durante dos años. Esto no solo deja en manos de un médico algo que debe ser de libre decisión, sino que provoca retrasos y sufrimientos innecesarios. Todas estas barreras, médicas, legales y sociales llevan a afirmar la revista científica The Lancet que hasta un 60% de las personas transgénero sufren depresión reactiva por rechazo familiar, escolar o laboral.

Son muchas las barreras que aún quedan por derribar. En EE UU acaba de caer una de ellas: el Pentágono ha eliminado la prohibición que hasta ahora regía para que los transexuales pudieran servir en el Ejército. Además, una ley promulgada por Obama permite a los transexuales elegir el aseo que corresponda a su género en los institutos. Son ejemplos de normalización a seguir. En España lo pertinente ahora sería abordar una ley integral de transgénero y ámbito nacional para proteger a este colectivo.

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