MIRADOR

Match Point

El Gobierno y la Generalitat son dos trenes en dirección contraria cargados de armas que no conocen

Una hora después de que se pactase en Cataluña el inicio de la ruptura con España, Rajoy compareció ante la prensa. Lo hizo como acto electoral: prueba de ello es que no dijo nada. Tampoco podía hacerlo: nadie sabe utilizar el artículo 155 y en el Gobierno trabajan en la aplicación de algo que la Constitución no detalla. En 1935, por ejemplo, la suspensión de la autonomía de Cataluña fue declarada inconstitucional por el TC de la época. Desde el Gobierno se dice que pueden disolver el Parlament, querellarse por sedición, nombrar autoridades sustitorias, cortar transferencias económica...

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Una hora después de que se pactase en Cataluña el inicio de la ruptura con España, Rajoy compareció ante la prensa. Lo hizo como acto electoral: prueba de ello es que no dijo nada. Tampoco podía hacerlo: nadie sabe utilizar el artículo 155 y en el Gobierno trabajan en la aplicación de algo que la Constitución no detalla. En 1935, por ejemplo, la suspensión de la autonomía de Cataluña fue declarada inconstitucional por el TC de la época. Desde el Gobierno se dice que pueden disolver el Parlament, querellarse por sedición, nombrar autoridades sustitorias, cortar transferencias económicas. Pueden hacer lo que quieran porque la ley exige impedir la secesión pero no aclara cómo. Rajoy entiende que esa ambigüedad le da poder, pero prefiere el desgaste del contrario. El Gobierno está obsesionado con utilizar la fuerza de forma controlada: si se pasa, pierde. Se pregunta si quieren encarcelar a 70 diputados, abrir la CNN y convertir a Cataluña en símbolo de resistencia de la comunidad internacional. Rajoy cuenta con que el independentismo ha comenzado un proceso similar al del Gobierno con el 155: nunca han constituido un Estado, no saben qué ingeniería jurídica hacer para legitimar el proceso y desconocen la reacción del adversario. El artículo 155 como medida coercitiva no está desarrollado: una de las cosas que puede hacer el Estado es cortar el grifo (no pagar las pensiones, por ejemplo) y asumir de facto que deja de ser Estado para esos españoles. Desde hoy el Gobierno y la Generalitat son dos trenes en dirección contraria cargados de armas que no conocen. Rajoy es un jugador desahuciado al que le llega una oportunidad de oro para redimirse electoralmente, pero con su táctica es dudoso que tenga margen para remontar. No descarta llevar su habilidad de estarse quieto a las últimas consecuencias. Hasta el punto de que si Cataluña se declara independiente el Gobierno podría seguir considerándola parte de España como si la declaración fuese obra de locos, y para eso cuenta con la UE y Estados Unidos. El clímax es otro: el momento en que la Generalitat dé orden de no pagar los impuestos al Estado. La baza del Gobierno es aguantar el miedo un minuto más que Mas. Rajoy lleva cuatro años repitiendo que el Estado siempre gana: sólo tiene que resistir. Se sabe experto: tiene alrededor cadáveres políticos que pueden dar cuenta del efecto destructivo de su inacción. Un exministro utiliza una frase de Patton como metáfora para definir la estrategia del Gobierno: “El patriotismo en la guerra no es morir por tu país sino que el otro muera por el suyo”.

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