Editorial

Policía europea de fronteras

El salto adelante propuesto por Bruselas desafía a los países menos colaboradores

Inmigrantes procedentes de Irán, Bangladesh, Pakistán y Marruecos, interceptados por la guardia costera turca al intentar alcanzar las costas griegas, el 9 de diciembre de 2015. TOLGA BOZOGLU (EFE)

El Ejecutivo comunitario que preside Jean-Claude Juncker quiere reconvertir el programa Frontex en una Agencia Europea de Guardia de Fronteras con capacidad para intervenir en cualquiera de los 15 países que forman los límites exteriores de la UE. El plan incluye la creación de un mecanismo para evaluar las situaciones de riesgo y el proyecto de crear un cuerpo especial de policías capaz de desplazarse en uno o dos días a cualquier punto en caso de emergencia.

Este salto adelante que pretende la Comisión Europea supone un desafío para los países con actitud menos colaboradora a la hora ...

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El Ejecutivo comunitario que preside Jean-Claude Juncker quiere reconvertir el programa Frontex en una Agencia Europea de Guardia de Fronteras con capacidad para intervenir en cualquiera de los 15 países que forman los límites exteriores de la UE. El plan incluye la creación de un mecanismo para evaluar las situaciones de riesgo y el proyecto de crear un cuerpo especial de policías capaz de desplazarse en uno o dos días a cualquier punto en caso de emergencia.

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Este salto adelante que pretende la Comisión Europea supone un desafío para los países con actitud menos colaboradora a la hora de abordar la grave crisis de refugiados que ha sufrido Europa en el último año. El borrador del proyecto incluye la posibilidad de que los agentes de esa fuerza puedan ser enviados a un punto de conflicto incluso sin haber sido reclamados por el país afectado. Parece difícil que una imposición así en materia de seguridad pueda ser aceptada sin resistencias. Para que la decisión de crear esta policía prospere y pueda cumplir con su cometido, es imprescindible en todo caso la colaboración de los países en los que debe operar. Aunque la propuesta no requiere unanimidad, es deseable que la transformación de Frontex se haga con el mayor consenso.

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Una fuerza de intervención rápida podría resolver problemas puntuales y evitar situaciones de desbordamiento como los que se han producido en algunos momentos en Grecia, Hungría o Eslovenia, pero no está claro que suponga un cambio fundamental en la crisis de los refugiados. Aunque el propósito es evitar una situación de descontrol que vuelva a poner en peligro los acuerdos de Schengen, no deja de ser una medida parcial y con limitada capacidad de incidencia. Tras el fracaso para articular una política común de asilo y habilitar un mecanismo permanente para el reparto de asilados entre los países, las posibilidades de intervención se centran en el control de fronteras mediante acuerdos con países limítrofes como Turquía, para que contengan en su territorio los contingentes migratorios, y con medidas para sellar los accesos. Pero mientras no se aborden los motivos que causan el éxodo, la presión continuará.

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