Vida y muerte de la ayuda al desarrollo en España
Por Leonardo Pérez-Aranda (@Princip_Mishkin) de Oxfam Intermon.
Todos los años, al comienzo del mes de abril, la OCDE publica las estadísticas del año anterior sobre las contribuciones que hacen los países ricos a Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). 28 de los 34 estados pertenecientes a la OCDE forman parte también de su Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD), que es el organismo que agrupa a los donantes de AOD. España es donante neto de AOD desde 1980 y fue admitido como miembro del CAD en 1991, después de que el año anterior alcanzara por primera vez en su historia una contribución de AOD equivalente al 0,20% de su renta nacional bruta (RNB), que es el umbral mínimo de esfuerzo que establece el CAD para los nuevos miembros.
Durante más de dos décadas, a la vez que “convergía con Europa”, España se mantuvo ininterrumpidamente por encima de ese límite (máximo histórico de 0,46% en 2009). Incluso sus partidos políticos parecían tomarse en serio el tema, como parecía indicar el consenso de todas las fuerzas parlamentarias (con PP y PSOE a la cabeza) en torno al Pacto de Estado contra la Pobreza (2007), en el cual se establecía, entre otros compromisos, el de destinar el 0,7% de la RNB a Ayuda Oficial al Desarrollo antes de 2012. La crisis económica demostró la fragilidad de los compromisos de nuestros políticos: precisamente en 2012, lejos de alcanzar la meta del 0,7%, España se bajó por primera del peldaño del 0,2%, colocándose a la cola de los donantes internacionales con una AOD de apenas el 0,16% de su RNB.
Desde entonces, a lo largo de la presente legislatura, los responsables políticos han repetido con insistencia que la inversión de España en la lucha contra la desigualdad y pobreza globales se recuperaría en cuanto volviera a crecer la economía. Sin embargo, una rápida mirada a los datos 2014 publicados el miércoles por la OCDE nos muestra la nula consistencia de estas promesas. En 2014 España desembolsó una AOD Neta de 1.893 Mill. Dólares, equivalente a 1.427 Mill. € y al 0,14% de su RNB; este dato, el peor desde 1989, significa un descenso del 20% respecto a 2013 y deja a España, por tercer año consecutivo, por debajo del umbral del 0,20% que define la pertenencia al CAD, lo que la descalifica ante los demás países donantes y la empequeñece en la escena internacional.
El Gobierno prevé cerrar la legislatura presente sin cambiar el rumbo de su política de cooperación, con una AOD prevista en 2015 equivalente al 0,15-0,16% de la RNB. Se va a cerrar así una legislatura negra para la cooperación en España, con la AOD sumida en mínimos históricos y sin señales de recuperación. Es imperativo, por tanto, reconstruir el consenso en torno a esta política pública y que los partidos políticos aprovechen las citas electorales planteadas en 2015 para elaborar propuestas sinceras, profundas y realistas que permitan un despegue de la Ayuda Oficial al Desarrollo en términos cuantitativos y también cualitativos.
El próximo Gobierno debe comprometerse a un incremento paulatino del esfuerzo de España en AOD, de modo que al final de la próxima legislatura (2019) se sitúe en el 0,4% de la RNB, acercándose al promedio de la Unión Europea. Otras prioridades serían recuperar los recursos para la acción humanitaria y las donaciones a organismos multilaterales clave, limitar la ayuda reembolsable, reforzar el enfoque de género y la coherencia de políticas, devolver al MAEC y a la AECID el liderazgo de la política de cooperación, o impulsar un sistema fiscal internacional que proteja de la evasión y elusión fiscal a los países en desarrollo.
La primera referencia la tendremos a finales de mayo, con las elecciones en todos los municipios de España y en 13 de las 17 CCAA. La AOD de las CCAA ha caído en un 70% desde 2008, aunque las caídas en regiones como Madrid o Valencia se aproximan al 100%. Luego en otoño, las elecciones generales dibujarán, previsiblemente, el Parlamento más fragmentado de la historia reciente de España y obligarán a las fuerzas políticas a escucharse entre sí, y también a escuchar a la sociedad civil; la imposición y la mayoría absoluta se tendrán que sustituir por la negociación y la búsqueda de espacios de entendimiento. Es el momento para que la Cooperación al Desarrollo se convierta, de una vez por todas, en una política de Estado, ajena a los intereses partidistas y a los vaivenes políticos. Los británicos han dado un buen ejemplo de que, con buena voluntad, es posible; no hay razón para pensar que aquí no podamos.