Pantomima

Referendos teledirigidos y convocados sin rigor ni margen de discusión señalan un camino peligroso

El politólogo James Robinson ha sido el único que se ha atrevido a denunciar que la convocatoria del referéndum en Reino Unido sobre la salida de la Unión Europea responde solo a un gesto oportunista de David Cameron para favorecer su posición política interna. Es decir, que detrás de una apariencia de democracia profunda, lo que hay es un cálculo particular. La convocatoria no responde tanto a reconocer la soberanía del pueblo como a manipular una crisis institucional en beneficio propio. Conviene detenerse sobre algo tan evidente, porque es habitual que la democracia sea retorcida para apare...

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El politólogo James Robinson ha sido el único que se ha atrevido a denunciar que la convocatoria del referéndum en Reino Unido sobre la salida de la Unión Europea responde solo a un gesto oportunista de David Cameron para favorecer su posición política interna. Es decir, que detrás de una apariencia de democracia profunda, lo que hay es un cálculo particular. La convocatoria no responde tanto a reconocer la soberanía del pueblo como a manipular una crisis institucional en beneficio propio. Conviene detenerse sobre algo tan evidente, porque es habitual que la democracia sea retorcida para aparentar limpieza cuando responde a lo contrario. Hemos visto convocarse un referéndum en Holanda sobre la aceptación de Ucrania en una futura ampliación de la tan traicionada UE. La duda es si la votación respondía a su esencia de ordenamiento de la política internacional del país o era un arma para desgastar al Gobierno. El belicoso líder húngaro persiste en su idea de convocar un referéndum para saber si los ciudadanos quieren acoger a refugiados sirios. Sería bueno que les preguntara también en un referéndum si quieren pagar el impuesto de la renta.

En España hemos presenciado dos casos similares durante la negociación para la investidura. Primero, el líder socialista Pedro Sánchez convocó a sus militantes para que votaran el pacto con Ciudadanos sin aún saberse si gozaba de posibilidad real de imponerse en una negociación. Acudir a votar era más un acto de fe, una concesión ciega de poder más que una consulta real. Por eso, tiene el mismo efecto la convocatoria que el líder de Podemos ha cursado a sus simpatizantes para votar si se inclinan por un acuerdo dañino y conservador o la otra propuesta sana y progresista. Para mejorar la retórica de traca que contienen estas consultas, en el futuro se le podría preguntar a los militantes si prefieren ser felices o ser sodomizados por un gorila. Eso sí, festejando mucho el proceso democrático.

Hace poco, el Ayuntamiento de Madrid concluyó sus votaciones populares por Internet sobre diferentes aspectos urbanísticos e inversiones presupuestarias. Tanto la participación como la calidad de la discusión importaban muy poco frente a la loa entontecedora a la transparencia democrática de la Red. Referendos teledirigidos y convocados sin rigor ni margen de discusión señalan un camino peligroso que desmerece a la democracia participativa. Es algo así como la democracia con apuntador. Te voy hacer votar lo que yo te diga para que pueda sentirme respaldado en lo que quiero. Es una pantomima democrática. Porque es democrática, sí, pero no deja de pertenecer al género de la farsa.

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