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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

La casita de verano

“Todos los habitantes del pueblo tenían que ser propietarios de una casita de verano, resultaba imprescindible, y debía estar cerca de la de invierno, para que no hubiera demasiada distancia entre las dos. Máximo unos veinte metros. La cabaña de verano no debía disponer de doble cristal en las ventanas. En eso radicaba la diferencia. No había nada raro en tener dos casas que estuvieran tan cerca que casi se pisaban la una a la otra. Era un cosa de lo más normal. Por poco dinero que uno dispusiera, madera no faltaba y, según la opinión general, levantar una casa podía hacerlo cualquiera”.
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“Todos los habitantes del pueblo tenían que ser propietarios de una casita de verano, resultaba imprescindible, y debía estar cerca de la de invierno, para que no hubiera demasiada distancia entre las dos. Máximo unos veinte metros. La cabaña de verano no debía disponer de doble cristal en las ventanas. En eso radicaba la diferencia. No había nada raro en tener dos casas que estuvieran tan cerca que casi se pisaban la una a la otra. Era un cosa de lo más normal. Por poco dinero que uno dispusiera, madera no faltaba y, según la opinión general, levantar una casa podía hacerlo cualquiera”.

Este párrafo, extraído de las memorias del escritor sueco Per Olov Enquist Otra vida (Destino), recuerda la capacidad de cualquier persona para convertirse, si no en arquitecto por lo menos sí en constructor. Y la necesidad de hacerlo. O no. ¿Por qué era necesario en los pueblos suecos de mediados del siglo XX tener una casa al lado de la otra, menos aislada pero similar a la familiar? Si esa idea les sorprende, esperen a leer el siguiente párrafo:

“Los tíos desmontaban la casa, o sea, la de verano, marcando los troncos meticulosamente, y en invierno los transportaban a través del hielo. En el islote de Ganholmen montaban la cabaña de verano exactamente igual a como era antes”.

La prefabricación sin fábrica, pero también las viviendas de quita y pon, la reconstrucción y deconstrucción que evocan estas otras líneas de Enquist remiten a cuestiones de acuciante actualidad y, sin embargo, llegan de un tiempo pretecnológico, también predigital, y remiten a culturas arquitectónicas asiáticas como la China antigua, que crearon su tradición a base de reproducir una idea –que se renueva para ser siempre fresca- en lugar de petrificarla –ya que una vez perfecta y concluida sólo le queda empezar a envejecer y a morir.

Como lectura estival o vital, les recomiendo las memorias de Enquist, no es un tema estrictamente arquitectónico, es cierto, pero no hace falta que recuerde cuán pegada a la vida está en realidad mucha arquitectura. Lo que cuenta Enquist es anterior a cualquier profesión. Sus memorias narran la vida de una persona que supo finalmente rehacerse. Lo mismo que sucedía con la arquitectura de su infancia: lo que cada año veía hacer con la casita de verano.

Comentarios

Tuvimos unos vecinos suecos, años ha, y lo que más destacaba en esa familia era la habilidad del dueño de casa para realizar muebles de madera, sin ser carpintero. Era tan cálido y acogedor el hogar de esta familia, que de ellos aprendimos no pocos detalles que hacen al mejor vivir cotidiano. Un tema muy interesante. Cordiales saludos.
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