LA PUNTA DE LA LENGUA

Ignorar o desdeñar

Si el que ignora es un ignorante, ¿podemos deducir que Rajoy merece ese adjetivo, puesto que ignoró las propuestas?

Un diario de Madrid titulaba en su portada del 12 de julio: “Rajoy ignora las propuestas para regenerar su partido”. El escaso contexto que aporta un titular así retrasa la comprensión del mensaje, porque “ignora” puede significar que Rajoy desconoce las propuestas, pero también que las desdeña o las desprecia. En latín ya existía ignorare, de donde sale nuestro verbo. Se formó sobre la raíz gno, extraída de gnoscere (saber), a la que se añadirá el prefijo negativo i- para significar “no saber”. Sus mismos cromosomas los comparten “ignorancia”, “ignorante” o...

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Un diario de Madrid titulaba en su portada del 12 de julio: “Rajoy ignora las propuestas para regenerar su partido”. El escaso contexto que aporta un titular así retrasa la comprensión del mensaje, porque “ignora” puede significar que Rajoy desconoce las propuestas, pero también que las desdeña o las desprecia. En latín ya existía ignorare, de donde sale nuestro verbo. Se formó sobre la raíz gno, extraída de gnoscere (saber), a la que se añadirá el prefijo negativo i- para significar “no saber”. Sus mismos cromosomas los comparten “ignorancia”, “ignorante” o “ignoto”, que encierran también el concepto de “desconocer”. Y ese sentido tuvo “ignorar” desde los albores del idioma español. Sin embargo, algunas malas traducciones en la prensa y en los libros han tomado el inglés to ignore (“despreciar”, “desdeñar”, “hacer caso omiso”) como si equivaliese a “ignorar”, en un error semejante al de traducir table (mesa) por “tabla” o library (biblioteca) por “librería”.

En estos casos ya no se produce una formación o evolución genética de las palabras a partir de unos cromosomas (los que identificamos en “ignorar”, “ignoto”, “ignorante”...), sino una clonación del término de otro idioma para trasladarlo a la carcasa más parecida en español, sin reparar en que sus significados difieren.

Ese uso y abuso en los periódicos ha ocasionado que el Diccionario acepte la acepción anglicada (desde la edición de 2001), pero las clonaciones acaban manifestando su intrusismo a medida que progresan en el lenguaje.

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Veamos. Con “despreciar” relacionamos “desprecio”, “despecho” y “despreciativo”. Con “desdeñar” se relacionan el sustantivo “desdén” y el adjetivo “desdeñoso”, por ejemplo. Por tanto, el que desprecia es el despreciante o un despreciador. Y el que desdeña es un desdeñoso. Y si el que ignora es lógicamente un ignorante, ¿podemos deducir que Rajoy merece ese adjetivo, puesto que ignoró las propuestas? Más bien no.

Ese nuevo sentido de “ignorar” no funciona igual en todos los tiempos verbales

Por otro lado, ese nuevo sentido de “ignorar” no funciona igual en todos los tiempos verbales. Leemos “Rajoy ignora las propuestas para regenerar su partido” y podemos dudar a primera vista entre las dos acepciones (desconocer o desdeñar). Pero con otro tiempo verbal (“Rajoy ignoraba las propuestas”, por ejemplo) habríamos decidido enseguida que las desconocía, no que las desatendiera.

Así pues, estas clonaciones producen fallos del sistema. Y, lo que es peor, arrasan en su depredación con opciones más ricas y precisas, que quedarán así ignoradas. Es decir, desoídas, despreciadas, desdeñadas, desatendidas, soslayadas, menospreciadas, marginadas, arrinconadas; olvidadas, en fin, en el mismo limbo donde parecen reposar las propuestas de regenerar el PP.

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