Editorial

Contra la parálisis

El electoralismo es el peor enemigo de la nueva fase de negociación que se abre

El Rey Felipe VI, junto a Patxi López.GERARD JULIEN

Los debates de investidura celebrados la semana pasada frustraron el nacimiento de una nueva mayoría en el Congreso de los Diputados y por eso España se enfrenta a otro periodo de incertidumbre respecto a la conformación de un Gobierno. El rey Felipe VI ha hecho muy bien dando tiempo a la negociación de los partidos, lo cual señala el camino a seguir antes de intentar otra investidura. Y lo deseable es que los principales actores políticos se pongan a la tarea seria y responsablemente.

Nadie debe distorsionar el tiempo de la negociación como si fuera una representación teatral destinada...

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Los debates de investidura celebrados la semana pasada frustraron el nacimiento de una nueva mayoría en el Congreso de los Diputados y por eso España se enfrenta a otro periodo de incertidumbre respecto a la conformación de un Gobierno. El rey Felipe VI ha hecho muy bien dando tiempo a la negociación de los partidos, lo cual señala el camino a seguir antes de intentar otra investidura. Y lo deseable es que los principales actores políticos se pongan a la tarea seria y responsablemente.

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Nadie debe distorsionar el tiempo de la negociación como si fuera una representación teatral destinada a dar rienda suelta a casi cuatro meses de periodo electoral. El objetivo principal de los partidos es el de buscar los apoyos suficientes para la conformación de un Ejecutivo estable. El trabajo debe emprenderse con expresa renuncia al adanismo, a esa sensación de creerse que todo ha de empezar desde cero.

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Los españoles no tienen nada que ganar con la estrategia de la tensión permanente, evidenciada en los desprecios iracundos a los adversarios. En este aspecto ha destacado particularmente el líder de Podemos, Pablo Iglesias, probablemente interesado en tapar los problemas internos de su holding político a base de exacerbar la idea del enemigo exterior. En general se prima la hipermovilización, como si cada espacio político debiera mantenerse atento a la voz de mando y preparando a las bases para un combate electoral descarnado.

Hemos dicho reiteradamente que a España no le conviene seguir en la interinidad política. Es negativo para sostener la recuperación económica y el flujo de inversiones, para atender a las necesidades de los españoles más afectados por la crisis precedente y para proyectar hacia el exterior una buena imagen.

A este respecto hay que preguntar al Gobierno de Mariano Rajoy qué sentido ha tenido mantener la diplomacia española a medio gas y no haber facilitado los viajes al exterior de uno de sus principales activos, el rey Felipe VI. La jefatura del Estado no está en funciones y por eso fue un disparate la suspensión de la visita de Estado a Reino Unido. El Rey podría haber cumplimentado perfectamente ese viaje con un ministro en funciones. Por fortuna se ha confirmado la reanudación de la agenda exterior de don Felipe con la visita a Portugal, prevista para mañana, y con su asistencia al congreso sobre la lengua española convocado en Puerto Rico.

Hay mucho que hacer antes de permitir que se instale la idea de que la política española no tiene arreglo sin nuevas elecciones. Nadie puede sostener que España carece de soluciones por el hecho de que sus principales actores políticos, veteranos y nuevos, parezcan incapaces de pactar la formación de un Gobierno: si así fuera, ¿qué confianza se puede tener en que lo harán avanzado el verano o en el otoño, cuando hayamos sido víctimas de una larga y seguramente crispada campaña electoral?

El electorado habló en las urnas el 20 de diciembre y hay que encontrar salidas a partir de sus resultados, sin provocar más desgastes políticos y económicos de los estrictamente indispensables.

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