23 fotos

Los sin techo de Haití, cinco años después del terremoto

La fotógrafa de AP Rebecca Blackwell captura la vida de algunas de las miles de personas que viven en edificios derruidos o campamentos sin agua y saneamiento

Padre soltero, Jean Donalson Tousena Bagui sostiene en sus brazos a su hija de dos años. Viven en una de las habitaciones del Hotel Le Palace, dañado por el terremoto, en el centro de Puerto Príncipe. Tousena Bagui cuenta que era guardia de seguridad en el hotel antes del seísmo de 2010 y allí se quedó después como autodesignado guardián. No recibe ninguna compensación por ello, dice, y no ha recibido noticias del propietario sobre el futuro del edificio.Rebecca Blackwell (AP)
Manushka Doneis, de 18 años, es madre soltera y vive junto a su bebé de cinco meses y sus hermanos en el edificio abandonada de una empresa naviera en Port-au-Prince. Los haitianos sin hogar desde el terremoto de 2010 se buscan la vida en las ruinas de un hotel de lujo, albergues improvisados en los jardines del destruido teatro nacional, e incluso en un remolque sin ventilación.Rebecca Blackwell (AP)
Un niño se sienta en un árbol dentro de un campamento establecido para personas desplazadas por el terremoto de 2010 en Port-au-Prince, pero que se ha convertido en una solución a largo plazo. Según la Organización Internacional para las Migraciones, cerca de 65.000 personas seguían viviendo en 66 campamentos en marzo de 2015.Rebecca Blackwell (AP)
Vista de las casas en una colina del distrito de Jalousie, en Port-au-Prince. Haití sufría una grave escasez de viviendas, incluso antes del terremoto de 2010. De acuerdo con un informe de enero de 2015 de Amnistía Internacional, el terremoto aumentó aún más el déficit. Mientras tanto, los esfuerzos de reconstrucción se centraron en levantar refugios temporales más que en edificar viviendas permanentes.Rebecca Blackwell (AP)
Un residente del Hotel Le Palace. Aunque gran parte del hotel fue destruido, algunas de las habitaciones, que aún tienen las paredes intactas, se han convertido en la vivienda de muchas personas desplazadas por el seísmo. El edificio en ruinas no tiene instalaciones sanitarias que funcionen ni agua corriente.Rebecca Blackwell (AP)
La peluquera Loavia Bienaimé, de 30 años, se sienta en su cama mientras se prepara para comenzar su día en una de las habitaciones que ocupa su familia en un edificio abandonado donde había oficinas del Gobierno. El marido de Bienaimé, Jimmy Bellefleur, utilizó su habilidad como electricista para conectarse a la red eléctrica, y ha reparado televisiones rotas, ventiladores y una licuadora para que su familia los pueda utilizar.Rebecca Blackwell (AP)
Johnly Clif Gaspard, a la izquierda, se dirige a la misa de domingo con su madre y dos hermanos menores. Viven en un apartamento abandonado en la capital de Haití. Aunque su madre trabaja a tiempo completo en una fábrica de botones y Gaspard gana dinero vendiendo juguetes motorizados, construidos a partir de materiales de desecho, la familia no puede permitirse el lujo de abandonar el piso que comparten con otras cinco familias.Rebecca Blackwell (AP)
Un joven camina hacia un nivel superior dentro de un edificio dañado por el terremoto que han ocupado un grupo de hombres jóvenes, aunque las instalaciones carecen de agua y otros servicios. Por la noche, los edificios dañados sirven como viviendas a algunas de las muchas personas sin hogar que sigue habiendo tras cinco años.Rebecca Blackwell (AP)
Naika Pierre, de dos años, duerme en una cama sobre el suelo sucio de la carpa donde vive con sus padres en uno de los campamentos provisionales que se levantaron tras el terremoto en Cite Soleil, en Puerto Príncipe. Cuando se produjo el seísmo en 2010, el edificio donde residían los padres de Naika sufrió graves daños y se vieron obligados a trasladarse. Cinco años más tarde, todavía están viviendo bajo lonas.Rebecca Blackwell (AP)
Mirlande Senado, de 17 años, está embaraza de ocho meses. Se encuentra en el pequeño refugio improvisado en un campamento para personas desplazadas en Cite Soleil. Huérfana desde hace años, no tiene familia que la proteja o ayude. Por eso, dice, ha tenido que prostituirse para sobrevivir.Rebecca Blackwell (AP)
