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Un refugio desbordado

Sudán del Sur, asolado por la crisis, un conflicto civil y la sequía, acoge a más de 270.000 personas que huyen de otras guerras

Sudán del Sur, uno de los países más pobres del mundo, afectado por la crisis del petróleo, por la sequía y con una guerra civil aún vigente, acoge a más de 270.000 refugiados. Llegan sobre todo de su vecino del norte, Sudán (del que se desgajó hace cinco años), la República Centroafricana o Etiopía. En la imagen, refugiados sudaneses hacen cola para formalizar su solicitud de asilo en Yida, la primera población de Sudán del Sur tras la frontera, a sólo 25 kilómetros. Cada día entran decenas de personas por esta ruta fronteriza, la mayoría procedentes del Sur Kordofán y las montañas de Nuba, donde persisten regularmente los bombardeos y enfrentamientos entre el ejército sudanés y las facciones rebeldes.Albert González Farran
Un solicitante de asilo sudanés se registra como refugiado en un centro del ACNUR en Yida, en Sudán del Sur. Yida es la primera parada para aquellos que huyen de los conflictos de Sudán, la mayoría del Darfur o del Sur Kordofán. La comunidad sudanesa es la más grande entre los refugiados en el vecino del sur. Son más de 230.000 del total de 263.000 que hay registrados en el país, que incluye a etíopes, congoleños y centroafricanos.Albert González Farran
Elizabeth Aldukun, original de Abudele, en el Sur Kordofán (Sudán), reorganiza sus pertenencias tras llegar a Yida después de varios días de travesía por la frontera. Aldukun fue abandonada por su marido, que se fue a la capital, Jartum, y llegó aquí en transporte público con sus seis hijos. “Además de lograr refugio, buscamos mejores oportunidades en Sudán del Sur”, dice Elizabeth. La condición de refugiada le permitirá dar educación y asistencia médica a su familia.Albert González Farran
Una familia de refugiados recién llegada de Sudán recibe atención médica en una pequeña clínica de Yida regentada por una ONG local. La localidad se ha convertido en un gran asentamiento de más de 70.000 refugiados sudaneses donde incluso hacen sus negocios desde que Sudán del Sur obtuvo su independencia en julio de 2011. Por primera vez desde entonces, las fronteras entre ambos países van a abrirse oficialmente y se permitirá el paso regular de ciudadanos de ambos países.Albert González Farran
Basham Adam es un refugiado sudanés que llegó a Yida hace 4 años. En aquel momento comenzó a excavar su propio búnker por el temor de bombardeos como los que sufrió tiempo atrás en su pueblo de origen. “Desde que estoy en este asentamiento nunca me he sentido una persona normal”, explica este hombre emocionalmente perturbado. “¿Cómo voy a estar bien si aquí me siento prisionero?”, se pregunta.Albert González Farran
Mujeres y niños del Sudán utilizan el agua en un punto de suministro en el asentamiento para refugiados de Yida, donde actualmente hay más de 70.000 personas. El asentamiento no está considerado oficialmente un campamento de refugiados porque está demasiado cerca de la frontera (25 kilómetros), por lo que ACNUR y el Gobierno sursudanés quieren trasladar cuanto antes a todos estos sus habitantes a recintos más alejados.Albert González Farran
Refugiados sudaneses que llegaron recientemente a Yida cargan sus pertenencias a un camión antes de ser trasladados a un campamento de refugiados más seguro en Ajuong Thok, a unos 100 kilómetros de la frontera. “Yida es una zona peligrosa para los refugiados porqué está militarizada”, dice John Dabi, subdirector de la Comisión de Asuntos de Refugiados de Sudán del Sur.Albert González Farran
Refugiados sudaneses hacen cola en Yidapara embarcar en los autobuses fletados por el ACNUR para trasladarlos al campo de Ajuong Thok, donde ya viven unos 30.000 refugiados. El portavoz del ACNUR en Sudán del Sur, Rocco Nuri, asegura que Yida “evidencia problemas de seguridad y no cumple con la naturaleza civil del asilo”.Albert González Farran
