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Coordinado por Lola Huete Machado

Cinco películas africanas en la carrera a los Óscar

La posibilidad que tienen los espectadores españoles de ver en las pantallas de cine películas extranjeras se reduce a una selección mínima de títulos. Las razones de esta selección, a todas luces escasa, es múltiple. Los gustos de los distribuidores; las modas calculadas de cinematografías "menores" para un restringido público cinéfilo; las noticias más candentes del panorama internacional (que pueden, de improviso, rescatar del olvido películas descartadas), o las obligaciones adquiridas de las coproducciones internacionales, son algunas de estas razones. Otra es, cada mes de febrero, uno de los escaparates internacionales más anhelados: el listado de películas de habla no inglesa en pugna por los Óscar.

Aunque hasta mediados de enero no sabremos cuáles serán las cinco nominadas, hace unos días se anunciaron las 82 películas que competirán por hacerse un hueco en la recta final. En el catálogo actual, sólo Argelia, Costa de Marfil, Etiopía, Marruecos y Sudáfrica han conseguido colarse dejando, una vez más, al continente africano infrarrepresentado.

Esperando equivocarme, auguro que este año será realmente complicado ver una película africana pasearse por la alfombra roja. Se trata de considerar variables y, en este 2016 entrante, África no tiene demasiadas opciones. A la alta calidad del resto de contendientes se une la falta de sorpresas en las quinielas de los certámenes internacionales de arte y cultura, los cuales no suelen premiar a África salvo contadas excepciones. Como viene siendo costumbre, justo antes de que se anuncien las nominaciones, volveremos a leer las peculiaridades de los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los EE.UU., en su mayoría hombres, caucásicos y de edad avanzada, poco proclives a películas que no se adapten a sus estándares conservadores de Hollywood.

Si todas estas variables no fueran suficientes, hemos de recordar que Timbuktú de Abderrahmane Sissako estuvo a punto de saborear el éxito el pasado mes de febrero y, siendo sinceros, los filmes de este año no parecen alcanzar el nivel de aquella. Sin embargo, no debemos desestimar la ayuda mediática que el sudafricano Trevor Noah, heredero de Jon Stewart en The Daily Show, puede acarrear forzando a unos cuantos americanos adictos a Comedy Central a estirar el cuello y fijarse, siempre sin estridencias, un poco más en África y sus manifestaciones artísticas y culturales.

Otra ayuda puede llegar desde la empresa de distribución de la directora Ava DuVernay (Selma, 2014), que se ha hecho recientemente con los derechos de distribución comercial de la película sudafricana Ayanda de Sarah Blecher y que empezará a proyectarse en breve en cines. El interés que puedan traer estos y otros esfuerzos de la comunidad africana y afroamericana trabajando en conjunto, los conoceremos en unos meses.

Las cinco películas seleccionadas entre las 82 de habla no inglesa nos llegan desde el norte, sur, este y oeste del continente, y nunca mejor dicho. Si tuviese inclinación a pensar de manera retorcida, me resultaría sospechosamente estudiada la posición en el mapa de las naciones de origen de estos directores. Desde el Magreb nos llegan el marroquí Driss Mrini con Aida y Mohammed Lakhdar-Hamina con Crépuscule des ombres. Lakhdar-Hamina, uno de los pesos pesados argelinos, es un director que regresa periódicamente al estrado de los festivales de cine. En 1966, fue consagrado en Cannes con su película novel Rih al awras de notables influencias soviéticas en su montaje. La Palma de Oro le llegaría en 1974 por Chronique des années de braise, su obra maestra centrada en los años revolucionarios previos a la guerra de liberación colonial argelina.

Ambas se sitúan en la tradición de un cine comprometido en la lucha por la independencia y la regeneración nacional. En la primera asistimos, a través de la búsqueda épica de una madre de su hijo encarcelado, a la transformación crítica del campesinado ante el choque con las fuerzas de ocupación. La segunda continúa siendo, a día de hoy, una de las reflexiones cinematográficas mayores sobre la toma de conciencia revolucionaria del campesinado. Crépuscule des ombres es su última realización, con la que Lakhdar-Hamina regresa a aquella etapa convulsa de la historia reciente de su país que tanto ha visitado a través del cine: la guerra de liberación y sus preparativos.

En esta ocasión, elige el punto de vista de los colonizadores, encarnado por un brutal comandante francés colonial y un joven soldado convencido de la futilidad de la lucha. Completa así un cuadro de lucha revolucionaria organizado en clases sociales. El campesinado, su clase social más querida, había sido la protagonista de sus dos películas más celebradas y en Hassan Terro (1967) lo había sido la burguesía. Décembre (1972) completa este retrato polifónico de múltiples ángulos sumergiéndose en los traumas de la tortura.