Un hombre utiliza un trozo de espejo para mirarse. Vive en un bloque de viviendas abandonado y algunos residentes del edificio tienen trabajos a tiempo completo. La mayoría, sin embargo, están empleados a tiempo parcial o en paro.Rebecca Blackwell (AP)
Jimmy Bellefleur, de 35 años, y su esposa Loavia Bienaimé, de 30, ocupan una oficina de una antigua oficina gubernamental, hoy abandonada. Cinco años después del terremoto, la pareja y sus dos hijas pequeñas permanecen sin hogar. Con lo que obtiene por su trabajo como electricista, el padre compra alimentos para la familia, y se han permitido algunos 'lujos' como tener una cama doble, televisión o un ventilador.Rebecca Blackwell (AP)
Zarmor Sendi duerme en una habitación abierta dentro de un edificio de oficinas abandonado. Durante el día, Sendi habita uno de los antiguos baños del edificio, demasiado pequeño para tumbarse y protegido únicamente por una fina cortina. Aunque los residentes del edificio se conocen entre sí, el lugar no es completamente seguro y los niños y las mujeres como Sendi son especialmente vulnerables.Rebecca Blackwell (AP)
Fritzna, de 12 años, almuerza dentro de una habitación del apartamento en el que vive con su madre y sus tres hermanos. Después del terremoto de 2010, algunos residentes regresaron a casas inseguras o se trasladaron a edificios dañados y abandonados por toda la capital.Rebecca Blackwell (AP)
Neslie Etienne, de 28 años, vista a través de un agujero de una mosquitera, barre la habitación que comparte con su marido y su hijo de seis años, en un contenedor de transporte abandonado en Puerto Príncipe. Los desalojos forzosos y los subsidios para el alquiler están permitiendo cerrar muchos de los campos que se instalaron para los desplazados, pero no se proporcionan soluciones a largo plazo para los damnificados.Rebecca Blackwell (AP)
El electricista Jimmy Bellefleur, de 35 años,vivía en dos habitaciones alquiladas con su familia antes del seísmo. Pero el edificio se derrumbó y durante un año, según cuenta, vivió en la calle hasta que encontró su actual hogar.Rebecca Blackwell (AP)
Una estera de yoga desgastada es el único material blando que una familia de tres personas, afectadas por el seísmo, tiene para dormir. Las seis familias que ocupan ilegalmente el edificio se han repartido las antiguas oficinas a modo de viviendas. Pero por la noche, llegan más personas que se echan a dormir al suelo, en cualquier lugar.Rebecca Blackwell (AP)
El carpintero Camen Inocencio construye un puesto para vender en el mercado que le ha encargado un cliente. Inocencio, de 57 años, dice que él fue la primera persona en ocupar el edificio abandonado después del terremoto. Durante los últimos años, los residentes han vivido aquí en gran medida sin ser molestados. Pero saben que el gobierno, dueño del lugar, podría volver en cualquier momento, lo que les dejaría en la calle una vez más.Rebecca Blackwell (AP)
Una joven comparte una galleta con un gatito en una tienda de campaña de uno de los campos de desplazados instalados después del desastre. Los residentes tienen la esperanza de que se convierta en un barrio permanente. La gran mayoría de las personas que fueron desplazadas han encontrado viviendas, pero todavía hay decenas de miles de personas que no han sido capaces de reparar sus hogares, que han agotado las ayudas y que no tienen una vivienda.Rebecca Blackwell (AP)
Loavia Bienaimé, consuela a su hija menor, Martina, mientras ven la televisión en el hueco de la escalera, fuera de su habitación en un edificio abandonado del Gobierno haitiano.Rebecca Blackwell (AP)
Un retrete improvisado, instalado sobre un pozo poco profundo, sirve a las familias que viven en las ruinas del Teatro Nacional. La falta de saneamiento es un problema en los campamentos y asentamientos ilegales. Muchas personas viven sin acceso a instalaciones de aseo, y se ven obligadas a comprar cubos el agua potable para beber.Rebecca Blackwell (AP)
Piezas de un ventilador recuperado por Jimmy Bellefleur, el electricista.Rebecca Blackwell (AP)