Dos agentes de la policía de Sudán del Sur registran las pertenencias de los refugiados sudaneses que son evacuados de Yida, donde existe una alta presencia de miembros de las facciones rebeldes sudanesas que luchan contra el Gobierno de Jartum. Por la zona se ven pasar con frecuencia vehículos con hombres armados del Movimiento por la Justicia y la Igualdad (JEM, en sus siglas en inglés) y el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés (SPLM-N).Albert González Farran
Un policía vigila que los refugiados sudaneses embarquen en los autobuses que los trasladarán más lejos de la frontera. El Gobierno de Juba intenta que antes del mes de julio todos los refugiados que quedan en Yida (más de 70.000) sean evacuados definitivamente. Sin embargo, muchos se niegan porque prefieren estar cerca de la frontera y así poder visitar sus pueblos de origen si la situación lo permite.Albert González Farran
A pesar de que los gobiernos de Sudán y Sudán del Sur abrirán sus fronteras próximamente, según ACNUR “los refugiados seguirán utilizando rutas irregulares en busca de asilo, pues el uso de un paso fronterizo controlado por los oficiales del gobierno de Sudán no es una opción por razones obvias de protección”. En la imagen, una refugiada sudanesa sube a un autobús en Yida.Albert González Farran
Un niño refugiado sudanés busca asiento en un autobús de ACNUR. Más del 60% de losrefugiados sudaneses son menores de edad. Muchos viajan solos, en busca de un lugar mejor donde vivir y de la oportunidad de continuar sus estudios en el Sudán del Sur. Albert González Farran
Un camión “descarga” refugiados sudaneses en el campamento de Ajuong Thok, en Sudán del Sur. El país más joven del mundo, que logró la independencia en julio de 2011, afronta actualmente serios problemas económicos, una cruenta guerra civil desde diciembre de 2013, una severa malnutrición, sequías, epidemias y falta de educación. Pero además acoge 263.000 refugiados que este año, según cálculos de la ONU, incrementará a los 300.000.Albert González Farran
Refugiados sudaneses hacen cola para recibir la primera atención en el campamento de Ajuong Thok, al norte de Sudán del Sur. Según cálculos de las Naciones Unidas, dar asistencia básica (comida, agua, alojamiento, sanidad, educación) a los 300.000 refugiados que se esperan para finales de este año costará unos 215 millones de dólares, o 716 dólares por persona.Albert González Farran
Un enfermero de la Organización Mundial de la Salud vacuna a un niño refugiado sudanés recién trasladado al campamento de Ajuong Thok. No solo la seguridad mueve a decenas de miles de sudaneses a cruzar la frontera, sino también para acogerse a los servicios que se les ofrecen por su condición de refugiados: atención sanitaria, comida, alojamiento y educación, entre otros.Albert González Farran
Una niña refugiada sudanesa carga con su maleta después de ser examinada por un médico. Mientras Sudán del Sur acoge a decenas de nuevos refugiados cada día, la combinación de guerra civil, crisis económica y sequía que asola el país ha arrastrado cerca de tres millones de sursudaneses (el 25% de la población) a un estado de emergencia alimentaria con posibles focos de hambruna.Albert González Farran
(En el centro) Keich Zaud, una mujer de Kordofán del Sur (Sudán) prepara sus pertenencias para viajar con sus hijos desde el campo de refugiados Ajuong Thok (Sudán del Sur) a Maban, en la parte occidental del país. Zaud, que tiene cuatro hijos, va a reunirse con su marido en Maban después de tres años separados a causa del conflicto en su lugar de origen. La reunión familiar entre refugiados que viven en Sudán del Sur está promovida y financiada por ACNUR.Albert González Farran
Niños refugiados procedentes de Sudán asisten a la escuela del campamento de Ajuong Thok. El campamento ofrece educación primaria y secundaria a 11.000 jóvenes. Paradójicamente, menos de la mitad de la población local infantil del Sudán del Sur asiste a la escuela.Albert González Farran
Un refugiado sudanés asiste a una clase en una de las tres escuelas que hay habilitadas en el campamento de refugiados de Ajuong Thok. En paralelo, la comunidad internacional lucha por intentar aumentar el bajo índice de escolarización de los niños sursudaneses con un plan que pretende llevar medio millón de jóvenes a las aulas. Esta iniciativa necesita una inversión de más de 75 millones de dólares.Albert González Farran