Si este país tiene un nombre en los Óscar es el de Rachid Bouchareb. Residente en Francia desde hace décadas, sus tres nominaciones (Poussières de vie, Indigènes y Hors-la-loi) le convierten en el cineasta argelino más celebrado globalmente, además de imbatible en la taquilla con sus melodramas épicos populares. Cosas de la universalidad del cine, del sutil reconocimiento de culpabilidades de las potencias occidentales a través del arte y de las coproducciones políticas de los años 60, el griego Costa-Gavras es el único que se ha llevado el galardón con Z en 1969, primer año en que Argelia presentaba una película a los Óscar.

La trayectoria marroquí en estos galardones es todavía menos brillante. Hasta hoy, ninguna película ha conseguido luchar por la estatuilla, y tan sólo Omar m'a tuer lograría la preselección. Escrita y dirigida por Roschdy Zem, este fotogénico artista polifacético es conocido mundialmente como actor de, entre tantos otros, el citado Bouchareb. En Marruecos, donde jóvenes directores experimentales están revolucionando la imagen exterior que teníamos de su cine (con mujeres como Leïla Kelani, Laila Marrakchi y Narjiss Nejjar a la cabeza), escoger un melodrama popular de temática femenina como Aida de un realizador de televisión con incursiones puntuales en el cine como Driss Mrini es una apuesta desconectada con la realidad nacional. A pesar de ello, debido a los gustos conservadores de los jueces esta apuesta tiene su razón de ser.

El caso de Sudáfrica es singular. En 1989, un lustro antes de la caída del apartheid, el país empezó a enviar regularmente películas a los Óscar. Yesterday de Darrell Roodt (2004) y Tsotsi de Gavin Hood (2005) llegaron hasta el final. La historia de toma de conciencia y humanización en el gueto de Gavid Hood, Tsotsi, consiguió llevarse la estatuilla en la 78ª edición de los premios. Diez años después, y con una industria en alza, el director independiente Ernest Nkosi presenta una película de nuevo situada en una township Thina Sobabilihe. Two of Us.

Estrenada en el festival de Durban el año pasado y en el Festival Panafricano de los Ángeles este mes de febrero (donde se alzó con el premio del público) quizás alguno de los jurados pudo visionarla y la tenga entre sus elecciones. Esperemos que la pujanza de personalidades afroamericanas y sudafricanas en el mundo del show business nacional dé sus resultados.

La vibrante cinematografía etíope, con una nueva generación de directores en pleno auge fuera de sus fronteras (Henok Mebratu, Olisarali Olibui Tongolu y Yidnekachew Shumete) ha intentando sin éxito en las últimas ediciones conquistar Los Ángeles. Ni Atletu de Davey Frankel y Rasselas Lakew en 2010 sobre Abebe Bikila, ni Difret de Zeresenay Berhane Mehari, presentada el año pasado, lo han logrado. Con una historia que reúne a artistas de la talla de Haile Gerima, personaje destacado del L.A. Rebellion y Salem Mekuria, la selección del primer largometraje de Yared Zeleke, Lamb (proyectado dentro de la sección "Un certain regard" del pasado festival de Cannes) daría un empuje extra a su industria y atrayendo a productores extranjeros.

Una de las propuestas más interesantes de esta selección es Run de Philippe Lacôte, primera entrada a los Óscar en la historia de una realización marfileña de un director nacional después de que Jean-Jacques Annaud ganase el Óscar en 1976 con La victoire en chantant para Costa de Marfil. Producida gracias al apoyo de Cannes, el recorrido estelar de "Run" por festivales internacionales empezaba en Toronto en otoño del 2014, pasando por Cannes y recalando antes y después en tantos otros.

En su presentación en Nueva York, directores como Jim Jarmush acompañaron en el Filmo Society of Lincoln Center a la obra, en buena medida gracias al apadrinamiento incondicional de Isaach De Bankolé (uno de los personajes secundarios), embajador destacado en el patrocinio americano del filme. Con recorrido en el ámbito documental y en la producción, Run es el primer largometraje de ficción de Philippe Lacôte. En 2010 había conocido el éxito al producir la taquillera Le djassa a prix feu, de Lonesome Solo, incluida en todas las muestras especializadas de cines africanos a lo largo y ancho del planeta durante años.

Run es una película mucho más madura y sofisticada con un par de pegas: caer en el lirismo excesivo y mantenerse demasiado fiel a las exigencias del gusto europeo en sus expectativas de un cine africano que represente las tradiciones artísticas locales sin mayor profundización. Dicho esto, la película compone una alegoría sólida de la historia de Costa de Marfil narrada a través de la vida del héroe homónimo. Dividida en episodios y con altas dosis de simbolismo, asistimos a los vaivenes de cuatro décadas de historia nacional. El reparto, el uso de la narración oral en su estructura formal y su capacidad para encapsular el zeitgeist a través de personajes fuertemente tipificados son sus mayores contribuciones.

Deseando que alguna de estas cinco películas desembarque en España para verla desde una cómoda butaca en una sala oscura no está del todo mal, para ir abriendo boca, echar una ojeada a cuatro de estos tráilers desde la pantalla de nuestro ordenador.

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