Editorial

Vuelve el consumo

Las familias se animan a gastar, pero necesitan más renta y empleos estables

La Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) del año pasado refleja de forma sintética y precisa cuál es la situación de base de la economía española, lejos de las cuentas agregadas que ofrece la macroeconomía —y que suelen utilizarse como reclamo político— y más cerca de la situación real de los ciudadanos. No hay duda, según la encuesta, de que existe una mejora en la evolución del consumo de las familias; tampoco la hay de que esta mejora es todavía moderada (el gasto aumentó el 0,3% en 2014 respecto al año anterior); y tampoco puede descartarse como baladí el hecho de que el gasto real med...

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La Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) del año pasado refleja de forma sintética y precisa cuál es la situación de base de la economía española, lejos de las cuentas agregadas que ofrece la macroeconomía —y que suelen utilizarse como reclamo político— y más cerca de la situación real de los ciudadanos. No hay duda, según la encuesta, de que existe una mejora en la evolución del consumo de las familias; tampoco la hay de que esta mejora es todavía moderada (el gasto aumentó el 0,3% en 2014 respecto al año anterior); y tampoco puede descartarse como baladí el hecho de que el gasto real medio por hogar haya crecido por primera vez en siete años. No es la exultante reactivación que proclama el Gobierno, pero indica una evolución favorable del consumo en la unidad familiar y un pronóstico optimista para la intensificación del crecimiento en 2015.

Pero quizá la percepción más llamativa de esta EPF es la que se deduce de la evolución del consumo fuera del hogar. En un marco general de moderación —hay que insistir en ello— resulta que las familias gastaron más dinero en comidas y bebidas fuera de casa (el 3,7% más en términos anuales) y en vacaciones (8,9% más). No es difícil interpretar esta recuperación leve del gasto como una mejora en el ánimo de los consumidores; ánimo que es, no conviene olvidarlo, la base de una reactivación del consumo: la disposición marca un cambio significativo en las expectativas de las familias. Ahora bien, los resultados de la EPF muestran que nos encontramos en una fase inicial de la reactivación, aunque sea razonable esperar una mejora en los próximos trimestres.

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Otros indicadores, como el aumento de gasto en compra de automóviles, ofrecen interpretaciones menos claras, debido a la presión que ejercen los planes de subvención para adelantar la compra de vehículos. Cuando se agoten las ayudas públicas se apreciará el impacto real de la reciente evolución de la economía sobre la compra de bienes duraderos.

La mejora incipiente del ánimo familiar no es suficiente para apuntalar la recuperación y facilitar más puestos de trabajo; es necesario además que mejoren las rentas y el pronóstico de estabilidad en el empleo. Es evidente que las empresas aumentarán la contratación cuando tengan perspectivas de demanda y rentabilidad. Por más que los indicadores macroeconómicos mejoren y muestren tasas significativas de avance (en torno al 3% este año), lo cierto es que la profunda depresión que sufrió la economía entre 2009 y 2013 no se ha remontado todavía. Las condiciones económicas de 2007 no retornarán al menos hasta el último trimestre de 2017.

Mientras tanto, basar la recuperación en una prolongación sine die del ajuste producirá quizá más confianza financiera, pero retrasará la vuelta a las condiciones de bienestar previas a la crisis. La economía necesita ahora programas de estímulo que incorporen más inversión ——para lo cual es imprescindible el crédito al sector privado; la banca solicitará al BCE unos 16.000 millones para prestar a empresas— y una recuperación paulatina y selectiva de los salarios.

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